Cincuenta películas españolas memorables de la época franquista
En contra del tópico, son muy variadas por su tema, su género, su estilo y su ideología
Para desmontar el bulo del «páramo cultural» de la España de Franco, publiqué en estas páginas, hace poco, una lista de libros publicados y de obras de teatro estrenadas, en ese período. Algún lector echó de menos que no me refiriera a las películas: tenía razón y sigo su recomendación, mencionando ahora cincuenta, por orden cronológico, con un breve comentario.
El error de la «españolada»
Un tópico frecuente desdeña todo el cine español de esa etapa, como si fuera solo una «españolada» tosca, reaccionaria: es un craso error. Para mí, lo difícil no ha sido encontrar cincuenta películas memorables, sino quedarme en esa cifra. Creo que todas las que menciono son valiosas y que faltan unas cuantas, que también merecen recuerdo: un artículo de periódico, aunque sea digital, no debe extenderse demasiado.
Naturalmente, mi selección es subjetiva, discutible. Me he atenido al criterio de calidad, teniendo también en cuenta algunos fenómenos populares llamativos. Estoy seguro de que los lectores de El Debate recordarán con gusto muchas películas más.
Queda clarísimo, en todo caso, que estas películas son muy variadas: por su tema, su género, su estilo, su ideología. La etiqueta «franquista» resulta absolutamente insuficiente para describirlas, pero es un hecho que todas ellas se estrenaron en aquella España:
Cincuenta películas:
La torre de los siete jorobados (1944) de Edgar Neville. Neville fue un personaje extraordinario. Además de gran escritor, estuvo en Hollywood, fue íntimo amigo de Chaplin. Todos sus libros y todas sus películas tienen gran interés. Ésta, basada en una novela de Emilio Carrere, combina lo policiaco y lo fantástico, en el Madrid del XIX, con buenas interpretaciones de Guillermo Marín y Antonio Casal.
Los últimos de Filipinas (1945) de Antonio Román. Una exaltación del patriotismo de los españoles que resistieron los ataques de los tagalos en Baler, un año después de acabada la guerra. Me parece superior a la reciente versión de Salvador Calvo (2016). Nani Fernández canta la popular «Yo te diré», con letra de Enrique Llovet.
La vida en un hilo (1945) de Edgar Neville: Una joven (Conchita Montes, pareja de Neville) contempla cómo hubiera sido su vida, si hubiera elegido a otro hombre. Neville convirtió luego este tema en una comedia. No la mejora la nueva versión de Gerardo Vera, «Una mujer bajo la lluvia» (1992), con Ángela Molina y Antonio Banderas.
Don Quijote de la Mancha (1947) de Rafael Gil. Rodó este director cerca de 70 películas, de todos los géneros. Ésta es quizá la más fiel versión de la gran novela, junto con la rusa de Kosinsev (1957), que cuenta con el extraordinario actor Nicolai Cherkasov. A ese nivel máximo está Rafael Rivelles.
Embrujo (1948) de Carlos Serrano de Osma. Durante la guerra, trabajó para el Partido Comunista. Fue un cineasta de vanguardia, hoy reivindicado: dirigió una versión del «Parsifal» de Wagner. Aquí, sorprende al aplicar su estética surrealista a un drama musical, con Lola Flores - a sus 23 años - y Manolo Caracol.
Mi adorado Juan (1949) de Jerónimo Mihura. Dirige un guion de su hermano Miguel, luego convertido en comedia (que protagonizará Alberto Closas). Brilla Conchita Montes en esta historia de humor absurdo y poético.
Apartado de correos 1.001 (1950) de Julio Salvador. Una excelente película policiaca, con buen ritmo dramático, rodada en exteriores, en Barcelona. Tuvo éxito y consagró a Conrado San Martín.
Brigada criminal (1950) de Ignacio F. Iquino. Fue guionista y director muy prolífico, con cerca de cien películas, de todos los géneros. Ésta se vio como hermana de Apartado de correos 1001 y supuso el lanzamiento del galán José Suárez.
