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Miguel Hernández dirigiéndose a los soldados en el frente de ExtremaduraGTRES

Cinco poemas de Miguel Hernández: el poeta usado por la izquierda que afirmó ser «comunista y fascista»

El relato ocultó u omitió o pasó de largo por el hecho de que el oriolano fue, hasta el inicio de la guerra, un poeta fascista

Siempre se ha dicho que Miguel Hernández era un pobre pastor de cabras que aprendió a leer muy tarde y cuando lo hizo se convirtió en poeta. Pero no era tan pobre, lo que rompe esa imagen tradicional o el relato tradicional. Su padre era un comerciante de ganado que tuvo sus tiempos de prosperidad y de estrechez. Fruto de los primeros, el pequeño Miguel asistió a un colegio privado hasta que por los segundos lo tuvo que dejar.

Poeta fascista

Así que ni pastor de cabras, ni pobre, ni analfabeto hasta una edad avanzada como se ha extendido y entendido por casi todos. El relato ocultó u omitió o pasó de largo por estas certezas para formarse. Y bien que lo hizo. Porque lo que se silenció, mayormente, fue que Miguel Hernández fue, hasta el inicio de la guerra, un poeta fascista. Los poemas que publicó en sus primeros años fueron clara y ostentosamente fascistas y antirrepublicanos.

Publicados en revistas de derechas, como Gallo Claudio, una de las muchas publicaciones que fundó su amigo Ramón Sijé, al que escribió su famosa Elegía: «...A las aladas almas de las rosas/ del almendro de nata te requiero,/ que tenemos que hablar de muchas cosas,/ compañero del alma, compañero». Así terminaba el canto que tuvo su apogeo general en Quién te ha visto y quien te ve, nada más y nada menos que el auto sacramental que publicó en Cruz y raya, la revista de José Bergamín, al estilo de Calderón.

cinco poemas de miguel hernández:

  • AL QUE SE VA

    Partir es un asunto dolorido
    como morir: al muerto y al ausente
    ni la fotografía más ferviente
    ni las cartas los sacan del olvido.
    Te irás del todo tú que ya te has ido
    con decir que te vas tan solamente,
    y a cada sol te llevará mi frente
    con más obstinación descolorido.
    En la agonía de la despedida
    como un pañuelo el corazón sacudo
    y lo lleno de angustia como un puerto.
    Silencio y muerte veo en la partida:
    si no me has de escribir te doy por mudo
    y si no has de volver te doy por muerto.
  • A RAÚL GONZALEZ TUÑÓN

    Raúl, si el cielo azul se constelara
    sobre sus cinco cielos de raúles,
    a la revolución sus cinco azules
    como cinco banderas entregara.
    Hombres como tú eres pido para
    amontonar la muerte de gandules,
    cuando tú como el rayo gesticules
    y como el rayo al rayo des la cara.
    Enarbolado estás como el martillo,
    enarbolado truenas y protestas,
    enarbolado te alzas a diario,
    y a los obreros de metal sencillo
    invitas a estampar en turbias testas
    relámpagos de fuego sanguinario.
  • A ÁLVARO BOTELLA

    Amigo Álvaro Botella,
    me has puesto en un trance amargo,
    pero saldré, sin embargo,
    gracias a mi buena estrella.
    Un verso se me atropella
    tras otro y en ellos digo
    que con mi pluma y contigo
    te dejo como recuerdo
    esta décima de un cuerdo
    que está casi loco, amigo.
  • (A mi amiga Carmen, en espera de verla por donde sea mejor)


    A tus facciones de manzana y cera:
    Carmen, fruto a los pájaros prohibido,
    congelado en el alba y escogido
    por una mano de oro en primavera.
    Hueles a corazón de trigo y era,
    suenas a nido, suenas a sonido,
    sabes... no sé a qué sabes, y he sabido
    que nunca he de saber lo que quisiera.
    Miras como los ojos del relente:
    fríamente febril y distraída,
    entre flores y frutos la mirada.
    Hablas como el silencio y una fuente:
    calladamente, y andas por la vida
    temerosa de flechas y de nada.
  • EL RAYO QUE NO CESA

    ¿No cesará este rayo que me habita
    el corazón de exasperadas fieras
    y de fraguas coléricas y herreras
    donde el metal más fresco se marchita?
    ¿No cesará esta terca estalactita
    de cultivar sus duras cabelleras
    como espadas y rígidas hogueras
    hacia mi corazón que muge y grita?

Una obra de juventud cristiana (tenía 23 años) que no fue representada hasta cuatro décadas después como mero testimonio y homenaje de la rareza que hasta fue censurada por fascista por el propio Bergamín, y también razón por la que Neruda dijo de él en 1940, dos años antes de su muerte, cuando se supone que el fascismo había dado paso sin freno al comunismo, que era «el más grande poeta nuevo del catolicismo español».

Pero el católico y fascista Miguel Hernández terminó en un comunismo vital y público y auténtico como para unirse a la primera línea del frente (también estuvo en la URSS en 1937 como representante de la República a la que no mucho antes arrojaba versos calderonianos). Quizá uno de los episodios más contados de su vida fue aquel en que, viendo la vida de lujo que llevaban los intelectuales en Madrid, lejos de las trincheras, estando Rafael Alberti y su mujer María Teresa León como protagonistas de aquel dispendio frente a las privaciones de la batalla, pronunció la famosa frase: «Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta».

El relato se confunde o el relato se pierde en la cainita historia española sobre este período que todavía se remueve en la confusión. En la naturaleza no sectaria del poeta, sino apasionada, unos y otros (sobre todo unos) han tratado (y conseguido) de arrimar al autor de Nanas de la cebolla a sus intereses para crear el mito que supere a los hechos, a la realidad del hombre (al que Rafael Sánchez Mazas, fundador de Falange, salvó de la pena de muerte, pero no pudo salvarle del frío de su traslado a prisión y de las enfermedades por las que murió en Alicante) que le escribió a Lorca por carta: «Soy, sin ser nada, comunista y fascista».