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Los componentes del grupo Galerna

En mitad de la tormenta, la luz de Galerna

Este «grupo promesa» del indie rock español lanza el 16 de febrero Viaje a Roma, un disco-novela por capítulos que, en mitad del maremágnum de prisas y singles de usar y tirar, habla de la nostalgia y la búsqueda; un coming of age maduro que bucea en las preguntas humanas y no ofrece una respuesta... sino una compañía en el camino de la vida

Llegaron a mi vida por casualidad. Aunque por casualidad, en esta vida, pasan pocas cosas. Quizá porque ambos grupos comparten mucho más que el lugar de procedencia –el País Vasco, y en concreto Bilbao–, conectamos en seguida: los descubrí teloneando a McEnroe, uno de los mejores grupos de este país, y en seguida ficharon también con Subterfuge Records. Cuando escuché por primera vez su nuevo disco, Viaje a Roma, que se publica el 16 de febrero, una corriente eléctrica sacudió los cimientos de mi gusto musical, y espero que lo haga con los de toda la industria.

El grupo Galerna lo componen Mario, Miguel, Carlos, Lucas y Guillermo, jóvenes veinteañeros que ya formaban parte desde hacía años de una cuadrilla de amigos de Bilbao y que se unieron por el surf y la música. A partir de los 16 años, y junto con el resto de su recién nacido grupo de amigos, los futuros músicos comenzaban a descubrir el mundo: discotecas y conciertos en Bilbao, viajes de surf a Cantabria y a Las Landas, noches durmiendo bajo las estrellas en las distintas playas de Vizcaya… «Galerna fue únicamente el paso natural», explican en conexión virtual Bilbao-Madrid. Estos músicos que no alcanzan la treintena han decidido nadar contra corriente, y en un sector plagado de hits, singles, rapidez y cultura de consumo, ellos apuestan por nutrirse de poetas vascos como Ramón de Basterra, novelas como Camino a Roma de Antonio Menchaca, guiones de Sorrentino y de la música de Sun Kil Moon, Mark Kozelek y Woodkid.

Lo que se encuentra el que escucha Viaje a Roma es precisamente eso, un viaje en todos los sentidos: se trata de una novela escrita en capítulos, acompasada por la voz lírica y grave de Mario García-Atucha, vocalista y compositor de los temas, que canta la grandeza de lo cotidiano, la sencillez de unos sentimientos que se entremezclan con un paisaje y referencias culturales que van desde la omnipresente Grande Bellezza sorrentiniana hasta Garci, Almodóvar, Unamuno o Pere Gimferrer.

'Viaje a Roma', de Galerna

  1. cap.1: La Razón
  2. cap.2: Bilbao - Florencia
  3. cap.3: Monteriggioni
  4. cap.4: Entrada En Roma
  5. cap.5: La Primera Noche
  6. cap.6: Vía Merulana
  7. cap.7: Cena En Luzzi
  8. cap.8: San Lorenzo
  9. cap.9: Villa Borguese
  10. cap.10: Huida A Lyon
  11. cap.11: La Gran Vergüenza
  12. cap.12: Muriola

Es un viaje, sí, pero «un viaje imaginado, un ejercicio de buscar la veracidad emocional a través de la fantasía. Narrativa de ficción en toda regla», destaca Galerna, que recrea con maestría personajes, ambientes y sentimientos que componen una relación que el oyente vive, etapa a etapa de la travesía. En el Capítulo 1: La Razón, el protagonista huye de una relación en la que no termina de encontrarse: Inés le pregunta cuál es la razón por la que se va a Roma, a lo que él contesta que es por su «cansado corazón». Un Jep Gambardella en busca de ese primer chispazo, efímero y eterno a un tiempo, que quizá nunca pueda volver a encontrar.

«El disco se expande y se contrae a lo largo de las canciones. Algunas abarcan varios días (el capítulo 2, Bilbao-Florencia), y hay otras que duran apenas unas horas y que además se conciben juntas, como Cena en Luzzi, San Lorenzo y Villa Borguese, como una especie de trilogía del Antes de... de Richard Linklater». Algunas son, además, sencillos que ya han publicado y que les han reportado respuestas muy positivas, aunque sin alcanzar aún el número de reproducciones de algunos de sus temas anteriores, lanzados en forma de EP bajo el nombre Esta noche es mía, como Madrid o Astondo.

El protagonista emprende su huida, conociendo sus dolores («Me contradigo cada día más, pero lo que quiero es decir la verdad» / «He estado ocioso en el último año. No soy un loco, soy un puto vago» / «Y es que me quemo como un cigarro, cada telediario soy más exagerado») y acompañado de un buen amigo, ese compañero inseparable de aventuras, El Guay: «Mi amigo desde que nací / y me ha seguido desde allí». La amistad es, de hecho, la gasolina de esta banda: es punto de partida, pero también meta, fin y punto de llegada.

