Fundado en 1910
Noches del BotánicoMario de las Heras

PJ Harvey convierte el Botánico en un jardín encantado de belleza con un concierto delicioso

Polly Jean tiene 54 años, pero incluso a pie del escenario parece aquella chica en la que se fijó todo el mundo, admirado, hace 30 años

Madrid Actualizada 02:19

PJ Harvey durante su concierto en el Jardín BotánicoVíctor Moreno/Noches del Botánico

No hay un lugar más agradable para disfrutar de un concierto que el Jardín Botánico. Las Noches del Botánico o el festival de festivales obra de Julio Martí. Ecosistema que proteger. Orden y concierto y libertad y las tardes y las noches de junio y de julio de Madrid, cuando el sol se pone a las 10 de la noche y una voz dice que el espectáculo va a comenzar en diez minutos, como en el teatro o en la ópera, pero sin cortinones, ni terciopelos, ni etiquetas, sino con el cielo de la ciudad aún azul.

El timbre traductor de la belleza

Dama inmortal del indie y del rock y del folk y del punk porque a todo llega. Todo lo mete en su sutil repertorio de contrastes que no se notan porque su voz limpia, preciosa, resuena sobre todo lo demás sin ocultarlo. Polly Jean tiene 54 años, pero incluso a pie del escenario parece aquella chica en la que se fijó todo el mundo, admirado, hace 30 años. La voz va cambiando de escala, de emisión, de salida como el cuerpo de postura.

La cantante PJ Harvey en MadridVíctor Moreno/Noches del Botánico

Elegante, felina. Los pájaros suenan entre cada canción como en un bosque, el bosque del Botánico que también participa. Las canciones son cortas, precisas y preciosas, como si las hubiera escrito Raymond Carver o su editor tramposo y fundamental, Gordon Lish. Hay como una abstracción musical no del todo inteligible hasta que ella canta y entonces todo se une, se entiende, entra por los sentidos, como un timbre traductor de la belleza.

Confusión emocionante

Ella es una diosa inocente que no se deja engañar y de repente se escabulle en el folk como salido de debajo de su vestido largo, como la copa de la chica con la que hablaba O.J. Bergman en la fiesta de Holly Golightly en Desayuno con Diamantes. Hay un momento en que el grupo parecen Los Pogues. Ella no está, pero ellos tocan como una banda medieval y moderna.

Cuando vuelve suena un toque de corneta entre la batería y la guitarra y el violín que no cesan. La emoción natural sube. Hay una confusión emocionante y entonces PJ Harvey se retuerce y quiebra con compostura la voz y el público se enardece sin comprender nada. Está de pie, se inclina, posa, se sienta, repta, susurra bajando y subiendo la voz. La calidad de la voz, de la música, del sonido o de la dicción es pasmosa.

PJ Harvey durante su concierto en Las Noches del BotánicoVíctor Moreno/Noches del Botánico

La atmósfera es única con cuatro pertrechos y sin cambiarse de vestido. Suena la plegaria de un hada encantadora en el bosque, el ambiente de Is This Desire?, la obra maestra de la poeta lírica y electrónica. Como una luz celestial la ilumina para cantar al Desesperado reino del amor, qué bonito, con su guitarra, con su cadencia, el ritmo siempre justo, encajando cada tema como el acoplamiento de una nave en el espacio gloriosa en la que por dentro resuena el chirrido delicioso de las cuerdas.

El dominio de una virtuosa

Con Down With The Water el hechizo se completa, si es que se puede completar, un verbo tan vulgar aquí, semejante belleza, los lamentos sutiles, la locura contenida, valiosísima, brillante. Esa voz encantadora modulándose a media altura en la cuerda de un equilibrista: el dominio de una virtuosa que terminó con el arrullo mágico de White Chalk y su aullido divino, hermoso para tocar el cielo. De Madrid.