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27 de septiembre de 2024

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante su participación en el X Encuentro Cultura y Ciudadanía este miércoles en Santiago de Compostela.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun en el X Encuentro Cultura y Ciudadanía en Santiago de Compostela.EFE

Urtasun contradice hasta a la RAE con tal de imponer su concepto de «cultura»

El ministro dice que, «ante todo», la «cultura» es «un llamamiento a la comunidad y a sus formas de diversidad»

Que lo que se intenta es cambiar el concepto de las cosas y hasta de la esencia de la humanidad: el hombre, apenas hay precisamente hombres que tengan duda. Pero es difícil llevarlo a cabo. No hay día en que no haya algo que sorprenda, acción o manifestación, incluso contra el sentido común (y hasta mayormente), que es lo que dijo el propio ministro de Cultura no hace demasiado tiempo respecto a la descolonización, una de las ramas de esta ofensiva por la desconexión con el pasado, con las raíces: «Cuestionar el sentido común».

En este sentido avanza el ministro, que es un sentido o una dirección fácil. Si se cuestiona el sentido común, si se miente, las cosas más improbables son posibles. Todo es posible por encima de cualquier límite. Un ejemplo concreto de esto son sus declaraciones en el encuentro en el Museo del Pueblo Gallego el pasado miércoles, donde dijo, y escribió (en X) que «La cultura es, ante todo, un llamamiento a la comunidad y a sus formas de diversidad», esto es: que la cultura se define, según Urtasun como «un llamamiento a la comunidad y a sus formas de diversidad».

Despojar a la cultura de su significado

Esta tergiversación ideológica no deja dudas. El ministro despoja a la cultura de su significado para darle una nueva definición, solo de acuerdo a sus intereses: el «llamamiento a la comunidad y a sus formas de diversidad». Eso no es lo la cultura («ante todo», lo dice bien claro). La cultura es, según la RAE, «cultivo», en su primera acepción, «Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico», en su segunda, y «Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.».

También es «culto religioso», y entre sus sinónimos se encuentran educación, erudición, sabiduría, instrucción, ilustración, formación o civilización, que se oponen a sus antónimos: incultura o ignorancia. La cultura no es ese «llamamiento a la comunidad y a sus formas de diversidad», sino todo lo anterior y lo que acarrea como intangible, que alcanza a la sensibilidad o a la creatividad.

La guerra cultural

Urtasun se reafirma en su postura refiriéndose a «Una revisión de nuestro ecosistema cultural...» y nombra el nuevo Plan de Derechos Culturales como «punta de lanza de la innovación en políticas culturales de nuestro país». En la reafirmación de que España y Europa se encuentra inmersa en una verdadera guerra cultural entre el bando gubernamental, que apuesta por acabar con todos los nexos con el pasado, obviándolos u atacándolos sin piedad, y el bando que quiere mantener sus vínculos con los principios que le han construido como sociedad.

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