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Corrida de toros en la Plaza Monumental de Barcelona en 2007 antes del cierreGTRES

Un gran artista catalán escribe sobre un buen torero catalán

Aunque muchos lo ignoren, mañana mismo podrían anunciarse corridas de toros en la Plaza de Barcelona. Si eso no sucede es por el miedo del empresario al clima antiespañol que muchos han impuesto allí: así de triste es la situación...

Aunque muchos ignorantes lo desconozcan y muchos independentistas lo nieguen, la realidad histórica indiscutible es que Cataluña ha tenido una muy amplia y rica tradición taurina, que nace ya con los juegos populares con el toro, a fines de la Edad Media.

La prohibición que decretó la Generalitat catalana, el 28 de julio de 2010, pretendía basarse en la protección de los animales. La auténtica realidad era otra: como se escuchó entonces en el Parlamento catalán, se quería suprimir la Fiesta porque «huele a España» (frase textual). A la vez, se blindaban los correbous, sin preocuparse de si en ellos sufren o no los toros, por su gran arraigo en algunas zonas catalanas.

Participé entonces en la discusión en el Senado español y puedo certificar que varios representantes de partidos políticos catalanes declararon allí que, a ellos, la Fiesta les daba igual: lo que no soportaban es que el Estado español tuviera competencias culturales en Cataluña… Ése es el quid de la cuestión.

Luego, el Tribunal Constitucional derogó esa prohibición. Aunque muchos lo ignoren, mañana mismo podrían anunciarse corridas de toros en la Plaza de Barcelona. Si eso no sucede es por el miedo del empresario al clima antiespañol que muchos han impuesto allí: así de triste es la situación...

No voy a aburrir al lector repitiendo lo que he publicado muchas veces. Me basta con recordar, esquemáticamente, que en Cataluña han existido muchos elementos básicos de la cultura taurina.

Plazas de toros

En Barcelona coexistieron tres Plazas: El Torín (en la Barceloneta), Las Arenas y la Monumental. Su prestigio taurino era muy grande. Un solo ejemplo: allí tomó la alternativa nada menos que el sevillano Ignacio Sánchez Mejías, el del Llanto, de García Lorca. Barcelona fue la Plaza donde actuó más veces (127) el madrileñísimo Marcial Lalanda.

Toreros

Han sido matadores de alternativa cerca de una treintena de toreros nacidos en Cataluña, desde Peroy, a fines del XIX. Luego, Gil Tovar, Eugenio Ventoldrá, Mario Cabré, Joaquín Bernadó, los hermanos Corpas (mi amigo Paco nació en Las Arenas, donde su padre era conserje), José María Clavel, Ángel Lería, Enrique Patón, César Pérez, Manolo Porcel, Marcos Sánchez Mejías… Ahora mismo, Finito de Córdoba y Serafín Marín. Además, han sido ídolos de Barcelona, aunque no hayan nacido allí, toreros como Carlos Arruza, Chamaco, José Tomás…

Empresarios

Quizá el más importante de todos los empresarios taurinos de la historia ha sido don Pedro Balañá, del que ha publicado una excelente biografía Josep Guixá (Balañá, el mayor espectáculo del mundo).

Críticos

Uno de los más prestigiosos ha sido el excelente escritor catalán Néstor Luján. Ahora se acaba de reeditar su muy interesante Historia del toreo.

Estudios históricos

Dan amplia información sobre los toros en Cataluña, entre otros, los libros de Salvador Balil (Viaje por la Barcelona taurina); el recientemente fallecido Fernando del Arco (Toreros de Cataluña); Raúl Felices (Catalunya taurina); Antoni González (Bous, toros i braus)… Los políticos independentistas aprenderían mucho si le dedicaran un poquito de tiempo a leer estos libros.

Aficionados

Lo ejemplifico en un solo nombre: Luis María Gibert, presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, mi inolvidable amigo, reaccionó contra la prohibición poniendo en marcha una Iniciativa Legislativa Popular en favor de la Fiesta, que logró reunir más de 500.000 firmas, en toda España. Esto desembocó en la Ley 18/2013, del 12 de noviembre, que incluye la Tauromaquia como patrimonio cultural digno de protección: es la Ley que ahora pretende derogar el inculto ministro de Cultura.

Añado un dato de actualidad. Se acaba de publicar –por primera vez, en castellano– la novela El catalán de la Mancha (ed. El Paseíllo, con traducción y prólogo de Juan Carlos Rodríguez), en la que una figura catalana tan importante como Santiago Rusiñol toma como modelo al torero catalán Eugenio Ventoldrá.

Rusiñol (1861–1931), escritor y pintor, es uno de los maestros indiscutibles del modernismo catalán. Fue amigo de Picasso, formó parte del grupo que se reunía en Els quatre gats. Los aficionados a la música deben saber que, con su gran amigo Ramón Casas, disfrutó Rusiñol de la vida bohemia de París, viviendo en Le Moulin de la Galette. Allí, retrató varias veces y protegió a un músico al que muy pocos hacían caso: el extraordinario Erik Satie, que estaba entonces componiendo sus Gymnopédies y sus Gnossiens.

Merece la pena visitar, en Sitges, el Museo del Cau Ferrat, un verdadero templo del modernismo: era la casa-taller de Rusiñol, que él donó al pueblo. Allí le visitaron, entre otros, Albéniz, Granados y don Manuel de Falla (en la época en que escribía sus Noches en los jardines de España).

Se enamoró Rusiñol de los jardines de Aranjuez: se convirtió en su gran pintor. Por eso, Ramón Pérez de Ayala le dedicó su precioso poema Jardines del alma, que concluye, a la manera clásica, con este envío:

«Santiago, tus pinceles poetizan

las cosas, con clarividente

emoción, y en tus parques se deslizan

las almas silenciosamente».

Fue precisamente su estancia en Aranjuez lo que llevó a Rusiñol a escribir su novela El catalán de la Mancha, de evidentes resonancias cervantinas. Muestra el contraste entre un catalán anarquista y los pacíficos habitantes de un pueblo manchego. Paradójicamente, el hijo de ese revolucionario catalán descubre allí la Fiesta e intenta ser torero.

Para dibujar ese personaje, se basa Rusiñol en la figura de un matador de toros catalán, Eugenio Ventoldrá, nacido en Barcelona en 1894. Fue una figura popular, muy querida por la afición: en su ciudad natal, tomó la alternativa, en 1923, y le dedicaron dos peñas taurinas. Los percances limitaron el número de sus actuaciones, pero recibió el sobrenombre de «El rey del volapié», por su maestría, en esta difícil suerte.

La revista Gutiérrez sirvió de plataforma para lo que se ha llamado «la otra generación del Veintisiete», la del humor. En ella escribieron Neville, Tono, Mihura, K-Hito… El 9 de junio de 1932, Gutiérrez publicó una caricatura del diestro y este poemita, titulado «Ego sum Eugenio Ventoldrá»:

«Ventoldrá volvió a la lid

y, como el noy es valiente,

ha de aplaudirle la gente

en Tarrasa y en Madrid;

que en arrimarse consiste

la apoteosis triunfal,

porque en la arena no existe

el hecho diferencial».

Hace casi cien años, los humoristas de vanguardia, los mismos que fueron a Hollywood, se tomaban ya a broma esa matraca del «hecho diferencial», que tantas latas ha dado y sigue dando…

Un gran pintor y escritor catalán, Santiago Rusiñol, se inspiró en un buen torero catalán, Eugenio Ventoldrá. ¿Le suena algo de todo esto al ministro Urtasun?