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Pablo Picasso junto a su esposa, Jacqueline, y otra mujer sin identificar en una corrida de toros en honor a su 80 cumpleaños en la Riviera Francesa, en 1961

Pablo Picasso junto a su esposa, Jacqueline, y otra mujer sin identificar en una corrida de toros en honor a su 80 cumpleaños en la Riviera Francesa, en 1961Gtres Online

El revisionismo feminista pone en jaque la figura de Picasso

Los Museos Picasso de París, Barcelona y Málaga emprenden una revisión del pintor malagueño auspiciada por el activismo feminista

Hace una década que la figura de Picasso se encuentra en entredicho. En realidad, la vida del pintor y escultor malagueño nunca estuvo rodeada de luz, sino más bien de sombras: aunque está considerado el artista más importante del siglo XX, su misoginia, sus infidelidades e incluso las acusaciones de maltrato han perseguido al genio andaluz desde siempre.

Picasso ha sido caracterizado por muchos como un misógino, un abusador que ponía a 'sus' mujeres en un pedestal para luego derribarlas; un hombre que temía, además de desear, el cuerpo femenino y que era un marido, amante e incluso abuelo egoísta, exigente y narcisista. Él mismo definió los aspectos eróticos de sus obras en relación a las siete mujeres de su vida: Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot y Jacqueline Roque. Sin embargo, a todas les fue infiel.

'Olga Picasso', cuadro en el que Picasso le da su apellido a la bailarina rusa Olga Khokhlova, a pesar de que nunca fue su mujer

'Olga Picasso', cuadro en el que Picasso le da su apellido a la bailarina rusa Olga KhokhlovaMuseo Picasso de Barcelona

Con Olga Khokhlova tuvo un hijo, Paulo, pero el maltrato físico y las numerosas infidelidades la alejaron de él, por lo que comenzó un idilio con Marie-Thérèse Walter, de tan solo 17 años cuando él tenía ya 45. Con ella tuvo una hija, Maya, mientras continuaba casado con Khokhlova. A la vez, comenzó otra relación con Dora Maar, mujer que admiraba enormemente la obra de Picasso, pero que acabó destrozada por esa relación, sumida en una profunda depresión mientras Picasso incorporaba una tercera mujer de manera 'estable' a su vida: Françoise Gilot.

Françoise Gilot fue la única mujer que disintió de la mentalidad controladora de Picasso. Tras tener dos hijos con él, decidió abandonarlo y huir de su presencia abusiva. Sin embargo, Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline Roque, su última musa y segunda esposa a la que conoció cuando ella tenía 26 años y él 72, se suicidaron. Y cuando el nieto del artista, Pablito, fue rechazado en el funeral de su abuelo por Jacqueline, también acabó con su propia vida.

El revisionismo feminista

En sus memorias, Marina Picasso, nieta del pintor, narra la forma en la que su abuelo se relacionaba con las mujeres: «Las sometía a su sexualidad animal, las domesticaba, las hechizaba, las devoraba y las aplastaba en sus lienzos. Después de pasar muchas noches extrayendo su esencia, una vez desangradas, se deshacía de ellas».

Pero la verdadera revolución en la imagen del pintor viene por parte de Francia y el movimiento #MeToo que tuvo lugar allí. Las activistas feministas denuncian que Picasso representa los arquetipos del machismo, y lo equiparan a un «minotauro», diciendo que era un «genio violento» que destrozó la vida de sus parejas. Esa es la tesis de un galardonado podcast creado el año pasado por una diplomada de Arte, Julie Beauzac, que ya lleva más de 250.000 descargas.

Activistas feministas, protestando ante los cuadros de Picasso en el Museo Picasso de Barcelona

Activistas feministas, protestando ante los cuadros de Picasso en el Museo Picasso de BarcelonaMuseo Picasso de Barcelona

Cada vez más voces se alzan en Francia contra la figura del artista inventor del cubismo. Así lo ha hecho la periodista Sophie Chauveau, que además de participar en el podcast de Beauzac, ha decidido publicar un libro con una revisión crítica de la figura del pintor: Picasso: la mirada del minotauro.

El libro denuncia «el control irresistible y devastador del genio sobre todos aquellos que lo amaban», según explica la propia autora: «Un genio y al mismo tiempo un hombre violento y destructor». Según Chauveau, todos los artistas del siglo XX fueron «contaminados» por el virus del genio de Picasso. Sus familiares, las mujeres de su vida y sus amigos tampoco han escapado al poder irresistible y a veces devastador de su influencia. Desde el terremoto de la noche de Navidad de 1884 en Andalucía, en medio del cual el pequeño Pablo, de tres años, asiste petrificado al caótico nacimiento de su hermana y al sufrimiento de su madre, hasta sus últimos años en los que, como un semidiós, es adulado por todo el planeta. Sophie Chauveau hace un retrato de las dos caras de Picasso. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, cinco años después de la conmoción del Guernica, Pablo Picasso tenía casi 65 años. «Un monstruo consagrado que se hunde, cada vez más decididamente, en un laberinto cuyas paredes modela, arrastrando consigo a sus esposas, a sus hijos, a sus seres queridos. Universalmente adorado, escapa a la muerte congelando la vida, creando cada día, sin descanso, una obra titánica que parece no terminar nunca», reza la periodista en la sinopsis del libro.

