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en primera líneaJuan Van-Halen

Ayuso, el Dos de Mayo y el Ejército

Que la ministra Robles, sumisa a Sánchez, impida la tradicional parada militar en Sol supone un agravio a los madrileños y una utilización política del Ejercito, sencillamente porque le apetece a Sánchez, egocéntrico patológico y acomplejado

Actualizada 01:30

El desencuentro de Sánchez con Ayuso es ya una obsesión. Y como, hoy por hoy, es el que manda, o eso cree, aprovecha la ventaja que, a menudo, le lleva al ridículo. En los últimos episodios de esta especie de combate de boxeo ha utilizado al Ejército como cuadrilátero. Expulsar de la fiesta del Dos de Mayo la parada militar ha sido un nuevo error estratégico. Es una celebración significada y afecta al pueblo de Madrid y al Ejército.

Ayu

Lu Tolstova

La gesta del Dos de Mayo fue protagonizada por el pueblo y contados militares que, desobedeciendo órdenes, encabezaron a grupos de paisanos y lucharon contra los franceses. Me satisface que un antepasado mío, entones joven marino, el Juan Van Halen de la época, luchara en el Parque de Monteleón donde resultó herido. Con él fueron cuatro los oficiales de la Armada que intervinieron con relevancia en aquella hazaña: Heceta, Esquivel y el auditor general del Almirantazgo Pérez Villamil, redactor del Bando de Móstoles. Fueron héroes los capitanes artilleros Daoiz y Velarde, que dieron su vida, y el teniente de Infantería Ruiz, que murió mucho más tarde de resultas de las heridas mal curadas que recibió.

Que la ministra Robles, sumisa a Sánchez, impida la tradicional parada militar en Sol supone un agravio a los madrileños y una utilización política del Ejercito, sencillamente porque le apetece a Sánchez, egocéntrico patológico y acomplejado. Le pasará factura. La explicación de Robles es jocosa: no le gusta que la tropa desfile a ritmo de pasodoble. La ministra ignora que el pasodoble, ya desde su origen, es una marcha rápida de Infantería que regula y agiliza el paso de la tropa. Robles podía haberse informado antes de meter la pata. Su conocimiento militar e histórico es nulo.

En paralelo, el veto de Robles –léase Sánchez– a que Ayuso figurase junto al mando militar en el acto de Jura de Bandera en Alcobendas. Juré bandera hace unos años, además de cuando en la prehistoria me correspondió, y la autoridad civil de más rango figuraba en la presidencia junto a la autoridad militar. Así ha ocurrido normalmente.

El artículo 152.4 de la Constitución, que lesiona Sánchez del bracete de sus socios, señala que los presidentes de comunidades autónomas son «la suprema representación de la respectiva Comunidad y la ordinaria del Estado en aquélla». Son los representantes del Estado y, por ello, tienen preferencia sobre los ministros y los vicepresidentes del Gobierno. He asistido a actos que lo confirman. Robles debería saberlo, pero tampoco. No sé si habrá un protocolo especial en determinados actos militares, pero dudo que vadeando la Constitución. La Jura de Bandera no se celebraba en una instalación militar sino en la Plaza Mayor.

Ha habido muchas celebraciones militares similares a la de Alcobendas copresididas por titulares de comunidades: Armengol, Rueda, Barbón, Capellán, Page o Moreno. Vetaron a Ayuso por ser ella. Defensa amenazó a la alcaldesa con suspender el acto si no convencía a Ayuso de que no asistiese. Cuando Ayuso anunció que acudiría, rebajaron el veto: podría figurar entre los invitados. Ella había jurado bandera en Alcobendas en 2017 siendo viceconsejera de Presidencia y Justicia. Al final ni Ayuso ni la alcaldesa estuvieron en la presidencia que asumió en solitario el general de brigada Antonio Bernal, afectuoso con la invitada civil de mayor rango a la que agradeció su presencia.

Las muestras de cariño –aplausos y gritos «¡presidenta, presidenta!», «¡viva Ayuso!»– salpimentaron la celebración, unidos a los ya clásicos de «Pedro Sánchez, dimisión». Trataban de ahogar los gritos y silbidos de una treintena de personas con sus «¡Ayuso, fuera!». En carteles se referían, como no, a los fallecidos en las residencias, pese a las más de sesenta sentencias judiciales favorables a la gestión de la Comunidad y tras conocerse instrucciones sobre actuación en residencias del entonces ministro Illa y viejas declaraciones del vicepresidente Iglesias que asumió aquella responsabilidad y pronto la abandonó.

Según los presentes, con reflejo en la prensa, los vociferantes contra Ayuso eran familiares de concejales socialistas, el número tres de Más Madrid en las elecciones de 2023 y el líder de Podemos en Alcobendas. Todo quedaba en casa. El público mandaba callar porque el griterío continuaba durante el solemne acto del homenaje a los caídos por España. No era lo suyo.

Un digital casero titulaba: «Ayuso abucheada durante la Jura de Bandera para civiles en Alcobendas». Lo reseñable. Ayuso declaró a la prensa que «lo importante era estar con los vecinos». Se mostró preocupada de que no se tuviese en cuenta que «el Ejército no es de un presidente sino de los españoles».

Tras lo decidido por Sánchez, asumido sin rechistar por Robles, se esconde, y mal, no sólo una rabieta infantil de las suyas sino su consideración al Ejército. El 4 de octubre de 2014 en El Mundo, preguntado por los ministerios que suprimiría, contestó: «Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género... Y sobra el Ministerio de Defensa». Ahora debe considerar suyo el Ejército, como el Poder Judicial y el Parlamento. De usar a su conveniencia y al que puede imponer sus caprichos. Su actitud es de autócrata en una democracia. ¿Por qué no pregunta a los españoles? Eso no, porque preguntar a los españoles no le mola. Siempre pierde, aunque consiga, trampeando, gobiernos que no pueden gobernar.

Las decisiones de Sánchez tratando de perjudicar a Ayuso en el Dos de Mayo y en la Jura de Bandera de Alcobendas chocan con el pueblo y con el Ejército. Pero él se gusta cuando pasa ante un espejo.

Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando

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