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La soprano Alicia Amo y Los Elementos

La soprano Alicia Amo y el grupo Los ElementosCésar Wonenburger

Madrid redescubre a José de Nebra, el olvidado Vivaldi español

Su obra maestra, la zarzuela barroca Vendado es amor, no es ciego, se interpretará este domingo en el Auditorio Nacional

Durante la primera mitad del siglo XVIII, poco antes de que Mozart asombrara al mundo con el prodigio de sus creaciones, hubo un compositor español cuyo talento podía medirse sin rubor al de Vivaldi. Si bien hoy, todavía, pocas personas en su país: los melómanos más acérrimos, la musicología y sus intérpretes, entre los que habría que incluir al pionero Eduardo López Banzo, conocen verdaderamente quién fue José de Nebra, «el Lope de Vega de la música», sus obras ya habían viajado hasta a América asiduamente en vida de este autor, además de cautivar al público madrileño.

De ahí el indudable interés que ofrece la inauguración, este domingo, del ciclo «Universo Barroco» que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical en el Auditorio (19h.), con una de las obras mayores de este autor bilbitano, su zarzuela barroca Vendado es amor, no es ciego, objeto de un inexplicable olvido en nuestros días. El joven director Alberto Miguélez Rouco (La Coruña, 1994), encargado de su más reciente exhumación, y de una grabación que ha logrado el aplauso unánime de la crítica, parece darle la razón a quienes sostienen que nadie es profeta en su patria. «Si Nebra hubiese sido francés o alemán, no me cabe duda de que hoy sería reconocido en el mundo entero y sus obras se interpretarían regularmente. Pero no solo pasa con él, lo mismo podría decirse de Corselli, Torres, Líteres, San Juan, Iribarren y otros de los compositores de la época. España tiene la costumbre de valorar más lo que viene de fuera que lo que tenemos aquí», sostiene.

Organista a los quince

Nacido en Calatayud el Día de Reyes de 1702, por lo que sus padres añadieron al de José los nombres de Melchor, Baltasar y Gaspar, Nebra destacó muy pronto por sus aptitudes musicales. A los quince años era ya organista de las Descalzas, en Madrid, puesto que más tarde ocuparía en la Real Capilla de su Majestad. La capital fue durante la primera mitad del siglo XVIII terreno fértil para los compositores, sobre todo italianos, dada la influencia que ejercía Carlo Broschi, Farinelli, responsable de los principales teatros de la corte. El talento de Nebra para la creación de obras líricas debió ser considerado como excepcional ya en aquel tiempo, pues en ese clima claramente propicio a la creación de óperas de estilo italiano logró imponerse como uno de los autores más apreciados por el público, más popular, de los teatros De la Cruz y del Príncipe. Al Buen Retiro, donde Farinelli organizaba fastuosas representaciones de óperas de sus compositores invitados, el músico aragonés tendría ocasión de acudir profesionalmente solo en calidad de clavecinista.

Hasta su fallecimiento en 1768, llegó a componer cinco óperas y nueve zarzuelas además de diez auto sacramentales, veintinueve comedias y tres bailes, entre muchas otras. La mayoría de su obra escénica, que centró la primera parte de su existencia en el arte, se ha perdido, lo cual también explica, para Miguélez, «la muy limitada difusión que las cuatro zarzuelas conservadas: Viento es la dicha de amor, Donde hay violencia no hay culpa, Vendado es amor, no es ciego e Iphigenia en Tracia ha alcanzando en nuestros días”.

Fusión de la ópera con la música española

El éxito de sus zarzuelas tuvo mucho que ver con su particular habilidad para fusionar el estilo de la ópera italiana y sus elaboradas arias con la tradición de la música escénica española a la que incorporó formas populares como tonadillas, seguidillas y fandangos. Una buena muestra es Vendado es amor, no es ciego, con libreto de José de Cañizares, estrenada de manera triunfal en el madrileño Teatro De la Cruz, el 2 de agosto de 1744. «Su música es viva, llena de contrastes, colores y cambios de afecto, y las partes vocales exigen cantantes de gran dominio técnico, que además deben poseer una amplia tesitura», explica Miguélez.

