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Los miembros de Vetusta Morla, en la entrevista con El Debate

Los miembros de Vetusta Morla, en la entrevista con El DebateThorun Javier Piñeiro

Vetusta Morla: «Antes sacabas uno o dos singles y tirabas, ahora necesitas más»

Su primer disco, Un día en el mundo, es el más antiguo del top 100 semanal de streamings. 25 años después siguen inundando con su música conciertos, festivales y listas de éxitos. Cierran 2023 poniendo broche a la gira 'Cable a tierra', uno de sus mejores trabajos

Los madrileños Vetusta Morla se han convertido en una de las bandas más importantes del panorama musical español. Un grupo formado por seis amigos (el guitarrista y compositor Juanma Latorre, el batería David García «el Indio», el vocalista Juan Pedro Martín «Pucho», el bajista Álvaro B. Baglietto, el percusionista Jorge González y el guitarrista Guillermo Galván), que empezó tocando por diversión en 1998 y que, con el paso de los años, se ha posicionado como un referente, incluso internacional, de la música en español.

Pero nada de altos vuelos, o de despegar los pies de suelo. Mucho corazón, mucha crítica social, muchas ganas de cuestionar las ideas preestablecidas. Y todo nace de una amistad, y de un oficio: se dedican a hacer canciones y a contar la vida a través de ellas. «Se trata de cumplir la función de relatores de una comunidad. No tiene nada de alto, es un oficio más», explican.

Acostumbrados a abarrotar festivales, plazas o estadios, tras dos años girando por el mundo la banda de rock madrileña cierra ahora su gira 'Cable a Tierra' en el Wizink Center de Madrid con dos fechas llenas: 30 de noviembre y 1 de diciembre. Un concierto que han diseñado casi como si fuera una obra de teatro. «Nos gusta meternos en berenjenales de este tipo y cuando salen bien es muy emocionante», señalan. No saben qué es lo que vendrá después: «Ahora toca parar y reflexionar sobre todo lo que hemos vivido juntos».

Pero antes de despedir una de las giras más especiales de su carrera, con documental incluido, han triunfado también en el cine: la banda presentó hace unas semanas El amor de Andrea, una canción que compusieron junto a la cantante Valeria Castro y que es el tema principal de la última película del director Manuel Martín Cuenca, que se estrenó en cines el 24 de noviembre. Una cinta para la que Vetusta Morla ha creado la banda sonora completa y que parte como favorita para ser nominada a mejor canción original en los Premios Goya.

–Debutasteis en la banda sonora con La hija, también de Manuel Martín Cuenca. ¿Han sido parecidos los procesos de composición?

–Manuel nos habló de esta película y conocimos a Lola Mayo, la guionista, en el Festival de Donosti, presentando La hija, o sea que fue bastante seguido. El amor de Andrea tiene una banda sonora en la que utilizamos instrumentos que no necesitan amplificación ni necesitan ser manipulados, porque nos pareció que eso correspondía con el tono de la historia, que es muy sobrio: la emoción se sobrepone a la sobriedad, a la crudeza y al enfoque cotidiano y costumbrista (aunque a Manuel no le gusta esa palabra). Elegimos estos instrumentos y esta sencillez en los arreglos para acompañar la mirada de Andrea, que es lo que hace nuestra música. Y eso nos ha llevado a hacer algo diferente, que es juntarnos en el local en un formato pequeño y tocar juntos. Antes todo estaba muy mediatizado por la tecnología y las nuevas herramientas, que nos permitió aprender muchas cosas y tener nuevas posibilidades creativas, pero habíamos perdido ese punto original de juntarnos y hacer música, tocar instrumentos que no necesitan ni electricidad. Esto es lo más bonito que nos llevamos, en medio de una gira «mega tecnologizada», esto ha sido un regalo.

–Ese es el espíritu no solo de vuestro último disco, sino de la gira de Cable a tierra, en la que buceasteis en la música tradicional, de la tradición oral, incorporando grupos folklóricos...

–El reto de la gira es justamente mantener ese espíritu de reunirse alrededor de la hoguera a hacer música en un contexto muy tecnológico (no lo podemos evitar). El concierto está muy mediatizado por la tecnología, pero eso no es necesariamente algo negativo. Nuestros cacharros nos dan muchas posibilidades expresivas, pero había un reto, que es lo que se ve en el documental Bailando hasta el apagón: estamos muy orgullosos de haber conseguido ese momento de comunión en un contexto que en realidad es de todo lo contrario.

El reto de la gira es mantener ese espíritu de reunirse alrededor de la hoguera a hacer música en un contexto muy tecnológico

–¿Cómo convive vuestra forma de crear y componer, que nace de una necesidad expresiva, con un «encargo», con hacer música para otros?

–En el caso de las películas que hemos hecho, el trabajo ha venido de mucho antes, casi desde el guion. A Manuel Martín Cuenca le gusta trabajar con todos los equipos. Es muy artesano a la hora de hacer cine. Esa parte previa a nosotros nos sirvió para para ponernos de acuerdo sobre qué tipo de banda sonora íbamos a trabajar, sobre todo a nivel de colores e instrumentación. En el caso de El amor de Andrea, el director quería hacer una especie de reconstrucción de la ciudad de Cádiz, pero desde el imaginario. Por eso no quería músicos de Cádiz ni cosas muy concretas, sino músicas de ida y vuelta, que no se sabe muy bien si son de Andalucía o son tradicionales del sur de España o vienen del otro lado del Atlántico (habaneras y música de los malecones, que van de La Caleta a La Habana). Cuando somos Vetusta Morla tenemos una paleta gigante de posibilidades, y a veces eso te da alas, pero otras veces te pierdes en los millones de posibilidades. Aquí nos ceñíamos a lo que podíamos hacer, íbamos al rodaje y nos implicamos en el montaje, y es un proceso muy fluido.