El libro 'Picasso, el minotauro', de la periodista francesa Sophie Chauveau

El libro 'Picasso, el minotauro', de la periodista francesa Sophie Chauveau

Los museos Picasso se unen a la ola 'woke': París, Málaga y Barcelona

Sin embargo, el revisionismo no procede únicamente de Francia, si bien allí ha tenido un gran eco por la estrecha unión de Picasso con el país galo en el que residió gran parte de su vida. De hecho, el propio Museo Picasso de París ha puesto no solo en tela de juicio su figura, sino la sencilla reivindicación de su obra.

«Evidentemente, el movimiento #MeToo ha destrozado al artista, y este podcast lo demuestra», ha declarado la nueva directora del Museo Picasso de París, Cécile Debray. «El ataque es, si se quiere, más violento porque Picasso es la figura más célebre y popular del arte moderno. Un ídolo al que hay que abatir», añadió, aunque sí destacó que hay que tratar el tema «con muchos matices y prudencia».

En el Museo Picasso de Barcelona también han entrado de lleno con el revisionismo propio de la subculturaa woke, que trata de cancelar a figuras públicas o sus discursos. Así, el centro barcelonés ha puesto en marcha un taller titulado «Bajar la líbido al minotauro: confrontamos la masculinidad picassiana», y prepara un simposio internacional sobre el tema en el mes de mayo.

«Bajarle la libido a Picasso»

«En este curso se analiza con mirada crítica la masculinidad picassiana, tanto de la obra como de la biografía. De esta manera, desde la perspectiva feminista y queer, revisaremos algunas de las iconografías más controvertidas del artista, como son las referentes al trabajo sexual, a la violencia sexual o al voyerismo. Asimismo, hablaremos de la historiografía heredada para plantearnos, finalmente, una metodología de trabajo feminista partiendo de la obra de Picasso», expone la descripción del curso en la web del museo. Su director, Emmanuel Guion, añade: «Esta reflexión sobre Picasso, y la mirada feminista o femenina sobre su obra es un debate eminentemente actual, que no hay que esquivar y que no se debe caricaturizar».

El curso siguió a una controvertida acción de un grupo de estudiantes encabezadas por la artista y profesora de la Escuela Massana y Centro de Arte y Diseño, María Llopis. El grupo denunció, con leyendas estampadas en camisetas, al artista con la frase «Picasso maltratador», y a raíz de la polémica se inició en esa institución un camino de revisión de la figura del pintor malagueño.

El hecho de que dos de las mujeres con las que Picasso mantuvo una relación, Marie-Thérese Walter y Jacqueline Roque, se suicidaran ha sido también punto de partida de la reflexión en torno a su importancia dentro del mundo artístico. Según los expertos en su figura, las mujeres de su vida lo incitaron a buscar nuevos rumbos, y fueron realmente «mujeres en la sombra». Sin embargo, la directora del Museo Picasso de París, Cécile Debray, añade que el mero hecho de que Picasso mantuviera relaciones con mujeres mucho más jóvenes que él no tiene por qué implicar un abuso. «Son afirmaciones sin referencias históricas, aproximativas y anacrónicas», añade Debray.

Retrato de Marie-Thérese Walter, pintado por Picasso. Cuando el pintor la conoció, ella tenía 17 años y él, 50

Retrato de Marie-Thérese Walter, pintado por Picasso. Cuando el pintor la conoció, ella tenía 17 años y él, 50

A diferencia de Marina Picasso, sí queda algún familiar descendiente del pintor malagueño defendiéndole. «Picasso no dio prácticamente ninguna entrevista y con seguridad ninguna sobre su vida personal», explica Olivier Picasso, hijo de Maya y nieto por tanto de Picasso y Marie-Thérèse Walter. «Sólo a través de sus obras podemos trazar su itinerario afectivo, con obras más violentas y otras más tiernas», explica.

Gertrude Stein, la mujer que se le resistió

En 1907, Picasso se atrevió a realizar un retrato de la coleccionista y escritora Gertrude Stein. Stein, que impulsó a Picasso cuando era un artista de 19 años y desconocido en París, era lesbiana, y su retrato fue un auténtico parto artístico para Picasso.

La tesis del profesor estadounidense Robert Lubar, de la Universidad de Nueva York, que ha participado en cursos del Museo Picasso de Barcelona, es que Picasso no lograba pintar a un personaje demasiado fuerte para él, antítesis de la mujer como objeto de contemplación artística, o de posesión sexual. Esa lucha de Picasso «revela la ansiosa confrontación del artista con la cuestión de la diferencia sexual», explica Lubar en un ensayo de 1995, considerado uno de los gérmenes de la actual revisión histórica de Picasso. El ensayo, titulado Unmasking Pablo's Gertrude: Queer Desire and the Subject of Portraiture (Desenmascarando a la Getrude de Pablo [Picasso]: el deseo queer y el sujeto del retrato), relaciona el retrato de la escritora con la propia identidad sexual amparándose en los «recientes» (finales de los años noventa) estudios de género, que según el autor «proporcionan el armazón teórico para el argumento».

Pero para otros expertos, como el artista y biógrafo Gilles Plazy, ese retrato fue simplemente una lucha interna, exclusivamente artística, de Picasso. El pintor no lograba pintar el rostro de Stein porque sentía que debía cambiar de rumbo. De hecho, justo después de ese cuadro Picasso pintó una de sus obras más famosas, Las señoritas de Aviñón (1907), un retrato de un grupo de prostitutas que dinamitó el panorama artístico y dio paso al cubismo.

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