Alberto Miguélez y el grupo Los Elementos

Alberto Miguélez y el grupo Los ElementosCésar Wonenburger

Alberto Miguélez Rouco estuvo durante ocho años formándose en la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis, que forma parte de la Musik Academie de Basilea, cuna de algunos de los mayores talentos de la música barroca europea, como René Jacobs, su maestro, después de haber dado sus primeros pasos en el Coro Cantabile, una estupenda agrupación infantil de su ciudad que dirige el tenor Pablo Carballido. Hace algún tiempo descubrió por casualidad una de las arias de Vendado es amor y le gustó tanto que se decidió a cantarla en público. «Me quedé muy sorprendido por la calidad de la música y de la gran acogida que tuvo, así que en mayo de 2018 se me ocurrió reunir a unos amigos e interpretar la zarzuela entera en Basilea», explica. Hasta entonces nunca había dirigido.

La cuidada edición de 'Vendado es amor...'

El éxito logrado en la Schola Cantorum le llevó inmediatamente a pensar que si en uno de los principales centros internacionales en el estudio de la música barroca, como el suizo, la obra había gustado tanto, tenía que hacer algo más por recuperarla y difundirla a un público amplio. Así fue como Miguélez decidió tomar cartas en el asunto y grabar él mismo la perla perdida del autor de otras obras maestras del barroco ibérico. Primero reunió a varios de sus amigos, casi todos antiguos compañeros de estudios, de toda Europa, con los que formó el grupo Los Elementos. Más adelante propició su estreno en Suiza ante miembros de la embajada española y finalmente logró que la propia Schola Basiliensis incluyera la grabación en la colección de cedés que está publicando uno de los sellos referenciales en el mundo de la música antigua, Glossa.

El registro de Vendado es Amor, no es ciego, en una edición muy cuidada, se publicó en 2020. La crítica española no dudó en calificarla como uno de los mejores discos de ese año, cosechando además comentarios elogiosos en revistas especializadas internacionales. Cuenta con un elenco formado por algunos de los jóvenes cantantes especialistas de este repertorio más interesantes de hoy, como las sopranos Alicia Amo y Giulia Semenzato, que ahora volverán a interpretar la pieza en su reestreno madrileño.

«Universo Barroco»

Pero para llegar a inaugurar uno de los ciclos musicales más relevantes de cuantos se celebran en España, «Universo Barroco», la zarzuela tuvo que ofrecerse primero, en 2020, en plena pandemia, como parte de la Programación Lírica de La Coruña. Allí la descubrió Paco Lorenzo, responsable del Centro de Difusión Musical Nacional (CDMN), para traérsela hasta Madrid casi con los mismos mimbres: el artífice de todo, Alberto Miguélez, y Los Elementos, a los que esta vez se suman la mezzo Natalia Pérez, la soprano Ana Vieira Leite y el barítono Yannick Debus.

A Miguélez, que ahora combina la dirección con sus excelentes dotes de contratenor a las órdenes de monstruos sagrados como William Christie, junto al que recientemente ha estado de gira por toda Europa cantando la Parténope de G. F. Händel, el viento parece soplarle de cara, fruto seguramente del esfuerzo de estos últimos años, de su acreditada preparación musical y de una férrea voluntad para acometer empeños complicados. Reconocido como uno de los más serios valedores de Nebra, del que ha vuelto a protagonizar un nuevo CD para Glossa con algunas de sus «Cantadas», a partir del 25 de marzo del año próximo dirigirá otra obra suya, La violación de Lucrecia, donde hay violencia no hay culpa, en su debut en el foso del Teatro de la Zarzuela.

Riquezas musicales por descubrir

El coliseo madrileño ha apostado fuerte por una recuperación en toda regla de esta zarzuela barroca a través de una nueva producción encargada a Rafael Villalobos, la actuación de Los Elementos como orquesta invitada y la presencia en el elenco vocal de dos estupendas cantantes españolas, Marina Monzó y Carol García, a las que se sumará la reconocida actriz Emma Suárez.

Quién sabe… quizá haya llegado por fin la hora de un reconocimiento para un compositor en ocasiones mucho más interesante que algunos de sus coetáneos, de esos que suelen hallar más fácil acomodo en las programaciones. Gran parte de las riquezas del patrimonio musical ibérico están aún por descubrir.

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