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Miguel Delibes, ilustre laísta y genial escritor castellano

Miguel Delibes, ilustre laísta y genial escritor castellanoGTRES

La RAE explica por qué sólo los castellanos son laístas y cómo evitar caer en ese error

El origen del laísmo se encuentra en la Castilla primitiva y se origina en plena Edad Media, aunque el error no se transmitió a los territorios incorporados durante la Reconquista

Según define el Diccionario Panhispánico de Dudas, el laísmo «es el uso impropio de ‘la’ en función de complemento indirecto femenino, en lugar de ‘le’, que es la forma a la que corresponde etimológicamente ejercer esa función».

Explica la Real Academia Española que «el laísmo, al igual que otros fenómenos paralelos relacionados con el uso antietimológico de los pronombres átonos de tercera persona, como el leísmo y el loísmo, comienza a fraguarse en la Castilla primitiva durante la Edad Media, pero no consiguió extenderse a la variedad del castellano andaluz, por lo que no se trasladó al español atlántico (Canarias e Hispanoamérica)».

Por ello, «el área propiamente laísta se circunscribe básicamente a la zona central y noroccidental de Castilla. Aun así, por influencia de la norma culta estándar, es patente la voluntad de los hablantes cultos de esas zonas y, sobre todo, de los escritores, de ajustarse al uso etimológico».

Algunos ejemplos que señala la Real Academia Española de este «uso impropio» de «la»: «Cuando abrió la Marcelina, la dijeron: ¿Vive aquí Marcelina Domínguez?», frase extraída de El grano de maíz rojo, de José Jiménez Lozano.

O también, «Yo la di un beso a Josefa», de la novela del Premio Cervantes Álvaro Pombo El héroe de las mansardas de Mansard.

Aunque no lo incluye entre sus ejemplos, el laísmo inherente al habla de los castellanos no es impedimento para que un ilustre laísta como Miguel Delibes se alzara como uno de los mejores narradores españoles del siglo XX.

Señala el Diccionario que «los pronombres 'la, las' proceden, respectivamente, de las formas latinas de acusativo ‘illam, illas’. El acusativo es el caso de la declinación latina en el que se expresaba el complemento directo. Por ello, la norma culta del español estándar solo admite el uso de estas formas para dicha función».

Por ejemplo, «La busqué (a Constancia) en los tres pisos», de Constancia y otras novelas para vírgenes, de Carlos Fuentes.

Los ejemplos anteriores, sin embargo, no son correctos porque, en esos casos, «la forma ‘la’ funciona como complemento indirecto».

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