Los componentes de Vetusta Morla, durante su entrevista con El Debate

Los componentes de Vetusta Morla, durante su entrevista con El DebateThorun Javier Piñeiro

–En ese contexto, ¿cómo aparece la voz de Valeria Castro en la canción?

–Para nosotros estaba claro que el final tenía que partir de una voz femenina que hiciera un paralelismo con la mirada de la protagonista. Valeria Castro, por su tradición cultural y por ser de Canarias, un lugar de mucha música, de encuentro, de encrucijada entre distintos continentes, y por su manera de interpretar, encajaba a la perfección. La conocíamos y admirábamos su trabajo y se lo propusimos, y al día siguiente ya estábamos grabando. Fue muy bonito, y ella es muy profesional.

–Este estreno, como el de la película Teresa (cuya banda sonora ha compuesto Juanma Latorre), os coincide con el fin de una gira apoteósica... y agotadora. ¿Cómo la afrontáis?

–Una gira siempre es un viaje emocional, empiezas en un lugar y no sabes dónde vas a terminar. Se concentra mucha energía, es un embudo de emociones, y es difícil despedirse del trabajo que has hecho durante dos años (un trabajo musical y personal). Pero necesitamos hacer recapitulación, un mapa mental, y estamos ahí, necesitamos ese parón, ese descanso. En este caso, el fin de gira es el principio de otras cosas, porque acabamos de presentar el documental, se acaba de estrenar la película...

–Si uno no es la misma persona cuando empieza una gira que cuando la acaba, ¿cómo se traduce eso a nivel de sonido? ¿Hay formas nuevas de componer, de tocar, que ya van a permanecer con vosotros? ¿Cómo ha cambiado Vetusta en estos dos años?

–En este caso, el aprendizaje ha tenido que ver con la música tradicional y sus elementos, que hemos incorporado en los últimos años; es algo que va a permanecer. Si no hubiéramos hecho esta banda sonora, no hubiéramos aprendido tanto. Son dos años intensos, dos años de cara al público más otro de preparación del disco, composición y grabación... y todo este aprendizaje, los momentos por los que hemos pasado, nos han llenado de experiencias que necesitamos reposar, tomar distancia y reencauzar para enfocarnos en lo siguiente.

Todo este aprendizaje nos ha llenado de experiencias que necesitamos reposar y reencauzar para enfocarnos en lo siguiente

–Tras casi 30 años haciendo música, os encontráis en una posición no fácil, pero sí privilegiada. ¿Os permite eso una mayor libertad, una distancia respecto a la rueda imparable de la industria musical?

–Realmente a nosotros no nos ha cambiado tanto. Seguimos haciendo discos más o menos cada tres años, como casi todas las bandas. Lo que ha cambiado es la comunicación, que parece que está mucho más presente; antes hacíamos también muchas cosas, pero ahora hay una exposición mucho más directa y parece que cada lanzamiento requiere una campaña de marketing. Es verdad que antes sacabas uno o dos singles y tirabas; ahora necesitas más, y puedes acabar siendo reiterativo. Por otro lado, tenemos la suerte de seguir avanzando y creciendo y estamos muy presentes en casi todos los festivales, cada vez que hacemos una época de festivales, pero no nos sentimos arrastrados por la industria a la hora de decidir qué proyectos creativos afrontamos. Lo que hacemos, lo hacemos porque nos emociona y apetece.

El batería David García "el Indio", el guitarrista y compositor Juanma Latorre, el vocalista Juan Pedro Martín "Pucho", el percusionista Jorge González y el guitarrista Guillermo Galván

El batería David García «el Indio», el guitarrista y compositor Juanma Latorre, el vocalista Juan Pedro Martín «Pucho», el percusionista Jorge González y el guitarrista Guillermo GalvánThorun Piñeiro

Tenemos la suerte de seguir avanzando y creciendo y estamos muy presentes en casi todos los festivales

–¿Esa es la clave? ¿Que en el centro estén la emoción, la ilusión, las ganas de hacer cosas juntos? El único miedo es entonces perder esa emoción...

–La nuestra es una relación que sobrepasa la amistad y tiene que ver con con la familia. Nos conocemos bien, de hace tantísimos años, y respetamos los espacios de cada uno, las necesidades de cada uno y buscamos esos puntos de encuentro que nos unen y que tiene que ver con la ilusión por hacer música juntos. La amistad entre nosotros es fundamental.

–Vosotros conformáis la banda sonora de la vida de muchos. ¿Qué supone para vosotros conocer la compañía que nos habéis hecho a lo largo de 25 años?

–Eso nos pasa a todos con muchísima música, con muchísimos artistas. Evidentemente lo bonito es que de repente ves que lo que tú haces provoca a otros, le pasa a otra gente. Nos emociona mucho encontrarnos gente con 20 años que te dice: «Mi padre ponía vuestra música en el coche y ahora yo quiero hacer música como vosotros». Eso nos «toca la patata».

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