Por derechoLuis Marín Sicilia

Diez minutos más

Actualizada 04:30

«Un misil ruso tarda diez minutos más en llegar a Madrid que a Varsovia» dijo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en una advertencia velada para quien pretende tratar a los españoles como ignorantes y buenistas imberbes, ante un desafío de indudables proporciones como el que enfrenta a Europa y a nuestra civilización tras el cambio de los EEUU en sus pretensiones y alianzas.

Que no se puede engañar siempre y a todo el mundo es una sentencia tan conocida como cierta. Sánchez no puede seguir engañando a sus socios europeos y a sus socios españoles al mismo tiempo. El muro que construyó para comprar su poltrona se le puede caer encima, porque ha llegado la hora de cumplir los compromisos que corresponden a España en defensa de la civilización occidental y del sistema de libertades europeos. O participa en el rearme europeo, ante las amenazas de los nuevos totalitarios, al Este y al Oeste (que es la obligación de la nación española en virtud de sus tratados y como garantía de nuestra seguridad) o sigue queriendo engañar, ya por poco tiempo, a sus aliados internos coyunturales, empeñados en una política de adolescentes, como si la paz no hubiera que defenderla preparándose para la guerra.

Quienes se llenan la boca con términos tan grandilocuentes como paz y solidaridad son los mismos que no tolerarían que avasallaran sus legítimos derechos ni sus propiedades. Pero a un gobernante serio hay que exigirle que se comporte como un adulto y que trate a sus ciudadanos como tales. Quienes hoy plantean tesis infumables para, en definitiva, dejar a nuestros aliados del Este europeo sin la solidaridad comprometida, no pueden pretender que, en cualquier momento, se le vuelva la oración por pasiva y se nos deje al albur de cualquier pretensión violenta que nos surja por el Sur. Y además, olvidan que solo estamos a diez minutos más que los polacos para que se perturben nuestro estado de cosas y nuestros bienes y valores.

Quienes tienen experiencia en estas lides, como los alemanes, no han dudado en obviar a los extremos de uno u otro signo, y formar un gobierno de populares, socialdemócratas y verdes ante las amenazas que pueden llevarse por delante el orden constitucional y la escala de valores de la civilización occidental. En el fondo, Trump y Putin piensa lo mismo en cuanto están dispuestos a alterar los principios que definen a la soberanía de los pueblos, confiándolo todo al uso de la fuerza. Y tan deleznables son quienes se alinean a diestra como quienes lo hacen a siniestra, confiando en personajes que están dispuestos a romper los principios morales de las sociedades abiertas.

La huida de Sánchez a China, en esos viajes que le prepara Zapatero, convertido en un lobista de regímenes bolivarianos y neocomunistas, denota la catadura de un personaje incapaz de estar a la altura que exige el momento histórico en que nos encontramos. Y es curiosa esa obsesiva conducta de Zapatero en sus contactos con regímenes poco convalidables con un sistema de libertades. Quien dejó a España en la ruina es ahora un gran intermediario con dictaduras como la china, donde anualmente se purga a más de tres mil disidentes, o como Venezuela, donde los resultados electorales se los pasa el dictador por el arco del triunfo.

Pero, por mucho que pretenda evadirse de su responsabilidad, Sánchez tendrá en junio que acreditar, en la cumbre de la OTAN, que España cumple sus compromisos y deberá plantear un programa de rearme en toda regla, sin seguir jugando a esa táctica divisiva de los españoles con la que ha jugado como forma de gobernar y que será el único legado que dejará su mandato. Si los misiles rusos están de España a diez minutos de Varsovia, Sánchez está a dos meses de dejar de engañar a todo el mundo.

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