Nadia Comaneci cumple 60 años: la obligación de amar a Ceausescu y la fuga de Rumanía
Tenía 14 años cuando en los Juegos Olímpicos de Montreal cautivó al mundo con el primer 10 en la historia de la gimnasia. Dolor, opresión, disciplina y la serenidad adquirida en la madurez la han convertido en un símbolo del deporte
Hizo historia en el mundo del deporte un 18 julio de 1976 en Montreal, Canadá. Metro cincuenta de altura y un cuerpo ingrávido cubierto por un maillot blanco impoluto. A los costados, ribeteados los colores de la bandera de Rumanía y un dorsal con el número 73 en su espalda. Nadia Comaneci, a sus 14 años, no solo ganó cinco medallas (tres oros, una plata y un bronce), sino que también logró una hazaña titánica: fue la primera gimnasta en obtener un 10 de los jueces. Curiosamente, el marcador no estaba preparado para mostrar cuatro dígitos por lo que inicialmente la puntuación que apareció fue un 1,00. Sin embargo, no tardaron en comprender que era 10, una calificación perfecta. El público enloqueció.
Comaneci (Rumania, 12 de noviembre de 1961) no tuvo una vida precisamente fácil. De orígenes muy humildes, sus padres le pusieron el nombre de Nadia por Nadiezhda (esperanza en ruso), la heroína de una película soviética. La pequeña comunista que no sonreía nunca –como la apodaron– empezó a dar clases de gimnasia rítmica porque era una niña hiperactiva. Con tres años ya hacia acrobacias sobre un tapete e inició una disciplina férrea.
El éxito de Nadia se convierte en una herramienta para el régimen comunista de Nicolae Ceaucescu quien la utilizó como un símbolo de su propaganda política. Era la «heroína del trabajo socialista», según el presidente: le rinde honores y la convierte en la amante de su hijo Nicu –alcohólico y violento–, de quien solo podrá separarse a los veinte años. En el entretiempo, Comaneci intenta suicidarse, bebiendo lejía, pero se salva y el régimen logra evitar el escándalo.
La presión que Nadia debía de soportar unida a su juventud y las lesiones recurrentes marcan el principio del final. A los 22 años una infección en la mano la obliga a tomar un primer descanso. Regresa en los Juegos de 1980 que se celebraban en Moscú, por aquel entonces capital de la URSS. Con gran esfuerzo e infinita perseverancia, la gimnasta rumana se alza con dos medallas de oro y dos de plata.
El hada de Montreal
Un año más tarde, los dos entrenadores de Comaneci deciden desertar y buscar asilo político durante una gira por Estados Unidos. Nadia regresa a su ciudad natal y, desde entonces, comienza un período de segregación forzada. El gobierno de Ceaucescu sospecha que puede huir por lo que confisca su correspondencia, los servicios secretos le pinchan el teléfono y la mantienen vigilada día y noche hasta la caída del régimen (1989).
Nadia Comaneci se retira en 1984, aunque sigue vinculada al mundo del deporte como entrenadora. Ya en 1989, una noche escapa a pie hacia Hungría. Fue la primera vez que «no tuvo miedo», tal y como relataría años más tarde. Caminó durante seis horas hacia la frontera y solicitó asilo. Buscaba la libertad.