Advertencia
Se había celebrado en Almuñécar el famoso concurso de «Miss Andalucía» y el ministro Solís, que era egabrense, de Cabra, había elogiado con desmedida la belleza de la representante cordobesa. –«Con la venia de nuestro Jefe del Estado, creo que «Miss Córdoba» será la vencedora
Se lo advertimos Barca, el genial dibujante que ilustra esta página, y el firmante del texto.
Se repitió la advertencia, cuando ella embarcaba en una de las canoas de «El Río Misterioso de Igueldo». –En el último túnel hay un cocodrilo. Es un falso cocodrilo, no te asustes. Está hecho de cartón-piedra y los dientes son más falsos que los elogios del ministro Solís a Miss Córdoba.

Se había celebrado en Almuñécar el famoso concurso de «Miss Andalucía» y el ministro Solís, que era egabrense, de Cabra, había elogiado con desmedida la belleza de la representante cordobesa. –«Con la venia de nuestro Jefe del Estado, creo que «Miss Córdoba» será la vencedora del importante concurso–.
Quedó en penúltima posición, superando tan sólo a «Miss Almería», que en pleno desfile de modelos en traje en baño, interrumpió sus andares con un reconocimiento muy poco ajustado al protocolo del concurso. –Me estoy orinando–. Y abandonó la pasarela.
En agosto, en San Sebastián, mientras el gran Barca y el que escribe tomaban una copa en el Bar Pepe de Ondarreta, en la avenida de Zumalacárregui, nuestro común amigo Álvaro Elío-Araca, que ceceaba, nos informó de las novedades del día. –Eztá en Zan Zebaztián Mizz Córdoba. Zalgo con ella ezta noche. Mañana oz contaré–.
Barca y el que firma agonizamos de envidia.
Finalmente, y después de varias copas, conseguimos averiguar que cenarían en «Errotacho» –calle Matía, corazón del Antiguo–, y que al día siguiente llevaría a Miss Córdoba a Igueldo en su famoso funicular.
A las cuatro de la tarde, Barca y quien rubrica el relato, nos hallábamos en la baranda de Igueldo más cercana a la estación del funicular. En efecto, a las 4,25 –16,25-, de la tarde, nuestro amigo Álvaro llegó a la cumbre de Igueldo con Miss Córdoba. Nos presentó, y nos pareció maravillosa. Un solo defecto, muy de pasar por encima a las 16,26, hora de nuestra presentación.
–Aquí tienez a miz doz grandez amigoz Javier Barca y Alfonso Llodio, que zon muy de fiar y eztarán a tu plena dizpocición-. «Miss Córdoba», no tardó en solicitar una información: –Nececito como el comer unos lavavoz, porque me esztoy orinando. Zoy una Mizz–. Asumí la responsabilidad y con toda rapidez conduje a «Miss Córdoba» a su lugar preciso. A los diez minutos apareció. – Ya estoy orinada–. Le comuniqué a Barca la novedad, Álvaro, aprovechando la confusión se había subido al funicular descendente en marcha, y nuestro genial dibujante le propuso un plan muy chocante. – Te convido a pasear por el Río Misterioso, pero debo decirte que en el último túnel hay un cocodrilo que parece de verdad con las fauces abiertas–. Intervine. –No te preocupes. El cocodrilo es de pega, y lo que quiere este fresco es aprovechar tu susto para darte un meneo–.
Fue la última vez que vi en vida a «Miss Córdoba». Aguardé su llegada en el punto final del recorrido. Ella apoyaba su cabeza, con gesto angustiado, en el pecho derecho de Barca. – ¡¡¡Vamos al laberinto y la Montaña Rusa–Suiza–, que son la monda!!!
Me apunté al plan. Y Barca. Ella, no.
Había fallecido del susto cuando se encontró, de golpe, con el cocodrilo.
En la Casa de Socorro – ya en Ondarreta-, acusamos de homicidio involuntario a Solís, el ministro. Fue detenido por las autoridades. Terminamos con su fulgurante carrera política.
A «Miss Córdoba» la enterramos, con toda solemnidad, en la tumba reservada de una tía de Barca, la vizcondesa de Mendarogurría, y todavía yace con esa falsa identidad.
«Ilustrísima señora vizcondesa de Mendarogurría».
Lo gracioso del caso es que todo lo que he contado es mentira.
O quizá no.
Y ahí radica el misterio. De Álvaro, nunca más se supo.