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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Marisu vuelve a derrapar

Su crítica a las universidades privadas es demagogia de la más chusca, solo explicable porque vivimos de hecho bajo un régimen socialista

Actualizada 12:28

María Jesús Montero, sevillana trianera de 59 años, médico que nunca ejerció, es nuestra peculiar ministra de Hacienda, la vicepresidenta primera y la número dos del PSOE. Aunque su mando en plaza es solo nominal, pues el falso feminista Sánchez gobierna siempre en plan pandi de chicos y su auténtico vicepresidente es Bolaños, como antes lo fuera el turbio Ábalos.

Los cotorreos socialistas más amenos y malévolos cuentan que cuando el divo hizo aquella patochada de retirarse a meditar cinco días, agraviado por las revelaciones sobre las andanzas de su mujer, Marisu se lo creyó y medio empezó a postularse como sucesora, al tiempo que fingía una exaltada adhesión al líder meditabundo. Sánchez, entre cuyas características no figura precisamente la capacidad de perdón, anotó y se la devolvió con un regalo envenenado: obligarla a presentarse como candidata en Andalucía. Un marronazo épico, toda vez que a día de hoy el sonriente Bonilla semeja un adversario casi imbatible.

En un país normal, una vicepresidenta y ministra de Hacienda no puede ser al tiempo candidata en una región, pues tales cargos exigen una dedicación inmensa y exclusiva. Pero Sanchistán hace tiempo que ha dejado de ser un país normal. Así que Marisu, al igual que la valenciana Morant, dedica parte de su tiempo a bolos electorales mientras le pagamos para que ejerza de ministra (faceta en la que su legado será tétrico, pues el día en que se marche y se chequeen las cuentas, el pufo oculto que dejó Zapatero va a parecer un chascarrillo al lado de lo de esta nerviosa señora, carente de capacitación para su cargo).

Como candidata en Andalucía, Marisu se dedica a abusar electoralmente de su condición de ministra, presentándose con toda la jeta para hacerse campaña en actos gubernamentales que nada tienen que ver con su departamento. Lo mismo se planta en primera fila en una entrega viviendas sociales sufragada casi al completo por la Junta que acude a un bolo de la Francolimpiada.

Además, va dando mítines polvorilla aquí y allá. Agitando los rulos arriba y abajo, con una gesticulación que no se había vuelto a ver desde que aquel bailarín contorsionista de Boney M se fue al otro barrio, Marisu suelta enfática todos los topicazos del catecismo igualitario del socialismo vintage. La cosa es sencilla. Ya saben: hay ricos y pobres y los cabrones de los ricos se dedican a hacerle la vida imposible a los pobres, que por fortuna tienen al PSOE y al padrecito Sánchez para protegerlos de los empresarios sacamantecas y de la fachosa y temible ultraderecha.

Dentro de esta elaborada línea de pensamiento, este domingo en Málaga a Marisu le ha dado por poner a parir a la universidad privada, donde según su teoría los niños ricos «se compran los títulos». Las universidades privadas son a su juicio «la principal amenaza de la clase trabajadora».

Marisu se fuma la aportación al saber de una nación y a su buen futuro que suponen las grandes universidades privadas (no sabemos si le suenan Harvard, Columbia, Yale…), punta de lanza de conocimiento e innovación. La vicepresidenta insulta además a los alumnos al dar a entender que les regalan sus títulos, despreciando así el esfuerzo de los estudiantes que se forman en unos centros que pueden resultar más exigentes que los públicos. Por supuesto, se percibe la repulsión congénita del PSOE hacia la libertad, pues lo correcto es que todos estemos uniformados acorde a un patrón gris y rencoroso de igualación a la baja. Por último, ofrece una imagen sesgada y caricaturesca del perfil de quienes acuden a esos centros, al tratar de «ricos» a los vástagos de muchísimas familias de clase media que prefieren ahorrar para que sus hijos tengan la que libremente consideran la mejor educación que les pueden ofrecer.

Este tipo de rebuznos jactanciosos de demagogia barata tienen toda la lógica desde el punto de vista de la vicepresidenta, pues son acordes a lo que nos ha montado el PSOE: un país de envidia a flor de piel, de apuesta por la mediocridad igualitaria, de condena del esfuerzo y de aversión a los que currando muy duro, o porque han tenido la suerte de que lo hicieron sus padres, han logrado prosperar en la vida, o trabajan para intentarlo. La mejor fórmula para que los pobres sigan siendo siempre pobres se llama PSOE, porque solo les propone subvención, victimismo y estancamiento. Y el mejor camino hacia una tiranía más o menos edulcorada es también el PSOE, con su ataque a saco a la justicia, que pasaría a quedar en manos de un etéreo sentir popular establecido de modo arbitrario por el gobernante (lo que está diciendo ya nuestra gran Marisu abiertamente cuando niega la presunción de inocencia).

Marisu se dará una toña en las autonómicas. Los andaluces no tienen pinta de querer retornar al glorioso sistema de la chorizada de los ERE, el suplicio fiscal máximo, el coñazo woke y la condena de la ilusión por prosperar. Se les ve vacunados de socialismo para una temporada.

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