¿El rock se hace conservador?: de Nick Cave a Johnny Rotten, el anarquista punk que ahora vota a Trump

Johnny Rotten, el vocalista de los Sex Pistols, decía lo siguiente a finales de los 70 en su éxito God Save The Queen (Dios salve a la reina): «Que Dios salve a la reina/ Su régimen fascista/ Te hizo imbécil/ Una potencial bomba de hidrógeno/ Que Dios salve a la reina/ Ella no es un ser humano...».En Anarchy in the UK (Anarquía en el Reino Unido) gritaba: «Soy un anticristo/ Soy anarquista/ No sé lo que quiero, pero sé cómo conseguirlo/ Quiero destruir al transeúnte...».

Rotten, paradigma punk

No hace mucho el mismo Rotten, siempre a contracorriente, dijo que no podía creer como todo se había dado la vuelta: la izquierda es la que ahora se alinea con el poder y se cree en posesión de la verdad«, y la derecha es la antisistema. Ante esta afirmación Rotten, auténtico paradigma punk, resolvió que la única opción era votar a Trump. Una salvaje definición de la sociedad »woke" y de la izquierda que ha decidido ocupar el lugar del conservadurismo, pero manteniendo una falsa imagen de ir contra el poder, porque el poder es ella.

Nick Cave, al contrario que Rotten, ha sufrido un vuelco existencial, mayormente motivado por la muerte de dos de sus hijos. El duelo y la reflexión le ha llevado a Dios y a posiciones políticas conservadoras, reflejadas en su música, y a manifestarse en contra de esa otra «religión», esa subcultura, lo «woke»: «Vivir en un estado de interés, neutralidad e incertidumbre, más allá del dogma y una enorme convicción, es bueno para el negocio de la composición de canciones y para mi vida en general. Este es el motivo por el que tiendo a sentirme incómodo con todas las ideologías que se autodenominan 'la verdad' o 'el camino'», dijo.

Nick Cave y la búsqueda de la belleza

Cave ha pasado del relativismo y de la heroína a la Biblia y a la búsqueda de la belleza: contracultura total en el XXI. No es una excepción. El conservadurismo artístico no es lo parece y la modernidad tampoco por el caos conceptual. El arte moderno o la «performance» (la anti belleza), por salir un momento del género musical, no es epatante, ni contracorriente, ni contracultural como pretende hacerse ver, sino profundamente conservador en su izquierdismo con piel de cordero.

Nick Cave es la verdad en su búsqueda íntima y Johnny Rotten también en sus principios inamovibles. Los dos han llegado a ellos o han permanecido en ellos por caminos distintos. El primero por uno más sinuoso como corresponde también a su personalidad, más allá de los acontecimientos terribles que cambiaron su vida, y el segundo directamente, como siempre, por la calle de en medio, rompiendo cuantos tabiques haga falta. No son los únicos que se han caído de este caballo. James Hetfield, cantante de Metallica, se declara abiertamente conservador, que es lo mismo que decir hoy anti «woke», y apuesta por el pensamiento independiente.

Mick Jagger y Margaret Thatcher

Tampoco es cosa exclusiva del presente. Alice Cooper decía ser cristiano y votar a Bush. Mick Jagger apoyó públicamente a Margaret Thatcher y Mick Love de los Beach Boys advirtió de que el mal llegaría si Obama ganaba las elecciones. Johnny Ramone defendía a Reagan, mientras su compañero Joey todo lo contrario. Y no pasó nada: estuvieron tocando juntos 20 años. En realidad esta historia forma parte de la abusiva apropiación cultural histórica de la izquierda, convertida en dogma absoluto e irrebatible. Pero la realidad es bien distinta en uno u otro sentido. En todos. La cultura no es de la izquierda, ni de la derecha. La cultura es simplemente cultura y la ideología, la maldita ideología solo crea guetos y/o privilegios basados en prejuicios políticos.

Lo expresaba así Javier Molina, batería de Hombres G: «Esto viene de una ideología política determinada que está invadiendo el puto planeta. Esto está hecho adrede y nos están cortando la libertad de expresión y la libertad de pensamiento. Es una forma de dictadura (...) cuando antes era todo lo contrario, después de la dictadura todo el mundo tenía ganas de expresarse y decía lo que le salía de los huevos, sin preocuparse de si he ofendido a un gay, he ofendido a un hetero o he ofendido a una vaca o a una gallina...».

Que alguien aparte a Nick Cave del mundo artístico no refleja de ese alguien nada más que su sectarismo al estilo almodovariano, sectarismo político que renuncia a la creación si el creador no se alinea con la ideología. Totalitarismo humano y cultural contra el que aún quedan viejos rockeros, entre otros, desde el gritón Johnny Rotten hasta el intimísimo Nick Cave, el mismo que dice con sabiduría, contundencia y delicadeza para «wokistas» y especies similares que «El arte no debería sermonearnos, hablarnos con condescendencia ni reprendernos».