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Décimo aniversario de la muerte de la cantante Whitney Houston

Décimo aniversario de la muerte de la cantante Whitney Houston

10 años de su muerte

El infierno de las drogas bajo los focos de Whitney Houston

Aunque su vida pública era un cúmulo de éxitos y lentejuelas, su vida privada era un desastre afectivo. Su matrimonio con el rapero Bobby Brown es un descenso en toda regla al infierno de las drogas y la violencia

Hace ya diez años de la muerte de una las más grandes cantantes estadounidenses del Soul, Blues, Gospel y R&B, además de actriz de éxito y Record Guinness a la artista más premiada con Grammys, Billboard o números uno en las listas de ventas. «La Voz» de América, la rapsoda del himno de las barras y estrellas, la banda sonora del sueño afroamericano, comenzó a cantar siendo una niña de once años en el coro parroquial y, de ahí, a los coros de las canciones de su madre, la también cantante Cissy Houston, y el amadrinamiento de la gran Aretha Franklin, como una corriente familiar que parecía llevarla al oficio de la música, y al que ella no pudo resistirse.

La novia negra de América

Es en 1985 con su álbum homónimo cuando empieza a arrasar llegando hasta el «top 3» de Billboard. Y dos años después, con el discoWhitney, se convierte en la primera debutante femenina en llegar a lo más alto de las listas, haciendo que suene en todas las «radiofórmulas» del mundo su I wanna dance with somebody, hasta hoy.

Hollywood, que no suele equivocarse cuando elige un icono al que venerar, responde a su deseo artístico y también le abre sus puertas, ofreciéndole el protagonismo de su primera película junto a la estrella del momento, Kevin Costner, en El guardaespaldas. Desde entonces, se vuelve asidua a las producciones románticas de final feliz, tan del gusto americano como Esperando un suspiro o La mujer del predicador, mientras se hacía omnipresente en giras por todo el mundo y en constantes apariciones televisivas. Aunque, por desgracia, siempre hay un «pero»; una objeción como una sombra, o un punto ciego en el escenario, entre las bambalinas y la soledad del camerino, donde la ansiedad oprime a los actores y las máscaras de la ficción asfixian el alma.

El revés de la fama

Aunque su vida pública era un cúmulo de éxitos y lentejuelas titilantes bajo los focos, su vida privada era un cúmulo de desastres afectivos. Su matrimonio con el rapero Bobby Brown es un descenso en toda regla al infierno de las drogas, la violencia y la tragedia más absoluta, tal y como ambos reconocerán en declaraciones a los medios de comunicación, cuando ya no podían esconder la evidente deriva de sus vidas. Se amaron y se destrozaron salvajemente dentro de la jaula dorada de su mansión, mientras veían, insomnes, la imagen inquietante de sí mismos en el «reality» Being Bobby Brown, y se drogaban sin cesar, incluso delante de su hija.

Whitney Houston junto a su hija Bobbi Kristina Brown

Whitney Houston junto a su hija Bobbi Kristina Brown

El 11 de febrero de hace diez años, Whitney Houston se preparaba para actuar en la ceremonia de entrega de los Grammys de esa noche, donde estaba previsto que interpretara la canción Jesus Loves Me y fuera, como siempre, la reina y el centro del espectáculo. Habló con su madre por teléfono y, un poco más tarde, tardó en responder a sus asistentes que, al extrañarse de su silencio, entraron en la habitación a ver qué sucedía. Su peluquera y su guardaespaldas la encontraron ya muerta, sumergida boca abajo en la bañera. La autopsia de la policía reveló un ahogamiento «accidental» y la existencia en su cuerpo de distintas sustancias como cocaína, benadryl, Xanax, cannabis y el relajante Flexiril. Los rostros de aquella noche en la celebración de los Grammys eran un poema de sentida orfandad y tristeza contenida. Justo la misma orfandad y la misma tristeza de su hija Bobbi Kristina Brown, que tres años después, y siguiendo la corriente de autodestrucción y desvarío, fue encontrada por su novio también muerta, y de la misma forma, en la bañera de su habitación.

El retrato que el cineasta Kevin Mcdonald hace unos años después de la cantante y su entorno, desvela esa caída progresiva en el infierno de una familia que la había empujado a las fauces de la fama, a un marido celoso del éxito de su mujer y a una Whitney Houston que desde los catorce años no habría podido sobreponerse al abuso sexual de su prima, Dee Dee Warwick, ni desengancharse de su temprana adicción a la cocaína.

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