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Museo Reina Sofía

El fiasco de la reforma del Museo Reina Sofía

El mundo del arte muestra su escepticismo ante la reordenación de la pinacoteca madrileña, que gana 21 salas nuevas pero sucumbe a la ideología 

Si un museo recoge el patrimonio artístico del siglo XX hasta la actualidad, ¿debe alumbrar obras que traten sobre el 15-M? ¿Y sobre las migraciones, las crisis económicas y el creciente feminismo? La controversia está servida, pero el mundo del arte se revuelve ante la reciente reforma del Museo Reina Sofía.

La reorganización de la pinacoteca madrileña, inaugurada en 1992, ha supuesto varios años de estudio e investigación. Si en  septiembre de 2005 se ampliaron las instalaciones de la institución con la apertura del edificio Nouvel en el inicio de la Ronda de Atocha, en 2009 se llevó a cabo una reordenación impulsada por su nuevo director, Manuel Borja-Villel. Entonces, las principales innovaciones fueron la ruptura del criterio meramente lineal de la ordenación anterior, la mezcla de autores dispares formando salas temáticas y la incorporación de numerosas obras nuevas y almacenadas, así como grabados de Francisco de Goya.

Pero la nueva reforma, llevada a cabo por el mismo director, ha terminado de romper cualquier orden y ha puesto el foco en temas sociales como el desastre ecológico del 'Prestige', el colonialismo, el sida, el 15M y el feminismo. Este nuevo orden se basa en «episodios» en lugar de en temáticas, y el primero de ellos comienza en 1881, con el nacimiento de Picasso, bajo el título «Territorios de vanguardia: ciudad, arquitectura y revistas». El recorrido comienza así contando cómo el arte más reciente deja atrás los espacios oficiales y busca diferentes formas de difusión y comunicación, como las galerías, las pequeñas exposiciones, las publicaciones y revistas. «Esta parte de la exposición está basada en la idea del territorio: el territorio de la vanguardia. No solamente dónde se produce, sino qué produce», explica Rosario Peiró, jefa del área de Colecciones del museo.

El segundo episodio, «El pensamiento perdido», recoge el tema del exilio como una oportunidad de «cuestionar todas las categorías del pensamiento, contribuyendo a las experiencias y los discursos más radicales de la cultura». Así, en la planta 4 del edificio Sabatini se reúnen obras de artistas exiliados durante el franquismo «sin los que no se puede entender ni la modernidad ni la historia», según Peiró. 

Dibujo «Escena de guerra», de Ismael González de la Serna

Van quedando erosionados los antiguos criterios museográficos centrados en escuelas, tendencias o artistas, y cada «episodio» conforma un núcleo temático en el que se aborda «el estudio crítico del pasado para construir el presente». Con nombres como «Campo cerrado», «Doble exposición: el arte y la Guerra Fría», «Los enemigos de la poesía: resistencias en América Latina», «Un barco ebrio: eclecticismo, institucionalidad y desobediencia en los ochenta», «Dispositivo 92. ¿Puede la Historia ser rebobinada?» y «Éxodo y vida en común», los episodios avanzan a trompicones por la historia del arte moderno y contemporáneo en nuestro país.

El esfuerzo del museo se centra en «ofrecer narrativas y experiencias», ya que según Borja-Villel, «nuestro mundo no tiene nada que ver con el de 2010, cuando se terminó la última reforma». Es decir, los nuevos recorridos responden a un cambio de mentalidad que se ha producido, según sus promotores, en apenas una década. De ahí la mayor crítica que se le hace al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía: su huida de los viejos (y sólidos) criterios para establecer unos nuevos basados en «el compromiso con nuestro tiempo» y en «un ecosistema diverso y plural».

«Las armas deben estar en el frente», sección de artes plásticas de la Alianza de intelectuales para la defensa de la cultura, 1937

7 de cada 10 obras son inéditas

Todo es novedad: 2.000 obras y 15.000 metros cuadrados, 2.000 de ellos abiertos por primera vez (las 22 salas de la planta A0), como por primera vez se presenta el 70 % de las obras expuestas. Y es que en un museo que cuenta con obras de Picasso, Dalí, Miró, Magritte, Juan Gris, María Blanchard, Francis Bacon, Yves Klein, Diego Rivera, Calder, Rothko, Tàpies, Barceló o Sam Francis... se ha apostado por obras de poca relevancia, desconocidas o de autores menores.

La nueva colección del Reina Sofía parece estar más interesada en mostrar cómo el arte se exhibe que que en mostrar el arte en sí mismo, sus tendencias y los movimientos artísticos que lo han marcado durante el último siglo. De hecho el espacio museístico se concibe elevado e introspectivo, pero el ciudadano común se siente perdido entre sus salas, en las que es difícil seguir un hilo de contenido, una espina dorsal a la que aferrarse mientras se deambula ante planos de ciudades, dibujos, pancartas, videoexposiciones y carteles. 

El triunfo de la postura ideológica

Para «construir el presente», como propone hacer el Museo Reina Sofía a través de su equipo directivo, que es en última instancia el responsable de este fiasco organizativo, el criterio es ideológico. Así, la nueva colección parece militar contra el liberalismo y el capitalismo, contra el concepto de nación y contra la sociedad occidental, poniendo en entredicho precisamente los principios políticos y culturales de la democracia, que tanto parece defenderse en los episodios que tratan del antifranquismo o de las tensiones derivadas de la Guerra Fría. 

Se trata claramente de una relectura del arte, de la historia y de la historia del arte realizada sobre unas bases claras: incluir lo que conviene y excluir lo que no se quiere mirar. Como nuevas temáticas, el colonialismo, la ecología, el movimiento 15M y la identidad de género suponen una vuelta de tuerca y una declaración de intenciones. «Se trata de repensar el modo en que se cuenta el arte desde un lugar situado como es España. Pretendemos que las reflexiones propuestas estén vinculadas al ahora y por ello se abordan temas que preocupan a todo el mundo, como los exilios, la crisis o el feminismo», apunta el director. 

«Esto puede verse también como un replanteamiento de la posición política que tomamos, pero recuerdo que somos un museo donde lo importante es la obra de arte. Nos centramos en lo artístico pero, a partir de ahí, empezamos a hacer tensiones», concluye Borja-Villel. El visitante tendrá que extraer sus propias conclusiones.