'Percusión': desde el lugar más lejano
Intenso monólogo que relata una biografía circular en un relato de tiempo detenido. José Balza, aun poco conocido, es un dignísimo heredero de los mejores narradores hispanoamericanos
La narrativa en español disfrutó de un momento histórico a partir de los años cincuenta del siglo pasado. Por primera vez en su historia, autores de extraordinaria calidad aparecían de forma global: Argentina, México, Perú, Cuba, Colombia, Chile... Tal fue la explosión, que los editores no tuvieron dudas acerca de qué nombre poner a esa nueva circunstancia que trascendía generaciones y nacionalidades. Así fue como se acuñó el Boom hispanoamericano. La cultura española no puede menos que aplaudir la existencia de autores como Rulfo, Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y tantos otros. El único problema de que una estrella brille mucho es que oculta lo que hay a su alrededor. Con tanto astro, los lectores en español nos quedamos con uno o a lo sumo dos escritores por país. El resultado resulta injusto, como si en España la narrativa de posguerra se redujera a Delibes y Cela, aunque comprensible.
Si los genios del Boom eclipsaron a sus coetáneos, imagínense a las generaciones posteriores. Tal es el edipismo que tuvieron que soportar los autores de los años ochenta que se les llegó a denominar directamente como generación post-Boom. Entre su complejo epigonal y la entrada de una nueva generación de narradores españoles (la llamada «nueva narrativa» con Marías, Landero, Mateo Díez, Millás, Grandes y demás), los autores allende los mares prácticamente dejaron de publicar en España.
Tal es el caso del venezolano José Balza. Publicó Percusión en el lugar adecuado (Seix Barral, la editorial española que trajo a tantos autores de América), pero, digamos, con veinte años de retraso: en 1982. El resultado, como tantos otros, fue que su paso casi desconocido para el gran público. Desde entonces, no podemos decir que Percusión no intentara crear su espacio: esta edición que nos ocupa es la quinta desde entonces. Cada una en diferente editorial y, supongo que por la discontinuidad, con éxito relativo.
cátedra / 337 págs.
Percusión
Finalmente, Cátedra la ha elevado a la categoría de clásico contemporáneo al incluirla en su prestigiosa y asequible colección Letras Hispánicas, con edición introducida y pormenorizadamente anotada por el también escritor Juan Carlos Chirinos.
Leer Percusión por primera vez tiene algo de nostálgico tanto por la historia como por el estilo. Un protagonista en primera persona nos cuenta, en lo que podría casi ser un largo y meloso monólogo interior, su biografía circular en un relato de tiempo detenido, o de un tiempo permanente mientras no para de moverse alrededor del mundo.
Percusión es el relato de una huida constante. El protagonista quema etapas de vida asociadas a diferentes ciudades que terminan siempre en una pequeña tragedia. Mientras, su constante conciencia va acumulando historias de personas que abandona o le abandonan, creando un flujo de conciencia cada vez más abultado. En todos los trayectos le acompaña, como Virgilio a Dante, las obras de Giordano Bruno.
La reiteración de personajes en la memoria y de frases en el intelecto va seguida por una vuelta constante al origen. Los acontecimientos más importantes suceden a finales de los años setenta, coincidiendo con la escritura del libro, pero el tiempo narrado se adelanta al histórico y se adentra en un futuro cercano (ya en el siglo XXI) cuando el viajero retorna a su patria siendo un anciano. Desde ese futuro hipotético se crea un puente temporal con un protagonista adolescente y lleno de ganas de ver mundo. Esas dos versiones temporales cuentan la historia en un tiempo congelado y reiterado con una larga tradición en la narrativa hispanoamericana, es el presente atemporal de Cien años de soledad o el tiempo cuántico de La invención de Morel y de tantos relatos de Borges.
Pero no solo es nostálgico el argumento, también el estilo. Hablando del tiempo narrativo, leer a Balza es como moverse hacia atrás. En los últimos años la literatura se ha hecho más ágil, más ligera, y también más prosaica. Quien disfrute de prosa elegida, casi poética, de intensa acción interior y de densidad descriptiva (solo hay un diálogo, de media página, en toda la novela), puede disfrutar mucho con este libro.