Córdoba, el cine, Sorrentino y Joaquín Sabina
«Obra de un local o no, a esta Córdoba, ya tan conocida, en mi opinión lo que le falta es precisamente una gran película»
La chica que me acompañaba tiró el cubo de palomitas de maíz al suelo, le dio un ataque de risa al ver mi cara de circunstancias y salió corriendo a comprar más. Yo me quedé en el banco de aquel pasillo del cine El Tablero aguantando el chaparrón de la gente que pasaba y contemplaba la escena. Me refiero, claro, a sus expresiones faciales, pero también a sus comentarios. Por ejemplo, una señora susurró a su marido: «Este ha tirado más palomitas de las que se ha comido».
Llegados a este punto, tengo que señalar tres cosas: La primera, la amabilidad del personal del cine ante el incidente. La segunda, que muchos años antes yo consumé idéntico despropósito en el desaparecido Isabel la Católica, con el agravante de que lo hice mientras pagaba, volcando las palomitas sobre las neveras que había tras el mostrador y apostillando «esto no me había pasado nunca»; mi prima Luna da fe de ello. La tercera, que llevo cuatro películas sin que nadie tire nada.
Volviendo a aquella velada en el cine El Tablero (espacio que hace unas semanas cumplió veinte años), con las palomitas ya repuestas accedimos a la sala a ver 'Parténope', de Paolo Sorrentino. Un servidor, alguien que usted, querido lector habitual, ya reconoce como apasionado por Italia, salió encantado. Aunque, al igual otras cintas del napolitano, carece de una trama clara. Y quizá haya en ella demasiados planos tan hermosos e impostados que recuerdan a un anuncio de perfume. Como me dice una amiga italiana, «este hombre a veces cansa de tanto mostrarnos lo bueno que es».
El mismo Sorrentino afirmaba que Parténope es un retorno a su ciudad natal. Un regreso que ya comenzó con la anterior producción, 'La mano de Dios', que pude ver descansando en ese alojamiento maravilloso que es La Ermita Suites. Pero este film, de tintes autobiográficos, no me dijo nada especial, salvo que me identifiqué con el protagonista: un adolescente perdido en muchos aspectos y que siente que la vida es algo que le ocurre a los demás. Lo que era yo tres décadas atrás.
Y es que ninguna de esas dos películas muestra Nápoles de manera tan hermosa como 'La gran belleza', del propio Sorrentino, retrata Roma. Quizá tenga que ver con el hecho de ser o no ser autóctono. Cuando le plantearon la circunstancia de que los dos directores que mejor han plasmado la Ciudad Eterna, Fellini y él, no eran romanos, destacó precisamente ese detalle como causa: los foráneos pueden diferenciar esencias que los locales no aprecian.
Algo parecido he escuchado varias veces a Joaquín Sabina, que en una entrevista afirmó que los madrileños de adopción habían exprimido la capital de España más que los nativos porque estos últimos no habían «soñado Madrid». Una reflexión similar hizo en el documental 'Sintiéndolo mucho', donde señalaba que el venir de fuera daba un lirismo especial a su visión de la ciudad.
Obra de un local o no, a esta Córdoba, ya tan conocida, en mi opinión lo que le falta es precisamente una gran película. Sea (siguiendo el ejemplo trasalpino) una 'Vacaciones en Roma' que referencie sus espacios o una 'Gran Belleza' que escudriñe su alma. O, por qué no, pongámonos prosaicos: una 'Tre metri sopra il cielo' para adolescentes, los consumidores (turistas) futuros.
Lo de hacer famoso algún rincón no sería nuevo, pues ya ocurrió hace casi setenta años con el Cristo de los Faroles, icono por ello renombrado para los visitantes que lucen canas pero desconocido para los jóvenes. Otras muchas cintas, como 'Carmen', se han ambientado al menos en parte en espacios de nuestra ciudad; algunas de ellas, incluso en sus museos.
Sin embargo, comentaba con mi amigo Antonio Moreno Bello, uno de los mayores entendidos en cine de Córdoba, que no solamente deberíamos considerar el núcleo urbano de la capital. Nos referimos a que también ha habido una importante presencia en el celuloide de los alrededores (por ejemplo, la Universidad Laboral en 'Hola, muchacho' o las Ermitas en 'La casa de las palomas') y, sobre todo, de la provincia (incluida la propia 'Carmen').
Referente estelar en cuanto a largometrajes de este siglo fue la utilización del Palacio de Portocarrero de Palma del Río en 'El reino de los cielos'. Sin dejar atrás el clásico e imprescindible castillo de Almodóvar, que, además, se ha visto en 'Juego de Tronos' (serie de la que tampoco podemos olvidar la famosa panorámica del Puente Romano).
Pero, avanzando en la reflexión, lo ideal sería no centrarnos en la cuestión meramente comercial. En esta Córdoba donde vamos de lo casposo al arte ultramoderno (incomprensible y que no llega a nadie), se echa en falta, ahora sí me posiciono, una 'Gran belleza' mejor que una 'Vacaciones en Roma', que, como una cinta de Sorrentino o una canción de Sabina, no solo aporte estética sino también sensibilidad. Una sensibilidad de la que por estos barrios apenas tuvimos un destello (cegador pero breve) gracias al Grupo Cántico.
Quizá pretendiendo ese objetivo, nos salvaría, como Paolo y Joaquín reflexionaban, una película de un director que no sea cordobés, para que tenga perspectiva y no caiga en lo común. O puede que sí deba ser de aquí, quién sabe, como ocurre como quien esto escribe.
En todo caso, alguien que pueda contar la ciudad. Y que el film no solo plasme las fechas históricas, los grandes nombres y obras artísticas o monumentales, sino la Córdoba vivida. Los lugares en los que hemos besado, bailado, estudiado, amado, crecido, jugado, trabajado, soñado, hecho amigos y tirado las palomitas en el cine. Una cinta que sea una historia sobre Córdoba que, como estos PaTEOs, cuente la película de nuestras vidas.