Gabardina
En estos tiempos de perros y gatos en las casas ocupando el lugar de los niños, he visto toda suerte de modelos de abrigo adaptados a cánidos y felinos. Pero no tan extremadamente elegantes como la gabardina de 'Puntal'
Una gabardina me ha llamado la atención. Parecía hecha a medida en «Cording´s», el templo londinense de las gabardinas. Se movía por el Centro Botín y se dirigía hacia el malecón. No llovía, pero el cielo presentaba una panza de burro que anunciaba agua. Lo cierto es que presumía de ella. La cabeza alta y los andares precisos. El gorro, al contrario, era más casero, con dos agujeros, a babor y estribor, que permitía la libertad de sus orejas.
En estos tiempos de perros y gatos en las casas ocupando el lugar de los niños, he visto toda suerte de modelos de abrigo adaptados a cánidos y felinos. Pero no tan extremadamente elegantes como la gabardina de 'Puntal', que de esa guisa se dirigía la propietaria del privilegiado perro a su mascota. Hay perros guapos y perros feos, y 'Puntal' era de los segundos; y hay perros simpáticos y antipáticos, y a Puntal no se le adivinaban gestos de simpatía. Gruñía a otros perros, a los dueños de los otros perros, y también me gruñó a mí, que no le había hecho nada excepto admirar su gabardina. Su dueña, cada vez que Puntal le dedicaba un ladrido a otro perro, le agudizaba el clasismo. «'Puntal', ni caso, que es un chucho». Y 'Puntal', en contra de sus instintos, dejaba de emitir sonidos provocadores. Cualquiera de los perros amenazados por 'Puntal' se lo podrían haber comido de un bocado. Pero ya se sabe que perro no come a perro. Porque el perrito de marras era un asco de perro, una bola peluda de impertinencia, una miniatura canina. Para mí, que la culpable del carácter de 'Puntal' es la dueña, una mujer de aire, de esas que te las tienen que presentar veinte veces porque siempre resultan irreconocibles.
Y hablaba con su perrita. «Mira, 'Puntal', todos esos chuchos que te han molestado, comen en sus casas productos de supermercados. En cambio, de vuelta a nuestro hogar, yo voy a preparar a mi amorcito unos filetes de ternerita asada, con un poco de salsa, que la salsa engorda, y patatitas fritas cuadradas, con forma de dados, que son las que más le gustan a mi 'Puntal'». Y ahí sí. En ese momento, el perrito enano y caprichoso, emitió un sonido de gozo y dio un salto, que aprovechó la dueña para tomarlo entre sus brazos y darle un piquito en los morros, a todas luces repugnantes.
Tenía tiempo. Había quedado a comer con un grupo de amigos en un gran restaurante. Pero me sedujo seguir de cerca los pasos del perro-niñal y de la ordinaria de su propietaria. Deduje que 'Puntal' sólo tolera a su dueña. Comenzó a chispear, y ella llamó su atención. –Fíjate 'Puntal'. Todos los perros se están mojando, y mi cuchifritín sigue seco gracias a la gabardina. Ahora vamos a la 'pelu', para que te corten un poquito los pelos y te tiñan de rosa la barriguita. Tendré que ponerte el bozal, y cuando salgamos de la 'pelu', a casita a comer–.
Debo decir que nuestro grupo de amigos estaba citado en el mejor restaurante de Santander. Que habíamos decidido juntarnos para celebrar que, al fin, después de veinte años de esfuerzo, nuestro amigo Romualdo había sido expulsado de su trabajo. Convidaba Romualdo, que había sido indemnizado a pesar de su torpeza laboral. Y que sentí envidia de 'Puntal'. Porque la ternera asada con salsa y patatitas cuadradas es uno de mis platos favoritos. En esos casos y avatares, el ser humano se vuelve vengativo. Y aceleré el paso, me situé a la altura de 'Puntal', simulé un tropiezo, y le di una patada en el lateral derecho de su gabardina.
Y sentí eso que tanto cuesta en la vida. Una gran felicidad.