«El padre de todos nosotros», como llegó a decir Picasso, pintó cinco versiones de este cuadro. Fue propiedad del magnate griego Yorgos Embiricos, que se lo vendió a la familia real qatarí por 250 millones de dólares (unos 245 millones de euros) en 2012, que la convirtió en la pintura más cara del mundo hasta entonces. Incorpora la característica del facetado, que adoptaron los cubistas, todos esos hijos, 15 años después.