En el capítulo 3 llegan a Monterriggioni, escuchando «los grupos que escuchamos con 14», una canción intimista y cálida, levantada sobre guitarras españolas tan parecidas a las de Kozelek en Benji y pianos que nos llevan al Andrew Bird de Sovay, reteniendo una intensidad sentimental que solo al final explota, en un canto compartido por varias voces. Entran en Roma y llega esa primera noche, épica, en la que el bilbaíno empieza a percibir que hay cosas de las que es imposible escapar. Especialmente de las que habitan dentro de uno mismo.

Una nostalgia insaciable

«Di che è mancanza questa mancanza, cuore, che a un tratto ne sei pieno?» («¿De qué es ausencia esta ausencia, corazón, que de repente te llena?»), recitaba Mario Luzi. Esta nostalgia de un bien ausente, «esa nostalgia tonta que siempre me persigue», como canta Galerna en el Capítulo 5, encuentra rápidamente una forma de ser acallada, al menos silenciada por un tiempo: otra mujer. Inés se ha quedado en Bilbao pero aparece Marta para que el pobre protagonista, siempre en busca de algo último que sacie y tranquilice su sed de vida (una respuesta total), crea que serán unas noches locas en Roma la respuesta a su angustia existencial en una propuesta que tiene también algo de André Aciman.

«Marta hace de espejo para los sentimientos del protagonista: todo lo que va diciendo sobre ella, sobre una desconocida, que poco participa y poco habla, se lo ha inventado. Son cosas que en realidad dice sobre sí mismo. Yo creo que la buena literatura desarrolla personajes; hoy en día está demasiado de moda el soliloquio, las novelas de poco personaje, circunscritas el centro de uno mismo, demasiado psicológicas, sin salir de uno. Por eso en el disco, aunque que es más difícil porque es poético, aparecen personajes», explican los componentes de la banda.

Galerna lanza su primer disco, 'Viaje a Roma'

Uno de los grandes singles (y uno de los grandes temas del disco) es el Capítulo 8, San Lorenzo, en el que después de unos cuantos tumbos por la ciudad y después de haber conocido a Marta en Vía Merulana, el protagonista expresa su autodesprecio: «Masoca, crees no haber nacido, con lo guapa que eres, para nada bonito».

«Realmente él no conoce a la persona que tiene delante, pero es lo que este bilbaíno piensa de sí mismo», explica Mario García-Atucha, que no puede evitar referenciar una y otra vez La grande bellezza: «La novia del protagonista de la obra cumbre de Sorrentino, una stripper con un destino fatal, le dice esto: 'Yo no he nacido para nada bonito'. Es una escena que me conmovió muchísimo, que me cambió profundamente. El disco combina la voluptuosidad de la juventud, de la sensualidad, de los personajes femeninos frente a un hombre que se enfrenta a una problemática caprichosa, con la inseguridad, el aislamiento interno, la incapacidad de sentir placer, la vergüenza, el miedo. Esta contradicción, este choque entre estos dos conceptos, entre la nada más pura y la voluptuosidad más manchada, es lo que vertebra el disco».

Contradicciones y oposiciones abundan en el álbum. De hecho, toda la historia está entretejida con un espíritu dialéctico y antiarmónico, tratando de apelar a los sentimientos más crudos derivados casi siempre de conflictos estéticos y psicológicos irresolubles. castidad/lujuria, tristeza/éxtasis, Atlántico/Mediterráneo, frivolidad/importancia, simbolismo/nihilismo…

La trama gira y continúa en torno al encaprichamiento intenso y juvenil del protagonista por una joven en Roma, pero no es un viaje sólo de ida: relata también su desdichado desenlace, su regreso cargado de fracaso, vacío, ausencias (esa Gran Vergüenza que vuelve a nombrar, de nuevo, aunque sin nombrarla, la película de Sorrentino). A través de la historia, se intenta poner en evidencia las ansias de trascendencia del bilbaíno, desnudando los sinsentidos que lo mueven, a pesar de lo muy intensamente que le llevan a sentir las cosas. «El protagonista roza por un instante el centro del mundo, Roma, para darse cuenta más tarde de que el mundo no tiene centro o mejor dicho de que no existe el mundo: si acaso, existen los mundos. En plural», explican en la nota de prensa.

