El artículo partidista de Manuel Rivas con el que intentó convertir la crisis de los pellets en otro Prestige
El escritor gallego, nuevo Premio Nacional de las Letras Españolas, firmó un lacrimógeno y cursi artículo en el que trataba de culpar al PP del vertido de pellets pocas semanas antes de las elecciones gallegas
El Premio Nacional de las Letras Españolas, dotado con 50.000 euros, concedido por el Ministerio de Cultura al escritor gallego, galleguista y de izquierdas, Manuel Rivas, no puede sorprender.
Los premios nacionales concedidos por el Ministerio controlado por Sumar a través del izquierdista y catalanista Ernest Urtasun han premiado, casi todos, a gente «del régimen». Es decir, escritores, artistas y creadores alineados con el sanchismo, sus aliados y sus tesis.
¿Qué importa que la obra de Manuel Rivas sea toda en gallego y que solo se pueda leer en español por medio de traducciones como si de un autor inglés o ruso se tratara?
Aquí lo que ha primado ha sido, una vez más, la ideología. Y en ese ámbito, Manuel Rivas, fiel servidor de los intereses ideológicos del Gobierno de Sánchez, ha hecho méritos de sobra para ser premiado por el gobierno.
Una prueba de ello la vivimos durante la campaña electoral de las pasadas elecciones gallegas en febrero de 2024.
La campaña y precampaña coincidió con uno de esos lamentables y, por desgracia, recurrentes desastres naturales que, de cuando en cuando, asolan las costas gallegas.
Un buque mercante que navegaba por las costas de Portugal perdió parte de su cargamento de pellets, utilizados en la industria del plástico, y terminaron, por cuestiones meteorológicas y de las corrientes submarinas, acumulándose en los arenales y acantilados de la costa gallega.
Aunque la crisis medioambiental fue mucho menos grave de lo que se aventuraba en un principio, el PSG y el Bloque Nacionalista Gallego no dudaron en emplear la catástrofe como arma electoral contra el PP de Alfonso Rueda.
Esos días se vivieron escenas de auténtica vergüenza ajena, como la teatralización efectuada por la vicepresidenta Yolanda Díaz haciendo que recogía pellets ante las cámaras de televisión.
Pero la mayor vergüenza ajena la protagonizaron periodistas y líderes de opinión de la izquierda con artículos y análisis pretendidamente líricos donde se advertía con ración extra de cursilería extrema de la gravedad de la catástrofe medioambiental, situada ya al mismo nivel que el naufragio del Prestige en 2002.
Dentro de ese nuevo género periodístico se sitúa el artículo publicado por Manuel Rivas el 13 de enero de 2024 en el diario El País titulado 26,2 toneladas de lágrimas.
Empieza Rivas con un primer párrafo donde, en pocas líneas, mezcla la conquista romana de Gallaecía, el Fins Terrae, el Hades, a Álvaro Cunqueiro y al Apóstol Santiago, del que no duda en afirmar que era «de Palestina».
Tras ese notable ejercicio de equilibrismo narrativo, afirma que «cada generación en Galicia tiene su naufragio», y cita los casos del Polycommander en 1972, el Urquiola en 1976, el Cason en 1987, el Mar Egeo en 1992, el Discoverer Enterprise en 1998 y el Prestige en 2002.
Todos ellos, accidentes de extrema gravedad con vertidos de hidrocarburos que provocaron desastres medioambientales extremos y en algunos casos con incendios de la carga catastróficos.
Nada que ver con el incidente de los pellets, pero Rivas quería subrayar que estábamos ante un desastre similar y que el PP debía pagar las consecuencias electorales pocas semanas después.
Para ello, Manuel Rivas describe un idílico paseo por la coruñesa playa de San Amaro. Una mujer anciana sale del agua helada del invierno gallego a sus 71 años como si nada, la perra Laura corre de felicidad por la arena y Manuel Rivas reflexiona sobre el destino fatídico del pueblo gallego.
Empieza a hablar entonces de los dichosos pellets, de los que dice, con su cursilería estilística marca de la casa, que han provocado una «marea blanca» y que eran como «lágrimas».
«Esta mañana, cada ola deja un reguero o rosario de lágrimas en la línea de marea, engarzadas en las algas», afirma.
Rivas insiste en la metáfora, que se nota que le ha gustado. Unas voluntarias «se pusieron a limpiar lágrimas». Recuerda que «26,2 toneladas de lágrimas son muchas lágrimas», que, para colmo, «son lágrimas amargas», porque son tóxicas.
Manuel Rivas ilustra más adelante con algunos datos técnicos. Recuerda que a algunas millas de la costa gallega pasa «una gran autopista del mar», como le gusta llamar al corredor marítimo «por donde pasa cada año una media de 36.500 buques, según datos de Salvamento Marítimo. De ellos, 12.800 transportan mercancías peligrosas».
Cuando ya lleva algo más de medio artículo escrito, Manuel Rivas entra en el meollo de su tesis: la culpa es de la «derecha gallega».
Señala que, pese a los numerosos avisos de llegada de sacos de pellets en varios puntos de la costa gallega, la Xunta tardó 24 días en activar el plan por contaminación marina, por si fuera poco «en su nivel mínimo».
Sólo «el estupor informativo» habría obligado al presidente Rueda a anunciar «a regañadientes» el nivel 2 de emergencia.
Aunque Rivas reconoce que no se puede comparar la dimensión de la catástrofe provocada por el Prestige con la crisis de los pellets, asegura que «sí tiene sentido establecer paralelismos en los tics del poder en la derecha gallega», y cita, en concreto una supuesta «pulsión negacionista».
Pasa a recordar a continuación lo que sucedió en 2002 con el Prestige. Afirma que el Estado y la Xunta, del mismo signo ideológico, es decir, del PP, y con mayoría absoluta ambos gobiernos, «reaccionó con el despecho de una facción autoritaria».
«Con la catástrofe del Prestige, vivimos la anticipación del negacionismo, en este caso, medioambiental», asegura.
Tras repartir palos contra Aznar, Trillo y Mariano Rajoy —y sus ya célebres «hilillos de plastilina»—, Manuel Rivas cierra su artículo del país con «historias terribles»: un delfín varado, cinco tortugas rescatadas con kilos de plásticos en sus tripas y peces contaminados por pellets. Es decir, por «las lágrimas».
Y es que así termina Manuel Rivas su artículo, con «lágrimas», tal vez adivinando las que derramaría semanas después al confirmarse la nueva mayoría absoluta del Partido Popular en Galicia.