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Yukio Mishima dando el discurso en el cuartel momentos antes de quitarse la vida

Dos poemas de Mishima, el conservador genio de la belleza que se quitó la vida con la bestialidad del harakiri

Su ingente obra y su personalidad multiforme le llevaron a un clasicismo radical y a la defensa extrema de los valores japoneses frente a Occidente

Pocos escritores han tenido en la historia más caras que Yukio Mishima. No por cambiante sino por polimorfo. Lo inclasificable del genio tokiota era su propia imagen de piedra preciosa tallada cuyo brillo eran sus textos y su ser, el color de una vida única y terrible, acabada de forma monstruosa. Un poema de vida en la construcción del hombre débil, lleno de inseguridades, que cultivó un carácter (y un cuerpo) que dejaran atrás todo aquello, todo su nacimiento y su esencia del que fue dejando, como Pulgarcito, piedrecitas en forma de obras de una belleza inigualable que estaba toda por dentro: «Quiero hacer de mi vida un poema», dijo.

Rechazado para el servicio militar

Era hijo de un funcionario japonés de alta categoría y estudió en los mejores colegios. Fue rechazado para hacer el servicio militar, lo que le marcó para el resto de sus días, que transcurrieron en el combate ante este hecho humillante para un conservador esencial y el derramamiento de hermosura a través de las palabras. Se licenció en Derecho y trabajó para el Ministerio de Economía de Japón antes de publicar su primera novela a los 25 años, la historia de un homosexual (acaso como él, otra de sus luchas internas, de sus combates íntimos entre la dualidad del nipón ancestral y su condición natural) que tenía que vivir ocultando sus preferencias sexuales.

La novela, Confesiones de una máscara, fue un éxito que le colocó casi de inmediato en un pedestal. La belleza fue siempre su anhelo. La belleza estética y la belleza artística. Él mismo trabajó su cuerpo hasta la perfección como venganza ante la deshonra del servicio militar. Sus escritos fueron siempre bellos y prolijos, tradicionales y modernos. Modernos en su fondo y hermosamente tradicionales en su forma. Era el escritor perfecto y además extraordinario en la cantidad. Su ingente obra y su personalidad multiforme le llevaron a un clasicismo radical y a la defensa extrema de los valores japoneses frente a Occidente, que consideraba el vulgarizador de sus costumbres, del Japón auténtico que con tanta preciosidad retrató.

Dos poemas de yukio mishima:

  • MORIR

    Morir
    En el viento
    Del suicida.

    Morir combatiendo
    La única muerte
    De un guerrero.

    Morir
    Por el filo del sable
    De muerte ritual.

    Morir
    Sabiendo que morir
    No es más que mejorar
    El instante último.

    Morir de olvido
    Como morimos todos
    Finalmente, a los pies
    De un tiempo criminal.

    Morir de rosas
    De crisantemos
    De flores de ciruelo
    Atravesadas por un grito.

    Morir del otro lado
    Del mundo
    Donde haya un guerrero
    Bajo el sol.

    Morir imperial
    Sin pedir perdón
    Enfrentando al enemigo
    Y siendo muerto por él.

    Morir
    Caudillo del cielo
    Solitario jefe
    De un idioma.

    Morir
    Con el sol en la frente
    Como mueren los nuestros.

    Morir
    De rodillas al sable
    Al símbolo divino
    De los tiempos.

    Morir
    De caballos desbocados
    De ideogramas en la frente
    De seppuku, al amanecer.

    Morir
    Del otro lado
    De las cosas.

    Morir con honor
    Por el acero entrañable
    Decapitado por el camarada
    Más querido.

    Morir de mar
    De isla
    De corceles antiguos
    De estampido.

    Morir
    De sangre nueva
    Junto al escudo medieval
    De los guerreros.

    Morir
    Y olvidarse de un mundo
    Sin honor.

    Morir incomunicado
    Aislado por el ruido
    Que el enemigo trajo
    Para ayudarnos
    A morir.

    Morir con honor
    Como un samurái
    Como un poeta.
  • POEMA ESCRITO LA NOCHE ANTERIOR A SU MUERTE (PARTE DEL RITUAL DEL «SEPPUKU»)

    Las fundas de las espadas se agitan
    tras años de espera.
    Hombres valientes parten
    a caminar sobre la primera helada del año

Yukio Mishima era un guardián del estilo japonés, «profesión» literaria que llevó hasta los límites de la realidad, donde se halla la muerte, el suicidio tradicional, la práctica del «seppuku» o harakiri, del que tantos testimonios dio en sus obras como un aviso, como si estuviera anunciando su destino. A pesar de lo proverbial de su obra fue un autor absolutamente internacional, divulgador de lo secular de su patria y de su cultura a través de su encanto universal. Entre esos dos mundo se debatía, su occidentalización aceptada en su educación y la orientalización de sus sueños románticos, de su amor y de sus sentimientos cada vez más fuertes.

Llegó a fundar un pequeño ejército de estudiantes, llamado Sociedad Escudo, para proteger al emperador contra el comunismo. Se formó en el arte y en las artes marciales hasta el día final en que, después de entregar su último libro a su editor, El mar de la fertilidad (lo poético y lo delicado, en fuerte contraste, se derramaba en sus obras, incluidos los títulos), más concretamente la cuarta parte: La corrupción de un ángel, epígrafe profético, entró en el cuartel general de Tokio acompañado de algunos hombres de su grupo y ató y amordazó a su general con la intención de dar un discurso a los acuartelados.

La gloria de los samuráis

El escritor habló («¡La nación carece de base espiritual! ¿Qué haréis cuando no seáis más que un arsenal sin alma?», dijo), pero la tropa no le escuchó entre silbidos. Quiso transmitirles que Japón se había vendido a Occidente. Quiso hablarles de la gloria de los samuráis y del rumor del oleaje, hasta que decidió que había fracasado como esperaba: la noche antes había escrito el poema ritual de su suicidio tradicional. Yukio Mishima se encerró en el interior del cuartel y se quitó la vida igual que uno de aquellos a través del «seppuku», del harakiri: se atravesó el abdomen de lado a lado con una daga, destrozándose las tripas, antes de ser decapitado (dicen que después de varios intentos fallidos) por uno de sus compañeros. Era noviembre de 1970 cuando se dio la tremebunda noticia de la horrible muerte planeada del genio de la belleza.