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Abel de Jesús

¿Un papa revolucionario?

Había que distanciarlo, en el relato, del olor a polaco anticomunista y del alemán conservador, de conocida infancia nazi. Eso se dice. Se dice en los platós

Actualizada 04:30

Quien hambre tiene, con pan sueña. La izquierda ha erigido una efigie del Papa para adornarla con sus propios atributos revolucionarios y luego postrarse ante ella en adoración. El papa Francisco como aliado. «Un faro de humanidad en el mundo», dice Yolanda Díaz.

El primer paso no podía ser otro que desvincularlo de sus antecesores. El desarraigo. Había que distanciarlo, en el relato, del olor a polaco anticomunista y del alemán conservador, de conocida infancia nazi. Eso se dice. Se dice en los platós.

Pero, ¿es Francisco el reformador imaginado por la izquierda?

Pensándolo bien, es muy difícil ver discontinuidad en alguno de los temas que se dicen reformados por el Papa revolucionario. Y, paradójicamente, aquellos en los que sí estableció algún cambio teológico, pasaron en su momento desapercibidos, y no los voy a recordar aquí.

Bien podría haber incluido a la mujer dentro del sacramento del Orden, por ejemplo, cuando el sínodo de obispos de la Amazonía le dio pie a ello. Mejor oportunidad, imposible. Pero no solo no replanteó el sacerdocio femenino, sino que incluso se cerró en banda a la posibilidad de ofrecerles el diaconado. Dijo que en la impronta femenina no está el acceso al Orden.

Distinta podría ser su postura frente a los homosexuales en la Iglesia. Pero, en realidad, nada ha cambiado al respecto. Solo buenas palabras. Aunque algunas, no tanto. La posibilidad de bendición de parejas homosexuales no cambió ni la doctrina del matrimonio, ni la moral sexual, ni la consideración de la Iglesia sobre la atracción hacia personas del mismo sexo. «No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia», escribió.

Y, con respecto al aborto -que es, en fin, otro tótem del progresismo-, se ha referido con las más duras palabras que se le hayan escuchado a un Papa, comparándolo frecuentemente con el sicariato.

Reto, además, a que se me diga una sola gran consigna social de Francisco que no estuviera ya contenida en los documentos de doctrina social de la Iglesia de los pontífices anteriores a él. La dignidad de la persona humana, la humanización del trabajo, el destino universal de los bienes, la crítica al liberalismo y al capitalismo, la acogida del migrante, el amor preferencial a los pobres, la ecología… Es llamativo el enfoque tan vivo que Benedicto XVI, llamado por algunos The Green Pope, dio al tema de la ecología. Pero de esto nadie se acuerda.

La gente reconoce con asombro la humildad de su testamento allí donde pide un sepulcro pobre. Pocos saben que justo así es el sepulcro de su predecesor: humilde, austero, sin adornos. En esto tampoco podemos ver la supuesta ruptura de discontinuidad entre ambos que tantos quieren ver.

Solo la ideología, y no la fe, puede dividir a la comunidad creyente entre conservadores y progresistas.

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