A finales de noviembre de 2024 y tras la inmensa tragedia ocurrida en Valencia, me publicaban un artículo en el que afirmaba que parte de lo que estaba ocurriendo era una muestra más de la perversión en el ejercicio del poder que caracteriza al Gobierno de Pedro Sánchez. Expresaba que la DANA había invocado a la nada, la nada sin corazón, la nada sin alma, la nada sin sensibilidad, la nada sin principios ni valores y la nada que se resumía en la terrible frase del autócrata: «Si necesitan más recursos que los pidan».
Pueden parecer duras esas expresiones en momentos difíciles, pero hoy estoy convencido de que me quede corto, muy corto. Es de tal magnitud la infamia orquestada por el Gobierno y sus acólitos, manoseando el sufrimiento, que se hace difícil describirla. Como ha dicho mi compañero Cesar Sánchez en el Congreso «ha quedado probado que el Gobierno fue negligente e irresponsable, ocultó información y puso en marcha una operación de cálculo político para conseguir lo que no consiguió en las urnas».
Friedrich Hayek advirtió que los gobiernos tienden a utilizar las crisis como pretexto para protegerse del examen público. En Valencia, el Gobierno de Sánchez ha optado por crear un relato oportunista en lugar de gestionar la emergencia y las necesidades de la ciudadanía. En Valencia, el Gobierno de retales ha preferido anclarse en una estrategia meditada para desviar la atención sobre la corrupción que lo asola, encubrir sus pactos infames y todo, absolutamente todo, dirigido a sostener el trono del contorsionista de pasarela (galán de tranvía diría Cayetana Álvarez de Toledo).
Así, insulta a la razón el desfile encadenado en sede parlamentaria de intervenciones aferradas al mantra falso y repetitivo redactado por el ejército asesor de la Moncloa para politizar la catástrofe y descargar la responsabilidad de lo ocurrido exclusivamente en el presidente de la Generalitat, eludiendo que la mayoría de las competencias y recursos dependen del Estado. Un mantra, que bien lubricado, establece una conexión perfecta con los medios afines y programa ad aeternum aquel «¿Quién sabe dónde?» de Paco Lobatón en la búsqueda de Mazón dentro de un restaurante valenciano el fatídico 29 de octubre, mientras deja en el olvido a todas las criaturas sanchistas perdidas en la hoguera de sus vanidades el mismo día. Es decir, en el pesebre del poder no caben conjeturas, interrogantes ni reproches para cuestionar que en esas horas aciagas Sánchez paseara su divinidad por la India, la ministra Ribera desfilase en París, el secretario de Estado de Medio Ambiente se marchase a Colombia o que la directora de Protección Civil y Emergencias tomara rumbo a Brasil cuando ya la situación era de alerta roja.
Ante esta realidad hiriente que deja al desnudo la política de la nada, sustentada por unas vísceras ideológicas desubicadas y otras económicas que día tras día destapa la UCO, es complicado ejercer el control a un Gobierno que no responde, que congela sistemáticamente las iniciativas de la oposición, que no respeta las decisiones de la cámara, que incumple obligaciones constitucionales y que ordena cercenar la libertad de expresión en el templo de la palabra. Un Gobierno que tenía el deber y la obligación moral de poner toda la Administración del Estado al servicio de los valencianos y no lo hizo.
Esa política, que no duraría dos telediarios en cualquier otro país europeo (solo tenemos que echar la vista al vecino Portugal), es la que prefirió asaltar el consejo de la televisión que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos al suspender el pleno del Congreso cuando ya la riada se había llevado por delante a más de cincuenta personas. Hoy, los miembros de ese consejo pagan con creces su estado de bienestar utilizando al presidente valenciano como diana permanente de la televisión pública, en un alarde obsceno de sectarismo.
Cantaba el gran Nino Bravo aquello de «mi tierra tiene su voz que ruge si se la encierra». La estrategia acosadora, insultante y escapista del sanchismo con esa tierra se extiende con las mismas claves abyectas hacia Madrid y Andalucía, pero esto lo dejaremos para otra crónica. De momento, aún resuenan en la tribuna del Congreso las palabras de mi compañera valenciana Macarena Montesinos: «Pueden mentir o retorcer la verdad, pero siempre quedará la imagen de un presidente cobarde huyendo del pueblo que lo ha perdido todo… en Valencia no falló el Estado, falló Sánchez».
Tarde o temprano la verdad prevalecerá y entonces rugirá Valencia.
Bartolomé Madrid Olmo es Diputado nacional y alcalde de Añora.