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Yuriy Kerpatenko, director de la Filarmónica de Jersón (Ucrania)

Yuriy Kerpatenko, director de la Filarmónica de Jersón (Ucrania)

El ¿inútil? sacrificio de Yuri Kerpatenko

El asesinato del director de la Filarmónica de Jersón sigue la estela de la eliminación selectiva de otros intelectuales históricos de su país por parte de Rusia

Mikola Kulish (1892-1937) fue un escritor e intelectual ucraniano que experimentó en sus carnes las dos caras del engaño comunista, hasta que un buen día despertó del sueño de la razón de la peor manera posible. Después de haber abrazado durante su juventud los ideales transformadores de la Revolución de Octubre de 1917, colaborando con el nuevo régimen en distintas posiciones, algunas vinculadas a la educación escolar, su entusiasmo inicial fue desvaneciéndose en la medida en que pudo comprobar cómo los planes de Stalin para Ucrania pasaban por anular su identidad, despojándola hasta de lo imprescindible.

Bajo la premisa de la «colectivización», Stalin decidió expoliar a placer el rico granero ucranio sin dejar apenas comida para alimentar a la población, legítima propietaria de su esfuerzo. Durante 1932 y 1933, el llamado Holodomor, u holocausto ucraniano, segó las vidas de entre 1,5 y 2 millones de habitantes de la República Socialista Soviética de Ucrania y otras zonas de la URSS, víctimas de la hambruna provocada por el trasvase de sus reservas alimenticias por el mero capricho del tirano, cuya secreta intención era dominar completamente la región, haciéndole olvidar cualquier sueño de recuperar su libertad.

Del elogio a la crítica

El pueblo, convenientemente depauperado, apenas gastaría ya energías más que para ocuparse en sobrevivir, administrar su miseria (nada de pensar en movimientos independentistas), mientras sus mentes más preclaras, y rebeldes con el poder, eran enviadas a los gulags para ser purgadas cuando no directamente eliminadas.

Mikolaj Kulish, director de periódicos, encargado de velar por la formación de las juventudes ucranianas en varios cargos administrativos, autor de un buen puñado de obras que en su día habían gozado de éxito (Motín eterno, Adiós, pueblo), tomó conciencia de aquella villanía y ya no volvería a prestarse al juego de colaborar con el verdugo de su propio pueblo. Como suele ocurrir en estos casos, los anteriores elogios hacia sus creaciones se tornaron rápidamente en ásperas críticas que denunciaban, a la luz de una nueva lectura «más seria y profunda», la peligrosa desviación del autor sobre los ideales revolucionarios.

Mikolaj Kulish

El dramaturgo ucraniano Mikolaj Kulish

En 1934, el Congreso de Escritores Soviéticos de toda la Unión, celebrado en Moscú, dictó prácticamente su sentencia de muerte, declarándole «un escritor nacionalista burgués». Kulish fue enviado a un campo de prisioneros en el Mar Blanco, donde pasó tres años hasta que se decretó su retorno al continente. Por el camino, él y otros 289 intelectuales, escritores y artistas ucranios fueron asesinados en otra industria del terror situada en Sandamorj, Carelia, una atrocidad que no se conoció hasta 1997, cuando se descubrió el lugar de la masacre.

Fallecido Stalin, en 1953 el escritor resultó rehabilitado, los cargos en su contra nunca habían sido probados (en realidad no había hecho falta, desde el inicio). En su memoria, las autoridades ucranianas fundaron más tarde, en Jersón, el Teatro de Música y Arte Dramático Mikola Kulish, institución cultural que en la actualidad dirigía Yuri Kerpatenko, un cargo que alternaba con la titularidad de la Orquesta Filarmónica de la región, hasta el pasado primero de octubre.

Kerpatenko como Kulish

Ese día, según las autoridades ucranianas, Kerpatenko siguió idénticos pasos que su compatriota Kulish. Militares de las fuerzas de ocupación rusas se presentaron en su hogar de Jersón para asesinarlo. Además de mostrarse abiertamente hostil con la nueva situación, se había negado a dirigir un concierto organizado por las autoridades usurpadoras para celebrar la paz que ahora, después de su «voluntaria» adhesión a Rusia, podía disfrutarse ya sin cortapisas en esas tierras.

«Y llegará el día en que se reconozca que ha sido Rusia donde el progreso musical ha tenido los más atrevidos representantes...Cesar CuiEscritor y compositor

Otro director de orquesta, en su caso nacido en San Petersburgo aunque residente en París desde hace bastantes años, bien conocido en España, Semyon Bychkov, no ha dudado en calificar la nueva ejecución de un civil contrario a la colaboración con los considerados invasores como una muestra más del genocidio al que se está sometiendo al pueblo ucraniano por parte de los rusos, hecho que contrasta «con la superioridad de la cultura rusa, su humanismo». El escritor y compositor Cesar Cui concluye así su historia de la música de su país: «Y llegará el día en que se reconozca que ha sido Rusia donde el progreso musical ha tenido los más atrevidos representantes; los más avanzados; que su esfuerzo no ha sido estéril; que son felices por haber aportado al arte nuevos elementos y por añadir algunos goces al tesoro inagotable de los puros goces artísticos».

El director de orquesta ruso Semión Bychkov

El director de orquesta ruso Semión Bychkov

Quizá exageraba Cui en su fervor patriótico, pero lo innegable es que Rusia ha legado al mundo alguna de esa mejor música que, «si bien no puede cambiar la realidad, contribuye a aliviar el dolor causado por ella», en palabras de la escritora polaca Alicja Gescinska. Lenin recelaba de la fuerza enaltecedora de los sonidos cuando dijo aquello sobre la célebre sonata «Appasionata» de Beethoven: «Si sigo escuchándola, no terminaré la revolución». Lástima que no hubiese llegado hasta el final.

El valiente gesto del sacrificio

Seguro que Kerpatenko adoraba a Rachmaninov y a Rimski-Korsakov, cuyas obras volverán a escucharse estos días en Madrid en los próximos conciertos de la Orquesta Nacional. Pero por más que el efecto pudiera resultar balsámico para quienes tanto horror han debido sufrir en estos últimos tiempos, a ojos de este músico y gestor cultural nada podría justificar dirigir sus creaciones por orden de un ejército de ocupación, en una ceremonia gestada además para celebrar la supuesta normalidad del nuevo estatus.

En su lugar, prefirió el valiente gesto de un sacrificio, inmolarse antes que claudicar. ¿Servirá para algo? Seguramente, no. Pero al menos, los artistas rusos que aún actúan en buena parte del mundo sin haberse pronunciado sobre la naturaleza de las verdaderas intenciones de Putin, quizá ahora sí, algo tendrían que decir. Como ha hecho Bychkov, y de otra forma… Kerpatenko.

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