Los inicios: caserío, olas y música

«Somos cinco amigos de Bilbao unidos por las olas, la música y otros gustos y similitudes que hace tres años decidimos darle una oportunidad a esta idea». Cantaban a menudo en las reuniones de amigos, en las vacaciones y casi en cualquier ocasión. Aunque no tienen formación musical (excepto Carlos, que sí fue al conservatorio y también a la escuela de rock), componen entre todos, porque en el centro de esta banda con alma decimonónica se encuentra una idea: la amistad por encima de todo.

La música no es su única vía de escape, aunque varios de los miembros tienen o han tenido otros grupos de música. Tienen sus trabajos en Bilbao, Mario además escribe, pero ninguna descarta dejarlo todo para volcarse en la música. Al revés, es algo que desean que aparezca pronto en su horizonte. Aunque la banda McEnroe sigue, a día de hoy, combinando la vida profesional con la musical. «McEnroe ha marcado lo que es Galerna. Una vez, en un concierto en el Coppola, Jaime Guzmán, el guitarrista, nos dijo: 'Las canciones está fenomenal, pero lo más importante es tocar con amigos'. Y es así. Nosotros somos amigos, pero muy amigos. Y si no hiciéramos música, seguiríamos siendo amigos».

«Galerna es un salto de fe fundado en la amistad. Hasta tal punto es así, que preferimos confiar en que Lucas aprendería a tocar la batería antes de contratar a un profesional pero con quien no nos unía nadie», cuentan divertidos. McEnroe les había propuesto ser sus teloneros y Lucas tuvo cinco meses para aprender desde a coger las baquetas hasta a acompañar al resto de instrumentos. «Si sabes tocar no es tan difícil, pero si no sabes, se trata de trastear e incluso simplificar las canciones para lograr tocarlas. A día de hoy sigo recibiendo clases, me encanta tocar la batería a diario e incluso toco con otros amigos», explica Lucas, para quien el grupo ha sido precisamente esta realización de un sueño.

Para el grupo, la gira con McEnroe fue «un sueño, lo más grande, lo más grande del mundo». Era una utopía con la que a veces fantaseaban. «¿Os imagináis viajar los cinco juntos, en un futuro, con nuestro grupo?», decían cuando eran adolescentes. Para Mario en concreto, el imaginario y la centralidad de las letras del grupo había supuesto siempre una inspiración; es, como para tantos (como para la que escribe), uno de los grupos de su vida. También lo son Mark Kozelek o Wilco, más lejos de tierras vascas: esa música alternativa americana que entronca con ellos tanto por el lado cantautor como por el de la narrativa anglosajona nacida en Nashville, tanto por el post-punk rebotado como por lo melódico.

«¿Qué hacemos? No lo sabemos. Tocamos y surge un estilo, un estilo nuestro», cuentan sobre su dificultad de enmarcarse en un género. Eso sí, a Mario le llaman «Mariossey» en una referencia al líder de The Smiths. «Era la música que me ponía mi padre, aunque yo tampoco los escuchaba con excesiva pasión. Cada vez que escuchaba el título Girlfriend in a coma me entraban ganas de vomitar de la angustia. Son muy ácidos. Recuerdo no querer oírlos, aunque sí caló en mí esa forma de cantar», recuerda el vocalista.

Portada del disco 'Viaje a Roma', de Galerna

«¿Cómo nos ponemos de acuerdo? Chocándonos», revelan con sinceridad. «El disco difiere de lo que ha pasado. De hecho, lo que ha pasado no importa nada. En lo narrativo, tenemos un estilo que no hablan de temas universales de forma directa, sino a través de lo anecdótico. Para poder experimentar la catarsis artística, la clave está en la veracidad, en tocar lo universal desde lo concreto». Esta es la grandeza de Galerna: rozar lo trascendente con los dedos de lo concreto, de lo concretísimo.

«En el disco hay también una autocrítica: buscamos lo sublime pero somos en realidad igual de grises o mediocres que el resto. No hay ninguna obra artística que esté exenta de una visión del mundo, y la nuestra es pluralista, sin cierres, y engloba a veces sinsentidos dramáticos. Porque es un drama que haya cosas que no tienen sentido. Pero ¿cuál es la forma más adecuada de hablar de ellas? Otorgándole un sentido; es decir, contando una historia. Un inicio, un desarrollo y un cierre, un cierre total».

¿Acaso algo más bilbaíno que el comparar su botxo natal, su mínima ciudad de provincia, con la capital milenaria de Europa? Quizás es justa esta la labor de Galerna: dar un sentido universal y trascendente a su pequeño mundo de la costa, peleando con el resto de propuestas artísticas por convertirse en el centro de todo, en un icono atemporal. Puede que ya lo hayan conseguido.