El último caballo (1950) de Edgar Neville. Fernando Fernán Gómez encarna a un soldado de Caballería que, al licenciarse, compra su caballo para que no lo usen los picadores en Las Ventas. Una historia poética, conmovedora, rodada en las calles de Madrid: para algunos, nuestra primera comedia neorrealista.
Pequeñeces (1950) de Juan de Orduña. Orduña fue actor, junto a Imperio Argentina, en la primera Nobleza baturra (1935), de Florián Rey. Después de la guerra, dirigió películas de varios géneros. Aquí, adapta la famosa novela del Padre Coloma, con Aurora Bautista, Jorge Mistral y el niño Carlos Larrañaga: una lujosa superproducción, que obtuvo gran éxito.
Alba de América (1951) de Juan de Orduña. Después de los éxitos de Locura de amor, Agustina de Aragón y La leona de Castilla, Orduña aborda otra superproducción histórica: nada menos que la historia de Cristóbal Colón (el portugués Antonio Vilar) y el descubrimiento de América. Cuenta con las asesorías de Julio Guillén Tato (naval), el marqués de Lozoya (artística) y Menéndez Pidal (histórica). Lógicamente, se trata de la exaltación de la gran gesta (aunque hoy, por desgracia, esté de moda lo contrario).
Surcos (1951) de José Antonio Nieves Conde. Después del éxito de «Balarrasa», rueda «Surcos»; para muchos, el primer gran drama social de la posguerra: una visión nada complaciente del desmoronamiento moral de una familia rural, al emigrar a Madrid. En el guión colaboró Gonzalo Torrente Ballester, todavía escritor minoritario.
Bienvenido Mr. Marshall (1952) de Luis García Berlanga. Un proyecto de modesta película folclórica se convirtió en una obra maestra absoluta. gracias al talento de Berlanga, ayudado en el guion por Miguel Mihura, y por grandísimos actores como Pepe Isbert, Manolo Morán, Alberto Romea… Imprescindible para todos los públicos.
Duende y misterio del flamenco (1952) de Edgar Neville. El cosmopolitismo de Neville no le impidió ser un gran amante del flamenco. Lo muestra en esta película única, un documental que nos permite disfrutar con el arte de Pilar López, Fernanda y Bernarda de Utrera… Son inolvidables las escenas en las que vemos bailar a Antonio, delante de la fachada del monasterio de El Escorial y del tajo de Ronda.
Segundo López (1953) de Ana Mariscal. Actriz popular, guionista, directora de películas con más interés que éxito comercial. En el teatro, escandalizó, al representar los dos papeles del «Tenorio»: por las noches, era doña Inés; por las tardes, don Juan. Debutó como directora con Segundo López, aventurero urbano, neorrealista, sobre las andanzas de un pueblerino en Madrid.
Marcelino pan y vino (1954) de Ladislao Vadja. El húngaro Vadja vino en los años cuarenta a España, donde rodó una serie de excelentes películas. Ésta adapta el relato de José María Sánchez Silva, es una conmovedora película religiosa, que hizo popular a Pablito Calvo: un niño acogido por unos frailes (Rafael Rivelles, Antonio Vico…) dialoga con un Crucificado. Muy inferior es la segunda versión, italiana, de Comencini (1991), aunque actúen en ella Fernando Fernán Gómez y Alfredo Landa.
Historias de la radio (1955) de José Luis Sáenz de Heredia. En mi opinión, una extraordinaria, conmovedora tragicomedia, con actuaciones estelares de Pepe Isbert y Alberto Romea. Además, un documento sobre la trascendencia social de la radio, en los años de posguerra.
Muerte de un ciclista (1955) de Juan Antonio Bardem. De familia de actores, pronto dejó de colaborar con Berlanga para seguir un camino más intelectual y politizado (fue militante del PCE). Después de Cómicos (1954), triunfó en Cannes con Muerte de un ciclista: una crítica de la burguesía, en la que se incorporaron a nuestro cine el hispano-argentino Alberto Closas y la italiana Lucía Bosé (que pronto se casó con Luis Miguel Dominguín).
