«Orfeo» desciende a los Teatros del Canal con la música minimalista de Philipp Glass

A mediados del siglo pasado, Jean Cocteau penaba por la muerte de su joven amante, el poeta Raymond Radiguet, cuando decidió volcar toda su tristeza en un filme que, en cierto modo, si no lo consolase del todo le ayudara al menos a calmar su angustia a partir de la lucha de un hombre que debe enfrentarse solo con la inesperada pérdida de su pareja. Y qué mejor que el mito de Orfeo para plasmar sus inquietudes.

Con un reparto que incluía a una de las actrices más fascinantes de la época, la española María Casares, y otros de los grandes amores del poeta, pintor y director, el estupendo Jean Marais, el amigo de Picasso y Modigliani (que lo consideraban uno de sus pares) rodó su propia versión sobre el mejor de los músicos, aquel que provisto únicamente de su lira descendió hasta lo más profundo del infierno para rescatar a su esposa, Eurídice. Y por el camino fue capaz de enmudecer a las Euménides y aplacar los ladridos del temible Cerbero hasta convencer a Perséfone y a Hades de concederle una segunda oportunidad a su amada.

Aquella extraordinaria película, aún vista hoy (la filmoteca española la recuperará, en noviembre, como tributo a María Casares en su centenario) confronta al espectador con aquel héroe melancólico, solitario y seguramente incomprendido como la mayoría de los artistas, que acude al inframundo persiguiendo el rostro de la muerte para indagar sobre el misterio último de toda creación. Un tema que sedujo lo mismo a Virgilio o Rilke, Monteverdi, Haydn y Henze, y que como estos últimos, otro compositor, Philip Glass, quiso plasmar en una ópera de cámara en solo dos actos, el Orphée que ahora se estrena en los Teatros del Canal y estará en escena desde este mismo miércoles y hasta el próximo domingo.

La colaboración entre el centro que dirige la coreógrafa Blanca Lí, siempre interesada en proponer espectáculos originales, poco trillados, y el Teatro Real, que esta temporada ofrecerá además las dos óperas más populares escritas sobre Orfeo (las que en su momento concibieron Claudio Monteverdi y C.W. Gluck), constituye el más que interesante arranque de la variada temporada lírica madrileña, después del reciente estreno de La Celestina de Felipe Pedrell en La Zarzuela.

Primicia en España

De Philipp Glass, uno de los padres del minimalismo, el Real ya había ofrecido, en 1998, su Corvo Branco, recibido con un gran éxito, por lo que existe cierta expectación sobre lo que ahora pueda deparar esta otra obra, menos ambiciosa en lo formal, e inspirada también en la prematura desaparición de la mujer del propio creador, que se ofrece como una auténtica primicia en España.

De la dirección escénica se encarga un joven que está dando mucho que hablar, y que ya ha cosechado su buena dosis de polémica pese a su modesta experiencia. El sevillano Rafael Villalobos traslada la acción original a Nueva York para reflexionar sobre los excesos y falacias del mundo del Arte contemporáneo. Además del Real, el Liceu barcelonés lo ha contratado esta temporada para ofrecer su personal visión de Tosca, con la que ha espantado al tenor Roberto Alagna. El divo francés y su esposa, la soprano Alexandra Kurzak, se han despedido de esta producción meses antes de su estreno, previsto para el próximo enero, por su desacuerdo con la visión de Villalobos, que traicionaría el espíritu de Puccini según ambos se han encargado de explicar en varias entrevistas.

El reparto de Orphée se nutre casi al completo de cantantes españoles, todos ellos interesantes, como las sopranos Sylvia Schwartz y Natalia Labourdette (Eurídice), María Rey-Joly (la princesa), el bajo David Sánchez (el juez) y el tenor Mikeldi Atxalandabaso (Heurtebise). El barítono Edward Nelson será el protagonista, Orfeo, y la mezzo Karina Demurova encarnará a Heurtebise. Al frente de la Orquesta del Real estará Jordi Francés, que el año pasado ya dirigió el estreno de Tránsito.