¿Qué es Taylor Swift, una cantante, un avión?: un pequeño viaje a las profundidades del universo «swiftie»
Hace 10 años la artista de Pensilvania, criada en Nashville, la cuna del country, apenas vendió 4.000 entradas para actuar en el Wizink Center de Madrid
No hace falta ser un «swiftie» para viajar por su universo. El problema de no serlo, un «swiftie» (o ni siquiera un mínimo conocedor de este «sistema solar», es que es, salvando las distancias, como viajar a San Petersburgo y entrar en el Hermitage y desconocer que era el Palacio de Invierno de los antiguos zares, y que allí ellos vivieron y durmieron y bailaron y rieron y también lloraron.
Taylor Swift y el iceberg
Esto es conocer la historia, aunque sea vagamente, y sentirse en sus escalinatas, entre obras de arte, como una auténtico noble ruso que habla francés como signo de distinción. The Eras Tour no es el Hermitage, desde luego, pero sí tiene una historia moderna y no decimonónica para entender por qué sus moradores, como los zares, viven, duermen, bailan, ríen y también lloran.
Carlota no se considera una «swiftie», pero esto no le va impedir ir al concierto de esta noche en Madrid con un vestido de lentejuelas y unas botas plateadas. El atuendo es parte consustancial a un espectáculo enorme por fuera y también por dentro, lo desconocido: hasta Taylor Swift es un cuento de Hemingway que contiene la teoría del iceberg. No parecía posible, pero toda esa enormidad también tiene varias octavos de su volumen por debajo del agua.
Pone en palabras lo que muchas hemos sentido
Carlota tiene 27 años y dice que Taylor Swift, más allá del escenario, «pone en palabras lo que muchas hemos sentido». De este modo se empieza a entender un poco mejor el por qué de esta religión febril. La expectación por el día del concierto fluctúa entre la intriga, la emoción, la ilusión y los nervios, todos ellos hijos de un mismo dios que hace 10 años apenas vendió 4.000 entradas para actuar en el Wizink Center de Madrid y que diez años después ha vendido 130.000 en la misma ciudad.
Cada disco es un universo paralelo en el que yo entro, casi como un libro o una película
Lara, 24 años, no dice ser una «swiftie», pero tampoco lo niega. Confiesa que lleva la mitad de su vida escuchando a la cantante estadounidense, y que por ello ha crecido sintiéndose identificada con el momento de la vida que ella cantaba en sus canciones: los amores adolescentes, las primeras rupturas... Lara se para y piensa, como si se tratara de un pensamiento filosófico (que en el fondo lo es) y al fin dice: «En discos posteriores, quizá las letras ya no son tan vivenciales o biográficas, sino que se vuelven literarias. Cada disco es un universo paralelo en el que yo entro, casi como un libro o una película».
Libros y películas. The Eras Tour es un viaje literario y cinematográfico desde dentro hasta para Rebeca, quien asegura ser una «swiftie» reciente y sentirse identificada con las letras de las canciones del fenómeno, parece que el anzuelo real de entre todo el ruido y la parafernalia. Dice que lo que más le gusta de ella es «su capacidad de poner palabras a los sentimientos». No es la artista que llega por fuera, como parece por la gira mastodóntica, sino la que lo hace por dentro. El envoltorio solo es la luz que atrae a los últimos insectos que aún no se habían enterado de su presencia. Por todo el mundo.
Lo más llamativo (o no), es que ni Carlota, ni Lara, ni Rebeca, ni tampoco Victoria, de 26 años, a la que también encantan sus letras y sus versiones en acústico al piano o con la guitarra, piensan que es la mejor cantante del mundo. Sin embargo hay una unanimidad subterránea y mundial respecto a su atracción y atractivo innegables. Una apariencia que contrasta y suma con los poderes que le atribuyen quienes comparan su creatividad letrista con la de Bob Dylan.
Campanilla y Olivia Newton-John
Taylor Swift es guapa, pero no tanto para ser imposible. Canta bien, pero no para ser una diva. Baila peor que Beyoncé, así que por ahí tampoco hay peligro. Es provocativa y recatada al mismo tiempo. Es Wendy, Campanilla, Olivia Newton-John y la mujer que busca a Jacq's, pero sin escote. Se le ven las piernas y los brazos, pero nada más. Se viste de princesa y de «motera»: son las eras que abarcan cinco generaciones, desde niñas de 10 años cuyos padres ven adecuado su espectáculo hasta adultos de 40 que van a ver a esa chica de 34 que parece que tiene 22 como si ellos pudieran volver a tener 30.
Ha creado un universo con la narrativa de cada álbum
Todo es perfecto en el universo Swift, la artista moldeada como un imán y adornada como un sol. El universo «creado con la narrativa de cada álbum» donde aparecen distintas preferencias de canciones (cada una de ellas tocó en un rinconcito diferente del corazón de nuestras «swifties» escogidas o similares) como la versión de 10 minutos de All Too Well que más les gusta a Lara y a Carlota, Lover, la favorita de Rebeca, o Our Song, la preferida de Victoria.
Al final el secreto es el de siempre, el de toda la vida: el paso del tiempo, el recuerdo de la adolescencia, la identificación que regresa, que devuelve otras épocas, otras «eras». The Eras Tour, mucho más allá de la locura en masa, son todos esos jóvenes que le gritaban a Dylan que volviese con su armónica y su guitarra y se desprendiese de su grupo para cantarles otra vez, para enviarles otra vez el sentimiento primigenio de A Hard Rain’s A‐Gonna Fall inspirado por Dylan Thomas.
Las «swifties» no necesitan que Taylor se desprenda de nada, como a aquellos fans de U2 no les sobraron nunca las televisiones gigantes de ZOO TV, aquella primera gran gira espacial. No les importa que aparezca como un paquete de regalo, incluso les gusta porque así ellas (y ellos) también pueden vestirse de regalo por una vez, sentirse como el regalo de Taylor Swift.