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Pablo Neruda en 1972

Pablo Neruda en 1972GTRES

Tres poemas de Neruda, el «poeta del amor» que narró cómo violó a una mujer y la izquierda calla como ausente

Lo contó en sus memorias póstumas, Confieso que he vivido. Nadie mencionó el episodio durante medio siglo hasta que el feminismo del XXI se hizo un mínimo eco que rápidamente se silenció

Pablo Neruda fue durante décadas una figura idealizada, El gran escritor, el Nobel perseguido, el idealista, el revolucionario o el, entre otras muchas cosas ideales, el «poeta del amor». Y todo a pesar de que siempre se supo de su crueldad, de su sectarismo, de ser amigo y seguidor de dictadores asesinos como Stalin, al que escribió una oda.

A lo largo del tiempo se ha ido desenmascarando al personaje por lo que contaron de él quienes le conocieron. A través de anécdotas, de episodios de cruda frialdad e inhumanidad, como el de que abandonó a su hija (y a la madre) con hidrocefalia, quien murió en la indigencia a los ocho años.

Incluso quienes le afearon algunas de sus reprobables conductas en vida terminaron pasándolas por alto, diluyéndolas mediante el ensalzamiento de algunas virtudes, mayormente la de la amistad en cada caso. Mario Vargas Llosa dijo de él que era «maravilloso y adorable, si exceptuamos lo de Stalin». ¿Se puede ser «maravilloso y adorable» siendo adorador de un genocida?

Puede que esta sea una cuestión ideológica, mucho se teme. Si Pablo Neruda, nacido en otro tiempo, un suponer, hubiera sido adorador de Pinochet, nadie hubiera dicho que era «maravilloso y adorable», aunque es posible que Mario Vargas Llosa, precisamente él, sí mantuviera esa opinión. No así otros. No es fácil imaginar que durante tanto tiempo se hubieran dejado correr las actitudes personales de un personaje que no fuera Neruda.

tres poemas de pablo neruda:

  • Poema 15

    Me gustas cuando callas porque estás como ausente,/y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca./Parece que los ojos se te hubieran volado/y parece que un beso te cerrara la boca.

    Como todas las cosas están llenas de mi alma/emerges de las cosas, llena del alma mía./Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía.

    Me gustas cuando callas y estás como distante./Y estás como quejándote, mariposa en arrullo./Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:/déjame que me calle con el silencio tuyo.

    Déjame que te hable también con tu silencio/claro como una lámpara, simple como un anillo./Eres como la noche, callada y constelada./Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

    Me gustas cuando callas porque estás como ausente./Distante y dolorosa como si hubieras muerto./Una palabra entonces, una sonrisa bastan./Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
  • Soneto 22

    Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,/sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,/en regiones contrarias, en un mediodía quemante:/eras sólo el aroma de los cereales que amo.

    Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa/en Angol, a la luz de la luna de Junio,/o eras tú la cintura de aquella guitarra/que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

    Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria./En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato./Pero yo ya sabía cómo era. De pronto/mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:/frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas./Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
  • Amor

    Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte/la leche de los senos como de un manantial,/por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte/en la risa de oro y la voz de cristal./Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos/y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,/porque tu ser pasara sin pena al lado mío/y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

    Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría/amarte, amarte como nadie supo jamás!/Morir y todavía/amarte más./Y todavía/amarte más/y más.

Por ejemplo, Luis Rosales, uno de los poetas del régimen (que no fueron tales como se extendió), de afiliación y familia falangista (de la que Lorca era amigo íntimo y estaba en su casa cuando se lo llevaron para no volver), no hubiera sido repuesto nunca si hubiera confesado en unas memorias que había violado a una persona. Piénsese si el confesor hubiera sido el mismo Vargas Llosa. Piénsese en Plácido Domingo, que no ha hecho nada.

Pero en el caso de Neruda el asunto pasó y con éxito para el difunto interesado. Durante medio siglo, aquel párrafo ignominioso por su historia y más aún por su presencia impresa y confesada por el violador (la desfachatez de escribirlo y publicarlo resulta asombrosa y reveladora), permaneció en el limbo de quienes no quieren saber, menos cuando sí quieren saber. Aquel párrafo decía:

«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en el que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con los ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia».

Hace unos años el feminismo chileno sacó a la luz esta realidad y pareció que Neruda el intocable, el «poeta del amor», sería «cancelado». Pero no fue así. Tras algunos conatos de revisión, de indignación o de señalamiento, el mito de Neruda volvió a su ser. Todo lo más que le dijeron aquellas feministas fue aquella frase: «Neruda, cállate tú», en relación al dudoso y famosísimo verso: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente...». Los mismos versos que repiten para sí esas mismas irritadas hacia él, que ahora calla y aquellas le callan para siempre y por eso mismo él y su violación narrada siguen como ausentes.

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