Por qué envidian a Isabel Díaz Ayuso y odian a Carlos Mazón
Isabel Díaz Ayuso es víctima de la frustración, la ansiedad, el resentimiento y la hostilidad de una izquierda fracasada que no soporta la victoria continuada de la presidenta de la Comunidad de Madrid
Diariamente, obstinadamente y obsesivamente la izquierda, con la inapreciable colaboración de ese retén que es el Equipo de Opinión Sincronizada, acomete sin tregua ni piedad contra Isabel Díaz Ayuso y Carlos Mazón. A la primera, se la envidia. Al segundo, se le odia. Una envidia y un odio enfermizos.

Isabel Díaz Ayuso es víctima de la frustración, la ansiedad, el resentimiento y la hostilidad de una izquierda fracasada que no soporta la victoria continuada de la presidenta de la Comunidad de Madrid. La de la izquierda es una envidia maligna que se transforma en una alegría maliciosa cuando la envidiada comete errores o sufre algún contratiempo generalmente inducidos por una izquierda tramposa.
La envidia de la izquierda no es sino la manifestación de la llamada frustración por impedimento. Esa frustración que surge cuando un obstáculo impide alcanzar el deseo. De la teoría a la práctica, el impedimento, en el caso que nos ocupa, es una Isabel Díaz Ayuso que, reiteradamente, arrebata el deseo de poder a un PSOE que, también reiteradamente, fracasa en el empeño de conquistar la presidencia de la Comunidad de Madrid. Un fracaso que genera insatisfacción. Una insatisfacción que acaba traduciéndose en envidia y, a veces, según sea la intensidad y duración del fracaso, en odio.
El socialismo, que únicamente es capaz de autoafirmarse por medio de la negación y/o aniquilación política del otro, está condenado a una envidia/odio destructiva y autodestructiva sin solución de continuidad. De ahí, que el PSOE se disipe de elección en elección y sea incapaz de alcanzar en la Comunidad de Madrid —sea como sea y sin ningún tipo de escrúpulos— lo que más desea, el poder. Y a menos poder, más envidia.
Un bucle del cual el socialismo difícilmente saldrá si tenemos en cuenta que la guerra civil molecular que ha implementado en Madrid le condena a una huida permanente de la realidad. Una huida que le lleva a un universo paralelo en donde predominan las malas artes y la facundia. Una izquierda que cuenta con la colaboración de una inestimable brigada mediática a su servicio, encargada de propagar la envidia disfrazada de justicia. El resultado es negativo por partida triple: se desprecia la democracia, se devalúa el Poder Judicial y se consolidan los bulos y las triquiñuelas.
Por su parte, Carlos Mazón es víctima del odio de la izquierda y de algunos de sus adláteres mediáticos que se exhiben cada día y a cualquier hora, tomando como motivo a otras víctimas, las de la dana. Esos medios íntegros que afirman defender la información veraz y se proponen denunciar la manipulación y adulteración de la realidad. Para presumir de principios hay que tener principios.
Ese odio —pasional, justiciero, teatral y paranoico— indigerible. Esa emoción negativa o excitación nociva que aumenta la tensión y despierta el afán de venganza. Ese odio que desprecia al otro para así apreciarse, ilusoriamente, a sí mismo. Ese odio que induce al odio. Ese odio que deshumaniza de forma integral al otro al culpabilizarlo por sistema.
Esa izquierda y esos medios afines que han descargado sobre Carlos Mazón una suerte de odio vicario con la intención de culpabilizar y demonizar al PP. Ese odio progresista, que se ha convertido en una manera de ser y en un modo político de vida, aparece junto con la frustración. De hecho, el odio, políticamente hablando, es el producto de la frustración. Por decirlo a la manera del psicoanálisis, el odio no es sino un impulso agresivo. Una emoción que expresaría una manifiesta aversión y hostilidad.
Según afirman los psicólogos —un clásico como John Watson, como ejemplo—, el niño se irrita cuando se le limita ciertos movimientos, el adolescente se enemista con quien considera ajeno a su mundo y el adulto se enfurece con las conductas que cree impropias. Una hipótesis de trabajo que podría aplicarse al PSOE.
Carlos Mazón es el sparring que sirve para desembarcar la ira acumulada contra la derecha. Carlos Mazón se protege como puede. Isabel Díaz Ayuso planta cara. La envidia/ odio del PSOE a la presidenta de la Comunidad de Madrid sería la expresión sucesiva e in crescendo de una rabieta infantil (el PSOE pierde las elecciones: Ayuso debe dimitir de inmediato porque acabará con los servicios públicos de los madrileños), de un enojo adolescente (el PSOE no quiere saber nada con Isabel Díaz Ayuso: esa derecha ultra fascista, dicen) y de una rabia adulta (te vas a enterar, Isabel Díaz Ayuso: la filtración maliciosa de un documento oficial y el documental editado por la televisión del Régimen que propagan los pseudomedios filiales).
De momento, Isabel Díaz Ayuso no es todavía víctima del escrache y del linchamiento mediático metódico —acusación, juicio y sentencia virtuales— al que, ciertos medios que presumen de tener principios, someten diariamente a Carlos Mazón. Insisto, para presumir de principios hay que tener principios.
Dicho lo cual, conviene añadir que la psicología sostiene que, con frecuencia, los problemas generados por la envidia y el odio —en definitiva, la frustración— brotan de un sujeto con capacidades limitadas y aspiraciones ilimitadas.
- Miquel Porta Perales es escritor