Tarde de toros (1956) de Ladislao Vadja. Una de las mejores películas de toros (un género muy difícil) , con grandes secundarios: Pepe Isbert, Manolo Morán, Tip y Top… Y un documento único, para aficionados y profesionales, pues permite admirar grandes faenas de Domingo Ortega y de Antonio Bienvenida.
Calabuch (1956) de Luis García Berlanga. Un sabio nuclear norteamericano (Edmund Gween) se refugia en un pueblecito español: un canto poético, entrañable, a la vida mediterránea, con actuaciones extraordinarias de Pepe Isbert (el farero) y de José Luis Ozores (el torero ambulante, que viaja con su toro).
Calle Mayor (1956) de Juan Antonio Bardem. Llogra su mejor película al adaptar la magnífica tragicomedia La señorita de Trevélez de Carlos Arniches (ya lo había hecho Neville), subrayando la crítica de la vida provinciana. Comparable a I vitelloni de Fellini. Como solterona engañada, una gran actuación de la norteamericana Betsy Blair.
El expreso de Andalucía (1956) de Francisco Rovira Beleta. Director, guionista y productor de muchas películas, de géneros variados. En ésta, se basa en un suceso real, de 1924; lo lleva al presente y logra un relato dramático muy eficaz, con buenas actuaciones de Jorge Mistral, Marisa de Leza y el joven Vicente Parra (antes de encarnar a Alfonso XII).
La vida por delante (1958) de Fernando Fernán Gómez. Un actor único, además de un personaje interesantísimo: escritor de teatro y de novela. Como director y guionista, ésta es su primera película importante: una comedia agridulce, sobre las dificultades de una pareja de recién casados. La interpreta Fernando con su pareja de entonces, Analía Gadé. Tuvo su secuela: La vida alrededor (1959).
Mi tío Jacinto (1956) de Ladislao Vadja. Después del éxito de Marcelino pan y y vino, vuelve a rodar Vadja con Pablito Cano, sobre un relato del húngaro Andrés Laszlo: la conmovedora historia de un viejo torero que logra le contraten para una novillada nocturna en Las Ventas y necesita conseguir un traje de luces. Destaca la extraordinaria interpretación de Antonio Vico.
El último cuplé (1957) de Juan de Orduña. Un éxito popular sin precedentes, que supuso la consagración como estrella internacional de Sara Montiel (muy apoyada por la promoción de Enrique Herreros).
Los jueves, milagro (1957) de Luis García Berlanga. La película «maldita» de Berlanga, la más castigada por la censura. Las autoridades de un pueblo deciden inventarse un milagro, para atraer turistas. Inolvidable la imagen de Pepe Isbert, disfrazado de San Dimas.
El cebo (1958) de Ladislao Vadja. Basándose en un guión del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt (el autor de La visita de la vieja dama) sobre el asesinato de una niña, una película muy dura pero excelente, con actores alemanes.
El pisito (1958) de Marco Ferreri: aunque era italiano, lo incluyo aquí porque rodó en España varias películas, en muy estrecha colaboración con el gran guionista Rafael Azcona. Con su habitual humor negro, cuenta ésta la historia de una pareja de novios (Mary Carrillo y José Luis López Vázquez), que no se pueden casar porque no encuentran piso: una dura tragicomedia.
¿Dónde vas, Alfonso XII? (1959) de Luis César Amadori. Este director argentino rueda en España 16 películas de gran éxito comercial. Ésta se basa en la obra teatral de Juan Ignacio Luca de Tena. Cuenta los amores de Alfonso de Borbón (Vicente Parra) y Mercedes de Orleáns (Paquita Rico), a fines del XIX. Por su éxito, se rodó una segunda parte: «¿Dónde vas, triste de ti?»
El baile (1959) de Edgar Neville. Una comedia sentimental absolutamente deliciosa. Trata sobre el amor que vence al paso del tiempo y la ilusión que supera a la realidad. Supuso el mayor éxito de Conchita Montes, tanto en el teatro (1952, con Rafael Alonso y Pedro Porcel) como en el cine (1959, con Rafael Alonso y Alberto Closas). Parece ser que Neville dictó el texto de la obra teatral en cuatro mañanas a Isabel Vigiola, la mujer de Antonio Mingote. Conchita también la interpretó en Londres, en inglés.
