La Iglesia que camina en Córdoba ha celebrado con profundo gozo la llegada de su nuevo obispo, monseñor Jesús Fernández González, nombrado por el Papa Francisco al mediodía del jueves 27 de marzo. La noticia, acogida con alegría por la comunidad diocesana, marca el inicio de una nueva etapa pastoral presidida por el signo de la continuidad, la comunión y el servicio.
El relevo episcopal llega acompañado de un sentimiento de gratitud sincera hacia quien, durante quince años, ha sido pastor solícito y firme de esta diócesis. Monseñor Demetrio Fernández culmina su ministerio como obispo titular con el reconocimiento de una labor intensa y fecunda, en la que ha sostenido con claridad doctrinal y celo apostólico la identidad católica de Córdoba. Su entrega ha dejado huella en la vida sacramental, la acción pastoral, la revitalización de los seminarios y la defensa del patrimonio espiritual de una Iglesia con raíces milenarias. La Santa Sede le ha confiado ahora la administración apostólica durante el periodo de sede vacante, y la diócesis le despide con gratitud, respeto y afecto.
Con igual esperanza se abre paso la figura del nuevo obispo. Don Jesús Fernández, hasta ahora obispo de Astorga y con amplia experiencia en distintas responsabilidades pastorales, llega con una mirada serena y una palabra cercana, «centrada en los pobres, los excluidos y los que sufren». Su sensibilidad hacia la dimensión social del Evangelio, su implicación con Cáritas y su compromiso con la pastoral de migraciones auguran un episcopado atento a los signos de los tiempos y firme en la caridad evangélica. No menos relevante es su formación intelectual y su paso por diócesis con fuerte arraigo espiritual y tradición apostólica, como León o Santiago de Compostela.
El tono de su primer mensaje a la diócesis de Córdoba, cargado de humildad, comunión y esperanza, refleja un espíritu dispuesto a caminar junto al Pueblo de Dios desde la sinodalidad, sin estridencias, pero con decisión. Su reconocimiento al trabajo de presbíteros, religiosos, laicos, cofradías, movimientos y realidades eclesiales muestra ya una actitud de acogida que alienta a la colaboración corresponsable.
Pero hay, además, una dimensión histórica y espiritual que este nombramiento convoca de forma singular: don Jesús se convierte desde este momento en el nuevo ocupante de la sede que un día presidió Osio de Córdoba, una de las figuras más destacadas de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo. En este 1700 aniversario del Concilio de Nicea, que Osio presidió en nombre del Papa, la elección de un nuevo obispo para Córdoba adquiere un valor simbólico aún mayor. No se trata solo de la continuidad de una línea sucesoria: es la actualización viva de una misión apostólica que hunde sus raíces en los orígenes mismos de la Iglesia.
La diócesis de Córdoba, heredera de una historia que remonta sus raíces hasta tiempos apostólicos, recibe al nuevo sucesor de los apóstoles con el corazón abierto y la certeza de que la gracia nunca abandona a su Iglesia. Bajo el amparo de la Virgen de la Fuensanta, de San Rafael, de los mártires cordobeses y de San Juan de Ávila, comienza una nueva etapa en la que, como tantas veces en la historia de esta sede, resonará de nuevo el Evangelio con voz clara y viva.
Córdoba da gracias por el ministerio que concluye y se dispone a caminar con el pastor que comienza. Bienvenido, don Jesús. Que el Señor le bendiga en su servicio y le conceda sabiduría, fortaleza y alegría en la misión que ahora se le confía.