Marina Abramović, terrorífica y eterna en la Royal Academy de Londres
La artista serbia es la primera mujer que expone en solitario en los 255 años de historia de esta institución
icono del mundo del arte y pionera de las artes escénicas, Marina Abramović ha cautivado al público durante los últimos 50 años superando los límites de su cuerpo y su mente. En sus performances ha desafiado las convenciones del mundo del arte en lo que para algunos ha sido un ejercicio banal, pero que desde luego ha supuesto un antes y un después en la historia.
Se ha ganado el reconocimiento mundial como artista de performance, sometiéndose al agotamiento, al dolor e incluso a la posibilidad de morir. En su primera obra, Rhythm 0, Abramović invitaba al público a interactuar libremente con ella de la forma que prefiriera, lo que dio lugar a que le apuntaran a la cabeza con una pistola cargada. En su obra posterior The House with the Ocean View, la artista vivió 12 días en una casa construida en una galería. Celebrada tras los atentados terroristas del 11-S en Nueva York, la performance invitaba al público a presenciar y compartir el simple acto de vivir.
Ahora, con su rostro en positivo y negativo, como una estatua de alabastro, presenta una gran exposición recorriendo momentos clave de su carrera a través de la escultura, el vídeo, la instalación y la performance. Obras como The Artist is Present serán sorprendentemente escenificadas de nuevo a través de imágenes de archivo, mientras que otras serán interpretadas por la nueva generación de artistas de la performance formados en el método de Marina Abramović.
La retrospectiva de Abramović en la Royal Academy es implacable. Sorprendentemente, es la primera retrospectiva que se dedica a una mujer artista en los 255 años de historia de la institución. Las performances Imponderabilia, Nude with Skeleton, Luminosity y la citada The House with the Ocean View son sólo algunas de las obras que se recrea la Royal Academy.
Otras obras, en cambio, son exhibidas en vídeo, como The Kitchen - Levitation o la famosa pieza con su pareja, Ulay, dándose bofetadas en la cara, gritándose y haciendo un peligroso ejercicio de equilibrio con un arco y una flecha de arquero para hablar de amor, de confianza, de conflicto y de reconciliación. En otros lugares la vemos a ella misma tejiendo, fumando, sosteniendo una vela y caminando con infinita lentitud mientras traslada un cuenco de leche. También tumbada, desnuda, bajo un esqueleto en una especie de sarcófago, encima del cual repite la pose un intérprete desnudo en directo.
Hay muchas Marinas, pero solo una Abramović, en todas sus múltiples facetas. También aparece la Marina que juega con cuchillos, autolesionándose, y la que se dibuja una estrella de cinco puntas en el estómago con cuchillas de afeitar. Aparece después mirando fijamente a través de una galería a oscuras varias docenas de imágenes de algunos de los 1.545 miembros del público (incluidos Lou Reed, Lady Gaga y Ulay) que se sentaron frente a ella, en silencio, durante los 75 días de su performance The Artist is Present, en el MoMA de Nueva York en 2010.
La Royal Academy se atreve a mostrar lo que a muchos aterroriza: una artista desde luego valiente, herida profundamente por el devenir histórico y social que la ha rodeado, por su propio trauma y por el generado por otros. Una retrospectiva muy atrevida de una mujer que se ha llevado a sí misma al límite, arriesgando su salud y su cordura, y dejando también a su paso alguna pieza con tufillo New Age, como sus objetos escultóricos.
Porque realmente, lo que Marina Abramović esculpe es su propia vida: es su vida lo que reelabora y reconstruye siempre como una performance continua, ahora también a través de «dobles» que heredan su capacidad artística: la «abuela del arte escénico» mira atrás, hacia sus casi 80 años de arte confrontativo, y vuelve a exhibir su legado. Y los que están al otro lado son más testigos que público de un arte siempre vivo.