Los tramposos (1959) de Pedro Lazaga. Un director muy prolífico: casi cien películas, en treinta años. En los sesenta, unido al productor José Luis Dibildos, escribe y dirige comedias sentimentales neorrealistas: a su manera, constituyen un documento de época. En ésta, unos pícaros contemporáneos realizan divertidos timos: venden su esqueleto, llevan a los turistas a entierros y tascas… Ayudan al éxito los populares Tony Leblanc, Antonio Ozores y López Vázquez.
El cochecito (1960) de Marco Ferreri. Una nueva colaboración de Marco Ferreri con Rafael Azcona, en la línea del humor negro. Cuenta la ilusión de un viejo jubilado (otro papel inolvidable de Pepe Isbert) para conseguir un coche eléctrico de paralítico, que le permita irse de excursión con los amigos. Un divertido esperpento.
Mi calle (1960) de Edgar Neville. Una de las obras maestras absolutas de Neville: la historia de España, desde comienzos de siglo, contada a través de los cambios que se producen en una calle madrileña. Una galería de personajes, magníficamente interpretados, van explicando con humor melancólico los sucesos políticos. Una película que está al nivel de las mejores tragicomedias italianas.
Plácido (1961) de Luis García Berlanga. Muchos críticos la consideran una de las mejores películas del cine español. El guion de Azcona empuja a Berlanga hacia un humor más negro. Una visión crítica de la campaña de Navidad «Siente un pobre a su mesa». Grandes interpretaciones de Cassen, López Vázquez, Alexandre… Al final, suena un desengañado villancico: «En esta tierra, no hay caridad. / Ni nunca la ha habido ni nunca la habrá».
Del rosa al amarillo (1963) de Manuel Summers. Un humorista singularísimo, que publica chistes y dirige una veintena de películas. Ésta es la primera: presenta el contraste entre cómo viven su primer amor unos adolescentes y su último amor, unos ancianos.
El verdugo (1963) de Luis García Berlanga. Otra colaboración de Berlanga con Azcona y otra obra maestra de humor negro. Un verdugo obliga a su yerno a que acepte ese empleo , para no perder la vivienda, creyendo que no lo tendrá que realizar… Al final, el yerno dice: «No lo haré más». Y el suegro responde: «Eso mismo dije yo, la primera vez». Magníficos, Pepe Isbert y Emma Penella.
Los tarantos (1963) de Francisco Rovira Beleta. Acertó Alfredo Mañas en su obra de teatro Historia de los tarantos (1962). Trasladaba el mito de Romeo y Julieta al mundo gitano, en las chabolas de la periferia de Barcelona. Un año después, la llevó al cine Rovira Beleta. El mayor atractivo de la película es ver bailar a Carmen Amaya y Antonio Gades, dos genios. También tiene gran interés ver a La Singla, la bailaora sorda de nacimiento, cuya memoria se ha recuperado en un documental, en 2023. Ha habido versiones posteriores en teatro flamenco y en una película de Vicente Escrivá, Montoyas y Tarantos (1989), con Cristina Hoyos. Pero Carmen Amaya y Gades siguen siendo inigualables.
El extraño viaje (1964) de Fernando Fernán Gómez. Una película «maldita». Recuerdo que tuvo muy poco éxito, cuando se estrenó, pero ya entonces la defendimos algunos : ahora, se considera una película rara pero interesantísima. Desarrolla en clave esperpéntica el llamado «crimen de Mazarrón». Destaca Carlos Larrañaga, en un papel insólito.
La caza (1965) de Carlos Saura. Fue el primer gran éxito de Saura, una parábola sobre la violencia, con una realización muy sólida y grandes intérpretes: Alfredo Mayo, Ismael Merlo, José María Prada y Emilio Gutiérrez Caba.
