La terrible posverdad que hace de la «era de la información» una mentira y convierte la cultura en ideología
En un mundo en que la información corre peligro de ser absolutamente veraz en su absoluta variedad de posibilidades, la posverdad (donde también está lo «woke») aparece como remedio contra la verdad
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, dirige su cartera del mismo modo que dirige la portavocía de Sumar. Es innegable que no se puede dirigir un Gobierno (una parte de él, la parte que le toca) como se dirige un partido político y sus ideas. Pero todo es así, y cuando se dice todo, se dice todo de verdad. Urtasun es el ministro que equiparó el colonialismo salvaje de Bélgica con el descubrimiento de América y la Hispanidad.
Distorsión de la realidad
Sobre la llamada «descolonización» prevista por el ministro ni siquiera se oculta que su impulso viene de la ideología. No existen los criterios técnicos e históricos, por increíble que parezca. Todo empieza y acaba en la misma ideología que utiliza para sus mítines partidistas.
Es el lenguaje pervertido y manoseado de la ideología «woke», la posverdad que la RAE define como: «Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad».
El remedio contra la verdad
La catástrofe en Valencia ha dejado en evidencia la situación: la eufemísticamente llamada «era de la información» ha quedado convertida en la «era de la desinformación». Nada se contrasta en las informaciones gubernamentales, sino que se utiliza la mentira de parte en medio del descontrol mediático y de las redes sociales.
Nunca hubo mejores posibilidades de informarse, pero esta es una situación que el poder (la información es poder) no podía permitir. En un mundo en que la información corre peligro de ser absolutamente veraz en su absoluta variedad de posibilidades, la posverdad (donde también está lo «woke») aparece como remedio contra la verdad.
Noticias falsas que parecen verosímiles
Una posverdad que afecta a todo. Es la superación de la mentira política, donde ya no hay barreras. El Gobierno de Pedro Sánchez es un gran ejemplo: escándalo tras escándalo superado por otro y al final olvidados todos en una práctica perversa, pero tremendamente efectiva, basada en la posverdad.
Como la posverdad no es la verdad, pero hace las veces, todo es posible. El margen para la mentira política se ha multiplicado por millones a partir de una ingeniería dedicada expresamente a la creación de esta posverdad. Todo es apariencia. Muchas noticias y hechos falsos parecen verosímiles y esa apariencia es la que las hace posverdaderas: la nueva verdad que convierte en oro todo lo que toca el político mentiroso.
El monstruo del relativismo
El relativismo se ha convertido en un monstruo a través de esta maquinaria cada vez mejor engrasada y mejorada. El Gobierno español no invierte sus energías en el ejercicio del gobierno, sino en el ejercicio de la mejora de la posverdad, donde la cultura es un elemento fundamental. A través de la posverdad se puede llegar a instituir (es lo que se pretende) que España fue un imperio colonial.
Por medio de la posverdad, el Gobierno español gobierna sin demasiados problemas gracias al apoyo de independentistas catalanes y vascos, también de los herederos de los terroristas de la ETA. Gracias a la posverdad, un eufemismo de la iniquidad, el proetarra Fermín Muguruza dio un concierto en una cárcel vasca y homenajeó a los terroristas, a los asesinos, con el permiso de la consejera socialista María Jesús San José.
La posverdad que destruye la cultura
A través de la posverdad, Patxi López, como lendakari, le dio el Premio de Literatura Euskadi a un etarra, precisamente uno de los fugados de Martutene, la cárcel donde dio el concierto Muguruza con permiso posverdadero socialista. Es la posverdad la que permite la cancelación cultural, pilar de la ideología y subcultura «woke».
La que hace que los clásicos de la literatura sean de repente perniciosos. La posverdad que destruye la cultura al antojo de la ideología, de la posverdad todopoderosa que necesita combatirse con los hechos contrastados, todos esos hechos que apenas ya se pueden contrastar en la llamada «era de la información», que también es la era de la ideología que sustituye a la cultura.