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Detalle de la tumba de Elvis

El lucrativo negocio de los músicos muertos

Eamonn Forde analiza en Royalties de ultratumba el negocio que generan las estrellas del rock a título póstumo y los problemas que surgen cuando fallecen sin resolver sus asuntos testamentarios

Amenudo la muerte de alguien dentro del mundo del espectáculo suele suponer un aumento de popularidad y negocio. Un ejemplo destacado de la relevancia post mortem se encuentra en la figura de Elvis Presley.

Su patrimonio, ya menguante debido a su extravagante estilo de vida, atravesó una época de declive durante la era del sonido discoteca y el punk. Pero, tras su fallecimiento el 16 de agosto de 1977, su legado resurgió de manera considerable.

Este fenómeno se evidencia con en el ranking anual de Forbes. La revista empezó a publicar la lista a las celebridades fallecidas más rentables en 2001 y Elvis ha mantenido su posición desde su primera publicación.

Elvis en una de sus ultimas actuacionesYT

La obra Royalties de ultratumba de Eamonn Forde aborda este peculiar fenómeno. Durante más de setecientas páginas, el periodista explora mediante numerosos ejemplos la importancia de que los artistas sean conscientes de la fugacidad de la vida, especialmente en el caso de las estrellas del rock.

«Los músicos se sienten incómodos hablando de su muerte y preparándose para ella. Puede que estén ocupados, que piensen que podrán hacerlo más tarde, que sean supersticiosos… En todo caso, la planificación patrimonial, o más bien la falta de ella, no es exclusiva de esos profesionales. La mayoría de las personas no escriben ni actualizan periódicamente sus testamentos. Lo que sucede es que, en el caso de los músicos, hay más derechos y activos involucrados, lo que hace que, a la larga, todo sea más complicado. Espero que las historias de terror en torno a los testamentos de artistas como Prince, Aretha Franklin o James Brown que cuento en el libro ayuden a que los músicos sean mucho más proactivos y comiencen a planificar su testamento y la gestión de su patrimonio con tiempo suficiente», declaraba Eamonn Forde en una entrevista para El Periódico de España.

James Brown en concierto

En el caso de James Brown, su principal problema fue no dejar claro cuanto dinero recibirían sus diferentes parejas y exparejas. En contraste, Aretha Franklin tuvo problemas debido a su exceso de planificación.

La artista redactó múltiples testamentos hológrafos que contradecían a los notariales, debido a que recurrió a muchos profesionales diferentes para arreglar sus últimas voluntades.

Esto dificultó enormemente el reparto de la herencia. Los herederos propusieron al juez combinar cláusulas de los testamentos que no se contradecían, ajustándose a la voluntad de la artista.

Aretha Franklin en una imagen de 2004, en Nueva YorkGtres Online

Dentro de los numerosos casos presentados en Royalties de ultratumba, Bowie destaca como uno de los pocos artistas que antes de fallecer tomó medidas para organizar su patrimonio. Esta previsión ha garantizado que sus parejas e hijos puedan beneficiarse de su legado sin enfrentar disputas legales o problemas de herencia.

Después de haberse sentido explotado durante la década de 1970, David Bowie pasó el resto de su carrera tratando de recuperar el control de sus derechosEamonn Forde

«Después de haberse sentido explotado durante la década de 1970, David Bowie pasó el resto de su carrera tratando de recuperar el control de sus derechos. Para ello, se rodeó de un pequeño equipo de personas que trabajaron con él durante varias décadas para entender lo que él haría y lo que no y así poder tomar decisiones sobre su obra cuando no estuviera. Otro buen ejemplo de gestión de patrimonio tras la muerte es el de Nick Drake que, si bien nunca tuvo grandes ventas en su vida, dispone de un equipo de profesionales liderado por su hermana que decidió seguir una filosofía de 'menos es más'. Es decir: si bien desean que sea descubierto por nuevos oyentes, son extremadamente cuidadosos en sus decisiones para no empañar lo que hizo que Drake y su música fueran tan especiales» revelaba el escritor.

David Bowie en concierto

También hay artistas que, teniendo en cuenta el valor de su obra, prefieren donarla o venderla en vida para que pueda ser utilizada con fines educativos y de investigación.

«Bob Dylan es un ejemplo perfecto de alguien que comprende plenamente la importancia cultural de su legado. Desde la década de 1980 ha estado gestionando su archivo cuidadosamente. Con la venta de sus másters a Sony ganó mucho dinero de golpe y además se aseguró que los miembros de su familia no serán los que se encarguen de gestionarlos cuando él muera. Además, al vender su archivo a la Universidad de Tulsa, ha conseguido que sus documentos y objetos personales no desaparezcan en colecciones privadas, sino que pasen de generación en generación y se vuelvan cada vez más importantes a medida que transcurran los años. En ese sentido, Dylan está tratando su archivo como lo haría un arqueólogo: sabiendo que la gente querrá ver esos materiales dentro de décadas o incluso de cientos de años», explicaba el autor dejando claro que no todos los artistas deciden dejar a otras personas su legado.

Bob Dylan durante un concierto en Los Ángeles en 2012Chris Pizzello

Mantener el interés a lo largo de los años

Para que perdure el interés en un artista a lo largo de los siglos, como menciona Forde, el administrador de sus archivos debe lograr que su popularidad trascienda las generaciones.

Tiene que mantenerlo relevante tanto para aquellos que lo conocieron como para nuevos seguidores. Esto implica mantener su atractivo incluso después de su fallecimiento, cultivando una base de fanáticos continuamente.

Esta tarea no es fácil, ya que las vidas escandalosas de los artistas requieren una gestión constante para preservar su imagen pública, además del constante cambio de las tendencias dentro de la industria musical.

Un ejemplo que demuestra la complejidad de manejar el legado de una figura pública es el caso de Michael Jackson. Su proceso judicial y muerte no redujeron sino que aumentaron sus ventas.

El cantante Michael Jackson durante un concierto en 1988GTRES

«Cuando alguien muere, se inicia un proceso natural de desinfección que consiste en acentuar los aspectos positivos de la persona y minimizar los negativos. Esto sucede especialmente en el caso de los músicos a los que se les va quitando ese estilo de vida hedonista para sustituirlo por su impacto cultural y musical. El ejemplo más obvio de este cambio de narrativa es el de John Lennon: alguien que acostumbraba a recurrir a la violencia, se burlaba de los discapacitados, decía cosas realmente desagradables sobre la gente, pero que, en la actualidad, es presentado como un exponente de la paz y el amor. Con esto no quiero decir que solo haya que recordar de un artista el exceso, sino que tampoco creo que esa parte de su personalidad debería eliminarse por completo. Los artistas son personajes complejos, a menudo contradictorios y, como sucede con cualquier persona, a veces hacen cosas terribles. Negar eso y limitarse a sacar a la luz los aspectos positivos, es presentar sólo una explicación parcial de quiénes fueron» concluyó Forde.