Mugre
Creo que Almodóvar asistió a la inauguración, pero después de ver las imágenes que regala El Debate, mucho me temo que no figure entre los clientes asiduos a Garibaldi
Ana Mellado está a salvo, y eso es lo más importante. Ha sobrevivido después de visitar la taberna Garibaldi de Pablo Iglesias. Vacía, sin clientes, y con más mugre que un vertedero de sobrantes de pollos. Quizá una inspección de Sanidad resulte conveniente. Apenas un año después de la inauguración, que reunió a los más tontos de la ultraizquierda capitalina y visitante, la taberna ha huido de sí misma y no va ni el Tato. Su decoración, la verdad, deja mucho que desear, pero hay mucho ingenio literario en su menú. «Hamburguesa no burguesa», que demuestra el talento irónico del tabernero de Galapagar. Cada vez que recuerdo a la «hamburguesa no burguesa» me troncho de risa, porque sintetiza en tres palabras el sentido del humor de esa tropa.
Ana Mellado, que es una joven y brillante periodista, ha demostrado estar preparada para ser corresponsal de guerra en primera línea de fuego. Si ha conseguido superar sin mascarilla su estancia en Garibaldi, nada hay en el mundo que le haga temer. Porque su reportaje es equilibrado. Elogia la amabilidad del servicio, del cocinero y los camareros, que no tienen la culpa de estado caótico del local. Y nos ofrece señales del porqué se ha desbordado la acidez de Irene Montero, que se reúne con el tabernero de La Navata, una vez cada semana para comer. Por ahí van los tiros. Lo tiene todo y cada día que pasa está más enfadada con la vida de los demás. Creo que Almodóvar asistió a la inauguración, pero después de ver las imágenes que regala El Debate, mucho me temo que no figure entre los clientes asiduos. Ni Lillith Verstrynge, que a pesar de triunfar en la política ha decidido orientar su vida a otros menesteres. Lillith es una mujer de aspecto limpio y aseado, con una personalidad penetrante y viva, y no me la figuro tomando la hamburguesa no burguesa - ¡Qué talento, San Cugat!-, en una mesa esquinera con esas manchas de no se sabe qué incrustadas en las paredes. Existen muchas empresas de limpieza de restaurantes, bares, cafeterías y otras utilidades que, mediante un contrato, se afanan en limpiar todas las mañanas los locales de sus clientes. Eso sí, no lo hacen gratis.
Lo más sorprendente es que, a pesar de haber demostrado su inutilidad como empresario de hostelería, tiene Iglesias la intención de inaugurar en México D.F. otra taberna Garibaldi, apoyado por su íntima amiga, la azteca de diez generaciones Claudia Sheinbaum, que mantiene el orgullo de su raza como si fuera alemana o judía. Ese interés por estrenar una Garibaldi en México es la demostración de lo bien que invierte su tiempo la presidente azteca, tan encantadora con España.
Se elogia en el artículo la calidad de los postres. No obstante, por muy sabroso, suave y dulce que sea el brazo de gitano, para saborearlo bien hay que clavar fijamente la mirada en el brazo de gitano, y renunciar a las paredes mugrientas y la decoración del local. Como decía Lord Hostes-Lown, «en mi casa se come muy mal. Pero todo está muy limpio» . Sentencia también ingeniosa. Para orientar a los lectores, Lord Hostes-Lown era el padre de Margaret Strafford-Parva, que se casó con el gran jugador de Bridge Percival Spurs. Ahora entenderán la importancia que encierra la observación de nuestro difunto Lord.
Un restaurante, una taberna, antes que la calidad gastronómica tiene que cuidar de la limpieza del local. Le deseamos al tabernero muchos éxitos en el restaurante que va a compartir en México con la presidente azteca. Para ocuparse de un negocio de esa envergadura lo recomendable es que esté al pie del cañón y no se mueva de México. Y a los empleados de Garibaldi, que no terminen como sus compañeros del restaurante de los Bardem.
Hay que limpiar un poquito el antro.