Nueve cartas a Berta (1966) de Basilio Martín Patino. Fue la primera película como director y guionista de este salmantino, que luego desarrolló una prestigiosa carrera como autor de documentales. A través de las cartas que el protagonista (Emilio Gutiérrez Caba) dirige a la hija de un exiliado, que vive en Inglaterra, hace una crítica de la vida rutinaria, en una capital de provincias. Se la incluyó dentro del llamado «Nuevo cine español». En 1985, estrenó una especie de secuela, «Los paraísos perdidos».
La busca (1966) de Angelino Fons. Colaboró como guionista con Ferreri y Carlos Saura. Realizó varias adaptaciones de obras literarias y trabajó en TVE. «La busca», protagonizada por Jacques Perrin, fue su primera película, recibida con interés: consigue trasladar el ambiente madrileño de comienzos de siglo y la visión crítica de la novela de Pío Baroja.
Fortunata y Jacinta (1969) de Angelino Fons. Con el arriesgado productor Emiliano Piedra (el mismo que casi se arruinó con «Campanadas a medianoche», de Orson Welles), logró sacar adelante con dignidad la ambiciosa tarea de llevar al cine la gran novela galdosiana. Destacan Emma Penella, la protagonista, y su hermana Terele Pávez, como Mauricia la Dura. (No confundir con la posterior serie de TVE, de Mario Camus, con Ana Belén y Maribel Martín).
Tristana (1970) de Luis Buñuel. Después del escándalo de «Viridiana» (1961), Buñuel vuelve a rodar en España – en Toledo, en concreto - una excelente versión de su admiradísimo Galdós. Es fiel a su espíritu pero potencia los elementos críticos que la novela contenía y añade un final implacable. Grandes interpretaciones de Fernando Rey, Catherine Deneuve y Lola Gaos.
Mi querida señorita (1971) de Jaime de Armiñán. La obra maestra, en el cine, de Armiñán, también novelista y autor de teatro. (En televisión, hizo varias series espléndidas; especialmente, «Juncal», con un grandísimo Paco Rabal). Resuelve con sutileza un tema muy arriesgado, el de la solterona de provincias que descubre que es un hombre, con una extraordinaria interpretación de José Luis López Vázquez.
El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice. La primera obra maestra de un director singularísimo, que ha hecho pocas películas pero todas ellas, de alta calidad. Usa una expresión de Maeterlinck para titular una historia muy poética, con excelentes interpretaciones de Fernando Fernán Gómez, Laly Soldevila y la revelación de la niña Ana Torrent.
La prima Angélica (1974) de Carlos Saura. Con el productor Elías Querejeta y el guionista Rafael Azcona, Saura dirige, al final del franquismo, una serie de películas que logran repercusión internacional: Peppermint frappé (1967), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972) y La prima Angélica, quizá, la más lograda. En todas ellas destacan la calidad técnica, la fotografía y la música, pero adolecen de cierto simbolismo críptico.
La Regenta (1974) de Gonzalo Suárez. Ha sido cronista deportivo, narrador, director de películas experimentales y literarias. Emiliano Piedra tenía la ilusión de llevar al cine la obra de Clarín; no logró convencer a los dos genios, Orson Welles y Luis Buñuel. El asturiano Gonzalo Suárez logró resolver dignamente la papeleta de adaptar esta novela, monumental por su extensión y su complejidad. Destaca Emma Penella como Ana Ozores. (No confundir con la posterior serie de TVE, de 1995, dirigida por Fernando Méndez Leite, con Aitana Sánchez-Gijón, Carmelo Gómez y Héctor Alterio).
Furtivos (1975) de José Luis Borau. Un personaje muy singular: guionista, productor, director y escritor (al final de su vida, miembro de la Real Academia Española). Después de varios intentos, logró – en colaboración con Manolo Gutiérrez Aragón - una película redonda, de éxito, estrenada un par de meses antes de la muerte de Franco: un drama rural impecablemente realizado, con una gran actuación de Lola Gaos.
NOTA. Si no me equivoco, todas estas películas pueden verse fácilmente en la plataforma Flix-Olé. Al recuperar todo este patrimonio cinematográfico, Enrique Cerezo ha hecho una labor valiosísima: ésta sí es una tarea propia del Ministerio de Cultura, y no la de meterse en absurdas polémicas ideológicas.