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John Coltrane en 1957

John Coltrane en 1957GTRES

Cinco temas de John Coltrane, el mito del jazz que elevó su música mirando a Dios

El músico estadounidense murió el 17 de julio de 1967 y alcanzó alturas impensables de calidad y virtuosismo que dieron como resultado una veneración religiosa por parte de sus seguidores

El padre de John Coltrane era músico aficionado como pintor aficionado era el padre de Picasso. El ídolo nacido en Hamlet aprendió de su progenitor el saxo y el clarinete como el malagueño aprendió del suyo la paleta y los pinceles, como si el amateurismo de los progenitores hubiese sido la chispa que prendió el genio de ambos artistas.

Como el español, el de Carolina del Sur se fue de casa para trabajar su talento. Pero Coltrane hizo su París bohemio en la marina de su país al final de la II Guerra como saxofonista soprano de la banda. Después se cambió al saxofón tenor y, ya licenciado del ejército, empezó a tocar en clubes nocturnos y a hacer sus primeras grabaciones acompañando a estrellas como Dizzie Gillespie, de las que bebió como si visitara el Prado en cada reunión.

Cinco años de anonimato a la sombra de otros terminaron cuando se puso a la sombra de Miles Davis. Por entonces su adicción a las drogas ya era un problema y también parte de su fama. El autor de Flamenco Sketches, que también había tenido problemas con la heroína años atrás, le despidió de su lado y aquel fue a parar al de otro astro, Thelonius Monk, donde empezó a brillar por sí solo dando muestras de un virtuosismo creciente incomparable.

Oscuridad, intensidad o inmensidad eran algunos de los adjetivos con los que se describía y se describiría para siempre su música. Notas rápidas y progresiones de acordes. Tonos dentro de otros. Aprendió el portamento para aplicarlo a una transición tan elevada que parecía celestial. Volvió al grupo de Davis antes de montar el suyo propio hacia el que se disparó en la improvisación absoluta, el cubismo jazzístico de Coltrane que no gustó a todo el mundo, del bebop «tradicional» a la vanguardia.

En aquella época la espiritualidad de las composiciones de Coltrane se convirtió en su sello. Apenas fueron 10 años de ascenso antes de su muerte en 1967, pero fue una década milagrosa. A Love Supreme, su «humilde ofrenda a Dios» y su obra cumbre de 1964, le transportó a un estado casi divino entre sus seguidores (la iglesia episcopal de Estados Unidos y la ortodoxa africana le reconocen como santo), logrado a fuerza de superación, de querer ser mejor, practicando sin cesar, experimentando sin descanso, imaginando sonidos, siempre «limpiando el espejo», como dijo, «para ver cada vez más claramente lo que somos».

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