Triunfal festival «Madrid torea por Valencia»

El 3 de noviembre de 1957 se celebró en Las Ventas el festival benéfico en beneficio de los damnificados por la terrible riada de Valencia (lo organizó la Casa de Valencia en Madrid, que presidía mi padre). Torearon los rejoneadores Bernardino Landete y Josechu Pérez de Mendoza; los matadores Domingo Ortega, Antonio Bienvenida, Julio Aparicio, Chicuelo II y Carlos Corpas. La Plaza se llenó, el resultado artístico y económico fue brillante.

Aquella catástrofe –lo recuerdo bien– despertó la unánime solidaridad de los españoles. No se concebía entonces que, en una desgracia como ésa, a un presidente del Gobierno hubiera que pedirle ayuda para que interviniera. El retroceso ha sido lamentable.

No se ha quedado atrás ahora el mundo taurino en apoyar a los que lo necesitan. Vista Alegre, como Plaza cubierta, es una garantía contra la posible lluvia y el frío. El cartel es interesante y el público taurino, como siempre sucede en estos casos, se vuelca: «No hay billetes». Transmiten el festejo Telemadrid y One Toro. (Seguimos con la incógnita de qué va a pasar la temporada próxima. Para la Fiesta, sería desastroso que no hubiera un canal taurino).

Con un público entregado, benévolo, el resultado es feliz: corta un rabo la joven novillera Olga Casado; dos orejas, Talavante y Fernando Adrián. Se da la vuelta al ruedo a dos reses de El Freixo y Domingo Hernández. Asisten la Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y la Infanta Doña Elena, con Victoria Federica y Felipe Froilán. Antes de comenzar el festejo, El Soro toca la trompeta y Francisco canta el precioso «Himno a Valencia» (que los independentistas valencianos suelen pitar): «Por ofrendar nuevas glorias a España»…

Vuelve a Madrid Enrique Ponce, que se despidió triunfalmente de Las Ventas y ha cosechado nuevos triunfos en América. Recibe al novillo de Garcigrande con lances templados pero no puede hacer el quite por la flojedad del animal. Brinda «a toda mi gente, a mi pueblo de Chiva en especial». Se luce en derechazos fáciles y elegantes pero el toro flaquea desde el comienzo y se para pronto. Ha estado Ponce muy compuesto pero no ha redondeado faena. Mata a la segunda: vuelta al ruedo.

Acaba de obtener Sebastián Castella el prestigioso Escapulario de Oro, en Acho, y ha declarado que superó ya la lesión que le hizo torear toda la pasada temporada con calmantes. El segundo, también de Garcigrande, va largo pero se distrae, se abre mucho: eso es cómodo para el torero pero desluce las suertes. Castella lo sujeta bien por bajo pero el toro se raja a tablas. Lo he visto firme, muy puesto. Como suele, alarga la faena, suena el aviso antes de entrar a matar, de una estocada trasera y perpendicular: oreja generosa.

José María Manzanares ha llevado una temporada irregular. El novillo de Jandilla protesta en el caballo, pega cabezazos, es probón; cuando lo estaba toreando muy bien, por bajo, se derrumba. Entrando de muy largo, como suele, Manzanares deja un espadazo que hace guardia, antes de media estocada, y saluda.

Alejandro Talavante ha ido a su aire toda la temporada, con su toreo heterodoxo, que algunos califican de mágico. (Conviene medir un poco los adjetivos). El toro de El Freixo, propiedad de El Juli, ya con cuatro años, flaquea, después de un picotazo, pero repite con gran nobleza. Alejandro, muy vertical, lo deja pasar, buscando más la estética que el mando; mejora con la mano izquierda, su fuerte. Da cambios por la espalda y remata mirando al tendido, con su peculiar estilo. Mata bien y aplaude al toro, que tiene una muerte de bravo: generosa vuelta al ruedo, al animal, y dos orejas, al diestro.

Fernando Adrián ha encadenado muchos éxitos. El toro de Domingo Hernández sale suelto, distraído; sin picar, embiste largo y muy noble. Comienza con muletazos de espaldas, genuflexo. Traza buenos naturales de rodillas, arrastrando la muleta por la arena. Muy entregado, lo cuaja por completo. Concluye con ayudados por bajo, rodilla en tierra. Aunque el toro acaba rajándose, también le dan la vuelta al ruedo y las dos orejas, al diestro.

Aunque sea un Festival, Roca Rey sabe que los aficionados madrileños lo miden con la exigencia de ser primera figura. Ya no lo apodera Roberto Domínguez (su colaboración con otro director artístico era bien extraña) sino su hermano, que conoce de sobra el oficio, como matador de toros. De todos modos, el cambio me ha recordado el que en su día hizo El Cordobés, dando a entender que, a él, no le hacía falta ningún apoderado profesional…

El toro de Cuvillo se para ya en el capote, embiste desordenado, protesta. Las gaoneras resultan enganchadas. Comienza Andrés con estatuarios amanoletados. A un diestro tan poderoso, le falta toro. Recurre al encimismo y a los muletazos invertidos. Mata a la segunda. Ha estado correcto, no más.

Es buena tradición que complete el cartel del festival un novillero: una oportunidad para darse a conocer que muchos, en la historia, han aprovechado. Esta vez, se une el atractivo de ver a una prometedora novillera madrileña, Olga Casado, que esta tarde torea por primera vez con picadores. La acoge el público con gran cariño. Se luce con lances variados de recibo y quita con el capote a la espalda. Brinda a Isabel Díaz Ayuso, muy ovacionada. El toro de Garcigrande resulta nobilísimo, le deja mostrar su facilidad y su garbo, en los derechazos de pie y de rodillas. Menos me gustan algunos «tics» modernos: mirar al tendido y alargar la faena con manoletinas. Mata fácil y bien: el público, volcado, exige las orejas y el rabo, que se conceden. Para calificarla, habrá que esperar. De momento, ha tenido un debut muy afortunado: la sacan a hombros sus compañeros de la Escuela Taurina de Madrid. Ha sido el final feliz de una tarde muy oportuna, por su finalidad; muy grata y benévola, por su resultado.

POSTDATA. En el discurso que pronunció en Sevilla, en el acto de la entrega de las Medallas de Bellas Artes (en el que vetó a todos los taurinos, incluidos los premiados en años anteriores), el ministro Urtasun citó con admiración al gran periodista Chaves Nogales. Supongo que no mencionó que el libro que más popularidad le ha dado tiene tema taurino: es la preciosa biografía de Juan Belmonte, matador de toros. Ya le pasó eso a Urtasun cuando habló de Miguel Hernández, olvidando su relación personal y literaria con los toros. Si es ignorancia, mal; si es sectarismo, peor. Le quedan muchos más ejemplos para volver a hacerlo.