
'La Joven de la perla' (1665) de Vermeer
Así se salvó ‘La joven de la perla’ de Vermeer del saqueo nazi durante la Segunda Guerra Mundial
El Museo Mauritshuis de La Haya muestra en una exposición la estrategia seguida durante la Segunda Guerra Mundial para evitar el saqueo nazi de sus colecciones
Además de la catástrofe humana que supuso la Segunda Guerra Mundial, el conflicto desatado por la Alemania nazi causó también una incalculable pérdida patrimonial.
Los bombardeos y saqueos provocaron la desaparición irreparable de un sinfín de obras de arte en museos y colecciones de arte.
Sin embargo, también son numerosos los casos de iniciativas personales o proyectos internacionales de protección y rescate de patrimonio en peligro que permitió poner a salvo algunas de las obras maestras de la historia de la humanidad.
Menos conocida es, sin embargo, la iniciativa de los responsables del Museo Mauritshuis de La Haya, que permitió poner a salvo La joven de la perla de Johannes Vermeer y otras obras maestras, como La lección de anatomía de Rembrandt o El jilguero de Fabritius.
La historia de la salvación de los tesoros nacionales del Mauritshuis se recoge en una exposición en el Museo titulada Facing The Storm. Un museo en tiempos de guerra.
El año clave en la puesta a salvo de los tesoros de Mauritshuis fue 1939. Europa ardía bajo las botas de las tropas de Hitler que avanzaban imparables. Los Países Bajos parecían condenados y las autoridades sabían desde el primer momento que la invasión y ocupación nazi significaría la destrucción y saqueo de su patrimonio cultural.
Si 1939 es el año clave, Wilhelm Martin, director del Museo Mauritshuis, es el nombre de la persona a la que debemos que hoy se pueda seguir admirando el original de La joven de la perla y no una foto antigua en un nostálgico blanco y negro.
Como recoge en una reseña histórica el New York Times, ante la inminente llegada de los soldados de Hitler a La Haya, Wilhelm Martin toma una decisión: enfrentarse a las nuevas autoridades alemanas con una hábil estrategia diplomática y una férrea defensa de la inviolabilidad de los tesoros nacionales para evitar el saqueo.
Cierto es que Martin contó con la ventaja –con la que no contaban, por ejemplo, los museos de la Francia ocupada– de que para los nazis los neerlandeses eran un pueblo «étnicamente» igual al alemán y que, por lo tanto, podía ser asimilado en el imperio racial alemán y su cultura incorporada a las prioridades ideológicas del nazismo.
Wilhem Martin diseñó un sistema de clasificación de las colecciones del Mauritshuis, detalla el New York Times.
Identificó cada pintura y escultura con códigos de colores: Los triángulos rojos identificaban a los tesoros nacionales irremplazables, que debían ser descolgados y trasladados a un lugar seguro.
Los triángulos blancos identificaban a obras maestras menores que, igualmente, debían descolgarse de las paredes del museo y trasladadas a un lugar más protegido.
Por último, las pinturas reemplazables se marcaron con triángulos azules y esas permanecerían en el museo.
De esa manera, durante toda la guerra, La joven de la perla y las demás obras maestras del Mauritshuis iniciaron una peregrinación desde los sótanos del museo a un búnker antiaéreo, y de allí a una cueva adaptada en Maastricht. Toda una peripecia que merece ser conocida.
Durante la ocupación, los nazis emplearon las galerías de la pinacoteca para exposiciones de propaganda y actos de glorificación del nazismo y del imperio alemán.
Sin embargo, lo que desconocían los jerarcas nazis, es que, mientras Martin negociaba con ellos la conservación del tesoro nacional neerlandés, convertía el edificio del Mauritshuis, delante de sus narices, en un refugio para perseguidos por el nazismo y miembros de la resistencia antialemana.