Por derechoLuis Marín Sicilia

Vuelva usted mañana

Actualizada 04:30

En su famosos artículo Mariano José de Larra explica, con gran profusión y múltiples anécdotas, la impresión que a menudo se tiene del carácter español en el extranjero, cuya conclusión fluctúa entre considerarnos personas espléndidas, francos, generosos y caballerescos, o bien como individuos miembros de las tribus nómadas más asilvestradas.

En un momento dado, aburrido monsieur Sant-delai con la sistemática remisión al día de mañana que le repetían allí donde pretendía gestionar cualquier asunto, exclamó:

«¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes, cada día, «vuelva usted mañana». ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles un favor?». Sospechando que todo era una intriga, Juan Pérez de Munguía (seudónimo utilizado por Larra para la ocasión) le contesta: «Intriga no, monsieur. No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga. La pereza es la verdadera intriga; es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas».

Y en efecto, y por ejemplo, la pereza, la incompetencia, la propaganda holgazana de este Gobierno son los responsables de que España renuncie en los próximos días a 9.000 millones de euros de la quinta entrega de los Fondos Next Generation, por la incapacidad del Ejecutivo de cumplir las condiciones para su recepción. Y es que resulta muy difícil que haya armonía y coincidencia en un Gobierno sostenido a base de retales de ideologías muy dispares y, a menudo, contrapuestas.

Solamente en el interés de ordeñar el presupuesto en beneficio propio coincide la amalgama de elementos que integran el Frankestein gubernamental. Gastar sin límites, en beneficio de sus respectivos electorados, es en lo único que coincide los que sostienen al engendro gubernamental. Pero justamente por ello es difícil, y a menudo imposible, que puedan coincidir en asuntos de Estado quienes no desean formar parte de ese Estado o pretenden cambiar tramposamente su estructura constitucional.

Basta con presenciar el teatro propio de un ególatra, haciendo desfilar a las opciones políticas más dispares por la Moncloa para tomarse un café y no hablar de nada sustancial, para comprender que Sánchez tiene pánico a la sede de la soberanía popular. Y resulta comprensible que rememore los cincuenta años de la muerte de Franco porque, decidido a gobernar sin el legislativo, aprueba más decretos que el caudillo, a quien de verdad le gustaría parecerse.

La Unión Europea apremia para que se inicie una inversión masiva en materia de Defensa. Ante ese escenario trascendental para el mantenimiento de los principios de las democracias occidentales, Sánchez tiene unos socios que admiran al totalitarismo putiniano del presidente ruso, en cuyas coordenadas disfrutarían solazándose. Estamos pues ante una cuestión de Estado que sólo debe debatirse, con luz y taquígrafos, en el Parlamento porque afecta al futuro inmediato más trascendental para la nación.

El trilerismo sanchista intentará, una vez más, burlar al órgano representativo de la soberanía nacional para que no se le rompan las costuras del monstruo gubernamental que ha construido. La pereza propia de un oportunista incompetente y su falta de sentido de Estado puede llevarnos a que nos demos cuenta de que, si hemos de volver mañana, quizá lleguemos demasiado tarde, porque es más fácil, como decía Larra, negar las cosas que enterarse de ellas. Y Sánchez, por mero afán de supervivencia, no quiere enterarse de la gravedad del momento.

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