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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El kit, kit, kit

Un kit, como ahora se dice en español castizo, me parece poco, y he adquirido tres juegos, para resistir al menos, doscientas horas en el refugio atómico. No tenemos refugio atómico por aquí, lo cual me ha ahogado de angustia e inseguridad

Actualizada 01:30

Como no podía ser de otra manera, esta mañana me he desplazado a Cabezón de la Sal con la finalidad de adquirir todos los elementos que recomienda la Unión Europea para resistir las primeras 72 horas de la guerra con los rusos. Un kit, como ahora se dice en español castizo, me parece poco, y he adquirido tres juegos, para resistir al menos, doscientas horas en el refugio atómico. No tenemos refugio atómico por aquí, lo cual me ha ahogado de angustia e inseguridad. Además de tres maletas livianas de peso y manejables en estaciones de tren como la de Torrelavega, que es la más parecida a la de Moscú en la película Doctor Zhivago, he comprado todo lo que UE recomienda, y más, porque con el kit no resisto ni dos horas. Lo primero, la medicación. Lorazepan para dormir, y otras pastillas fundamentales para sobrevivir hasta que lleguen los rusos. Tensión, dolores musculares, dolor de muelas, y píldoras previsoras para combatir los patasuses cardíacos. Una linterna con pilas. Juego de pilas de repuesto. Cerillas y mechero Zippo, el más recomendado. Cartera para el dinero y documentación plastificada. Termómetro y navaja multiusos suiza. Botiquín imprescindible, con esparadrapos, vendas y tijeras. Garrafa de agua. Tres latas de refrescos, y latas de conserva. He elegido de bonito en aceite, anchoas de Santoña, sardinas en aceite y tabletas de chocolate. Radio de pilas y un cargador. Y una baraja de cartas para hacer solitarios, con el inconveniente de no haber hecho solitarios en mi vida.

A primera vista, lo recomendado por la UE me ha parecido poco, una chapuza. Como la situación es de vida o muerte, me he excedido en el gasto, y he comprado para los tres kit, kit, kit, medio kilo de jamoncito del bueno, ya cortado en lanchas y en taquitos. Un lomo, diez latas de fabada, y seis de 'Chatka' el cangrejo ruso, por si el detalle humaniza a los invasores. Volvía a casa con el coche a reventar cuando he pasado por una juguetería. Los hombres somos como niños, y nos divierten los juguetes. Para entretenerme mientras llegan las tropas rusas, un tren eléctrico Talgo con sus vías, señales, puentes y estación. Y un juego espectacular. «Los hipopótamos glotones». Trata de cuatro hipopótamos que devoran unas bolas de plástico que se elevan en el centro por corrientes de aire. Gana el hipopótamo que guarda más bolas en la tripa. Y si se da el caso de que los rusos no descubran mi escondite y pasen de largo, tres balones de fútbol de reglamento, porque en esta vida el reglamento es fundamental.

Los móviles están prohibidos. Pero la Junta de Defensa Europea me ha permitido llevar el mío, un Nokia con tapadera que ha cumplido los 18 años de edad, siempre a mi lado, a mis orejas. De lectura me los llevo de risa, de humor, como Las Mil Peores Poesías de la Lengua Castellana, de Jorge Llopis.

¿Qué es huevo frito?
Dices mientras clavas tus pupilas en el pálido trasluz.
¿Qué es huevo frito?
¡Huevo frito eres tú!

Y si un ruso me lo quita, allá él. Se volverá loco.

Por lo demás, preparado. Guardo como oro en paño mi gorrillo cuartelero de cabo 1º de Camposoto, mi chapiri de legionario de honor y otras doscientas prendas de cabeza de nuestras Fuerzas Armadas, muchas de ellas recibidas por la generosidad de grandes militares. No esconderé ninguno. No hay ruso que me supere en este aspecto.

Y a esperar el ataque definitivo. La tontísima Europa contra Putin y Trump peinándose el flequillo.

Que vengan, que me los como. Kit, kit, kit.

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