El horror de los niños de Kamloops: el genocidio cultural del premio World Press Photo
Los niños eran arrancados de sus familias y enviados a internados para eliminar «el indio que llevaban dentro»
Amber Bracken ha resultado ganadora del World Press Photo 2022 con la imagen de las tumbas de niños indígenas internados forzadamente en escuelas de Canadá.
A propósito del galardón, la fotógrafa ha declarado que «el gobierno de entonces dijo que trataba de matar al indio que había en el niño», para borrarle su cultura indígena, despojarlos de su conocimiento y asimilarlos al uso occidental, pensando que la mejor manera de hacerlo era llevándolos a estas residencias. «Pero tratar de aclimatarlos a la cultura occidental no puso fin al racismo que ya existía hacia los indígenas».
Un genocidio existencial y cultural
En este sentido, la fotógrafa ha lamentado la práctica de un «genocidio cultural de poblaciones indígenas que ha logrado, hasta cierto punto, suprimir sus idiomas, cultura y ceremonias». Y ha añadido que «no tenemos a los niños, ni siquiera sus efectos personales, así que, lo que se ve en esa fotografía es una representación física de las personas que no están, para que puedan tener algún tipo de presencia, una representación de esos niños a quienes finalmente pudieron traer a casa, hacer la ceremonia y reconectarse con sus familias y sus parientes», Por eso, la foto ha querido ser «un homenaje por parte de la comunidad a los hijos que nunca volvieron a casa, y para ellos, usar esa ropa en esas crucecitas es una forma de personificar a los niños que han sido invisibilizados durante tanto tiempo».
Eliminar al indio interior
Los niños eran arrancados a la fuerza de sus comunidades y sus familias, y enviados a internados donde se les encargaban distintas tareas y donde con el tiempo, se ha descubierto que murieron más de 4.000 menores por las condiciones insalubres.
Este sistema de residencias escolares fue impuesto por las autoridades canadienses a finales del siglo XIX para eliminar la cultura indígena del país.
Entre 1890 y 1997 más de 130 escuelas residenciales funcionaron en Canadá, recibiendo a unos 150.000 niños indígenas. Eran instituciones gubernamentales administradas en su mayoría por órdenes católicas, anglicanas y presbiterianas. En ellas, los menores sufrieron abusos psicológicos, físicos, sexuales, e incluso experimentos científicos a manos de investigadores gubernamentales.
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, establecida para investigar la historia de estas residencias del horror, señala que el sistema fue parte de una política de «genocidio cultural» que buscaba eliminar las comunidades y las culturas indígenas. Otawa tuvo que indemnizar a las tribus con 3.200 millones de dólares.
En 2008, el entonces primer ministro, Stephen Harper, pidió disculpas a los indígenas en nombre de todos los canadienses; las autoridades anglicanas y presbiterianas también pidieron perdón y se pidió por carta la disculpa de la Iglesia Católica, que administraba siete de cada diez escuelas, entre ellas la de Kamloops.
En 2015, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá concluyó que 1 de cada 50 niños, (más de 4.000) murió en aquellas residencias, aunque los responsables de la comunidad india consideran que fueron muchos más.
En 2019, la comisión desveló que eran, al menos, 4.134 niños; otros expertos suben la cifra hasta los 6.000. Según la comisión, la mitad de los decesos fueron por tuberculosis, aunque otras enfermedades también elevaron el número de fallecidos en estas escuelas racistas de la cancelación.
En 2021, los Oblatos de María Inmaculada, que administraron la escuela de Kamloops entre 1890 y 1969, reconocieron nuevamente su parte de responsabilidad en los terribles acontecimientos. Y el pasado 1 de abril, el Papa Francisco se reunió con la delegación india que fue al Vaticano, a la que pidió perdón por los abusos que sufrieron en los internados, anunciando que espera poder visitar su tierra a finales de julio, aunque nadie pueda reparar el dolor sufrido por la cancelación de una vida humana.