Cuál es la mejor canción de toda la historia de Eurovisión
Domenico Modugno, Salomé, Abba, Massiel... Nadie se pondrá nunca de acuerdo sobre la cuestión de la mejor canción del festival
Lo más difícil del mundo es elegir por todos una sola melodía que recoja el sentir de todo un pueblo. La dificultad de hacer la criba y coger un solo ejemplo como arquetipo de alguna disciplina, mucho menos en lo artístico, y mucho menos cuando estamos tan acostumbrados a encumbrar un número uno por encima de los demás para, poco después, olvidarlo. Cuando hacemos esto, siempre hay una contraposición, otro reflejo, otra opinión que no tiene por qué ser menos buena, ni, por supuesto, menos mala, ya que esa muestra solo obedece a una época que puede estar influida por un mal gusto más acusado, o por una tendencia caprichosa de la moda, que solo se advierte con las canas, la madurez y el ridículo al recordar la música que un día nos gustó. Así que elegir una sola tonada entre la extensa lista de éxitos, más o menos fugaces, del historial eurovisivo, no solo se antoja veleidoso, sino que además es injusto con muchos sentires distintos en su sensibilidad y su gusto propio. A lo largo de la historia del Festival de Eurovisión, hay hitos en forma de melodía que trasciende el olvido y traspasa la indiferencia para quedarse en la memoria melómana de los vivos. Con la llegada del festival de Eurovisión, surge siempre el mismo interrogante, la misma polémica, año tras año, en torno a cual es la mejor canción, el mejor himno, la melodía más representativa de este certamen.
Abba en 'Waterloo'
A propósito de esta cuestión tan candente, el 22 de octubre de 2005, por el cincuenta aniversario del festival, se eligió la canción del grupo sueco Abba, como la mejor de todos los tiempos; que ya es decir. Waterloo, que iba a llamarse Honey Pie como uno de los cortes del Álbum Blanco de los Beatles, fue una revolución para el festival, tan acostumbrado como estaba a la balada. La letra cantaba la rendición napoleónica de una muchacha ante su amor, como un emperador francés cualquiera. Pero no estamos en clase de Historia. El caso es que la canción compuesta por Benny Andersson, Björn Ulvaeus y Stig Anderson, pegadiza hasta hacer bailar a un muerto, más la extravagancia del ropaje glam diseñado por Inger Svenneke, fue todo un espectáculo para los millones de espectadores, que les dieron el triunfo y el paso a la posteridad.
Eres tú
El 7 de abril de 1973 Mocedades quedó en segundo lugar del Festival con 125 votos, por detrás de Anne María David y su Tu te reconnaîtras, que ahora, echando la vista atrás, parece perdida en el tiempo. Sin embargo, los bilbaínos fueron los verdaderos ganadores, tal y como se vio después. La repercusión de Eres tú desbordó todas las expectativas, y en pocas semanas se aupó a todas las listas de éxitos en nuestro continente y en Estados Unidos, donde estuvo más de 17 semanas en la lista Billboard tras alcanzar el noveno puesto, vendió un millón de copias y fue versionada más de setenta veces, cantada en inglés, francés, italiano, danés, sueco y alemán.
Massiel por Serrat
Pero en España, a pesar de que siempre hemos sido muy de Abba, de Domenico Modugno y de todo aquello que viene del más allá de nuestras fronteras, hay otra canción, –entre otras–, que atraviesa las generaciones y el recuerdo melómano del eurovisivo patrio: la pieza ganadora del Festival de la Canción de Eurovisión en 1968, celebrado en el Royal Albert Hall de Londres la noche del 6 de abril. La canción que, en un principio, tenía que cantar Joan Manuel Serrat, pero este quería hacerlo en catalán y terminó defendiéndola Massiel ante toda Europa, encierra la dificultad de lo excelso en lo sencillo que, casi nadie, consigue alcanzar ni en la música ni en la letra de la vida alguna vez. Y «porque te cantan cuando naces y también en el adiós», que sea el paso del tiempo el juez que decida y nombre aquello que, como obra de arte, se convierte en algo inolvidable.