El dragón de la Moncloa
Se comenta por la zona de la Moncloa y la carretera de La Coruña, que, de unas semanas atrás, se oyen los gritos de una mujer y los gruñidos de un dragón. Nadie sabe cómo lo ha conseguido, porque en ninguna parte del mundo existen tiendas de dragones
San Jorge y Sigfrido lucharon contra el dragón gigante. Parece ser que San Jorge pudo esquivar las fogaradas que el dragón le arrojaba desde su enorme boca, en tanto que Sigfrido, que se metió en un lío de mujeres, con su esposa Krimilda y su cuñada, no logró rescatar a su cuñada y el dragón le hizo picadillo. Hay que ser muy fuerte, ligero, ágil, y certero con el arco para abatir a una dragón guardián de una mujer, sea doncella o no lo sea, detalle propio de cotillas y no de guerreros salvadores. He tenido en mis manos muchos tebeos con la princesa prisionera llorando en la torre, el dragón simulando estar dormido y el guerrero dispuesto a todo para rescatar a su amor imposible.
Se comenta por la zona de la Moncloa y la carretera de La Coruña, que, de unas semanas atrás, se oyen los gritos de una mujer y los gruñidos de un dragón. Nadie sabe cómo lo ha conseguido, porque en ninguna parte del mundo existen tiendas de dragones. De lo que no cabe duda es que en la Moncloa hay un dragón con mucho fuego en la boca adiestrado para impedir la huida de Begoña Gómez. La mujer de Sánchez, no contenta con todas las mañas económicas que ha llevado a cabo, ha salido de nuevo en los papeles señalada por ejercer su influencia en negocios de cuatro grandes sociedades, y su marido, en previsión, ha decidido encerrarla en los altos del palacio que ella cree suyo, y no lo es. No se trata de una celda cimera del siglo IV, sino de un cómodo apartamento con toda suerte de comodidades. Durante el día, la puerta del desván habilitado para mantener a Begoña a buen recaudo, está vigilada por los servicios de seguridad de la Moncloa, mientras el dragón duerme. Cuando oscurece –con el cambio de hora el dragón descansa más a su gusto–, despiertan al dragón y éste da vueltas y vueltas por el recinto sin perder de vista la ventanuca del desván. Se sabe que todas las operaciones, másteres falsos, comisiones, cátedras de broma y demás frescuras económicas de Gómez, las ha podido culminar con el apoyo y el conocimiento de Sánchez. Pero ahí está la injusticia. Sánchez, el marido, es el presidente del Gobierno, por muy mamarracho que sea el Gobierno, mientras Gómez es tan sólo la mujer de, y la mujer de, carece de aforamiento y otras formas de privilegio. Y Sánchez, no considera oportuno liberarla hasta que se celebre, más o menos, el juicio, no sea que surjan –que surgirán–, nuevos salamis a la palestra, porque los chorizos se quedan pequeños en la metáfora de sus negocios, iniciados con Air Europa desde la Fundación de África del Instituto de Empresa.
¿Quén será el San Jorge o el Sigfrido que se atreva a enfrentarse al dragón de la Moncloa para rescatar a la peculiar damisela? Dícese que las relaciones entre el aforado y su prisionera no pasa por los mejores momentos. Que él no está dispuesto a mover ni un dedo, y que ella, antes de que le quitaran el «guasap» pidió ayuda a su familia. No quedan hombres en España para semejante intento. Lo malo es que un dragón sin cometido se avinagra aún más y puede reaccionar de la peor manera. El viernes pasado, el jardinero número 7 en el escalafón, Mohamed Iben Barek, mientras regaba un macizo de petunias recién plantadas, recibió la visita del dragón, y de una bocanada calcinó todo el macizo. Y que el sábado fue avistada una patera rumbo a Marruecos con un solo tripulante que resultó ser el jardinero agredido por el dragón.
La familia Gómez ha abierto un concurso para elegir al gran caballero que libere a Begoña de su prisión monclovita. Hasta la fecha, el único que se ha apuntado a la lista es el Pequeño Nicolás, y claro, la familia duda.
Lo que nadie duda es que Begoña ha desaparecido. Con dragón o sin dragón, no se mueve de la Moncloa.
Y por algo será.