Cuando lo «woke», la nueva arma de la izquierda, se convirtió en la mejor arma de la derecha
La batalla cultural ha entrado en un período crucial donde el hartazgo y el sentido común parecen ser la llave
Cuando la izquierda aceptó que la lucha de clases, una suerte de teatro de marionetas, dejó de proporcionarle los réditos de siempre, empezó a pensar que había llegado el momento de presentar otro espectáculo. Fue el postmarxismo de Ernesto Laclau el que sustituyó las clases sociales por las minorías. Agotadas las clases, ahora había que apostar por la lucha de las minorías.
La grieta del muro
Y la lucha de las minorías no podía darse sin afectar a las mayorías. Se trató de introducir a la mayoría en ese nuevo mundo de la minoría. Las minorías habían sido históricamente utilizadas por esas mayorías, sin excepción. Este era el relato. Una enmienda social a la totalidad donde cualquier mayoría era mala y cualquier minoría era buena, sin que ni siquiera el sentido común entrase en juego, o más bien contando con que este debía ser eliminado del mismo.
Y así fue. Pero precisamente esa eliminación del sentido común que parecía no tener límites para los nuevos propósitos de la nueva izquierda, terminó convirtiéndose en la grieta del muro por la que los rebeldes penetraron. Orbán es indiscutible en Hungría. Meloni ganó las elecciones en Italia. Milei en Argentina. Trump en Estados Unidos. La batalla ideológica, la batalla cultural, ha entrado en un período crucial donde precisamente el sentido común parece ser la llave.
Hartazgo del disparate
La injusticia y el absurdo inoculados por la nueva izquierda, lo «woke», fueron paulatinamente, después del impacto inicial y de su implantación, expuestas a la viva luz del día por aquellos a quienes quisieron «cancelar». Pero no lo lograron. La insensatez mostrada en pantalla grande (además de la penetración de sus efectos en la sociedad y sus primeros desastres tras la aparentemente feliz e inocua inclusividad y derivados) fue usada por la nueva derecha (a la «nueva izquierda» la ha tenido que oponer una «nueva derecha») para cambiar el signo de la lucha.
Si la táctica de la «nueva izquierda» fue la sublimación de las minorías hasta extremos inconcebibles y antinaturales, la táctica de la «nueva derecha» fue esperar a las secuelas para re-presentarlas con su nueva forma. Ha sido el hartazgo convenientemente manejado del disparate el que ha cambiado las tornas. Ganan ahora quienes se oponen a la ingeniería social. Ganan quienes han exprimido lo «complicado» para dejarlo en lo «sencillo» desde casi todos los puntos de vista. Gana el adelgazamiento del Estado de Milei, la dieta en general, la emigrante, la cultural... Gana el orden contra el embrollo.
Arma difusa frente a arma nítida
La buscada complejidad del arma «woke», introducida para generar la confusión ideal en los propósitos de la nueva izquierda, ha sido simplificada con éxito. Esperar a que se mostrara el monstruo y sintetizarlo lo ha hecho visible para muchos públicos que no lo habían identificado en su forma real. Lo «woke» era el arma difusa de la nueva izquierda, pero ahora es el arma nítida, un arma mejor, más efectiva contra el enemigo, de la nueva derecha.