The Cure demuestra con su nuevo álbum que su melodía es eterna
Songs of a Lost World recuerda a todos los clásicos de la banda de Robert Smith en una suerte de hilo musical paralelo en el tiempo
Lo primero que llama la atención del nuevo disco de The Cure, Songs of a Lost World (el primero de estudio desde 2008), y eso que hay que esperar hasta tres minutos y medio para escucharla, es la voz de Robert Smith. Es una sorpresa a medias para todos los que le han oído cantar en los últimos años. Es la impresionante voz inmortal: canta exactamente igual que hace 45 años, incluso en tiempos anteriores a A Forest, cuando ni siquiera le había crecido todo el pelo encrespado que fue, y sigue siendo, con canas ya hoy, su signo de identidad.
Quizá el secreto de la juventud de su voz sea el mismo secreto de la esencia de sus canciones, que a los 65 sigue siendo el mismo que a los 20. The Cure sigue siendo The Cure, aunque ninguno de sus miembros, excepto Smith, sea original. Lo que demuestra que The Cure es él, no como en otras bandas donde sin el resto no se reconoce nada. Es ese Robert Smith verdadero que los de Muchachada parodiaban de forma descacharrante y sin embargo auténtica en ese personaje que reconocía ser triste, pero que hacía «cancionzacas».
Aquí se reconoce todo: la voz indiscutible tirando del bajo característico que se entremezcla con ella como haciendo tirabuzones, como en un baile en el agua: música sincronizada con el piano y los teclados, y no solo como remolque y base, sino como lancha motora que a veces es como un planeador silencioso, un vuelo sin motor que espera su momento en esos interludios y oberturas musicales tan característicos previos al aterrizaje apoteósico.
Y la tristeza. Corazones rotos. Soledad adolescente. Melancolía poderosa, incluso más que nunca. Letras de un joven de 65 años que hace música para jóvenes de su órbita. Ecos de Pictures of You, de Lullaby, pero ecos, solo... Es The Cure, pero sin los chicos que no lloran, sin Just Like Heaven, sin Why Can't I Be You? Nadie puede repetir eso (aunque ¿acaso solo lo han podido hacer los Rolling Stones?). No hay ningún bombazo de locura adolescente, pero sí hay verdad, casi como la del toreo.
La hay en Alone, en la hondura de esos «sueños y esperanzas» que se han ido, pero por decir que se han ido permanecen, porque es lo mismo que decían (que decía) hace treinta años y todo sigue igual, o casi. A Fragile Thing podría haber aparecido en cualquiera de sus discos de gloria, como Warsong o Endsong: hasta los títulos son como los de entonces. Songs Of A Lost World es como un hilo musical de The Cure donde no hay ningún súper éxito, pero tampoco ninguna decepción, a diferencia de más de un contemporáneo.