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Una imagen del partido entre el Real Madrid y el Olympiacos

Una imagen del partido entre el Real Madrid y el OlympiacosAFP

Real Madrid 87-76 Olympiacos

Un gran Real Madrid vence al Olympiacos y jugará la final de la Euroliga por tercer año consecutivo

Uno tiende a imaginar que un equipo, cuánto más gana, cuántos más trofeos suma a su colección, más cerca está de sufrir una noche de poca tensión competitiva, de dejarse llevar o de sentir que les falta ese hambre de quien no ha conocido la gloria. Pero el Real Madrid vive en las excepciones. En la noche berlinesa, los dirigidos por Chus Mateo, copados de viejas glorias como Llull, Rudy, Sergio Rodríguez o Causeur, dieron una exhibición propia de quien pisa esta instancia por primera vez y quiere demostrar que pertenece a esta estirpe.

Tras ganar la Euroliga sobre la bocina la temporada pasada, con una canasta de Llull para la historia, el Real Madrid está completando una temporada de ensueño. Campeones de la Supercopa de España, de la Copa del Rey, momentáneamente en semifinales de la Liga Endesa y ahora, también, a la final de la Euroliga. El Panathinaikos espera en la final, donde buscará eso que cada vez es menos una posibilidad y más un imposible: ganar al Real Madrid una final europea.

El inicio de partido le correspondió a Mario Hezonja, que anotó sus tres primeros triples intentados, para darle una ventaja inicial al Real Madrid. Los de Chus Mateo arrancaron acertados en el tiro, pero su racha y su tramo de encendimiento se iba a ver enfriado por un problema con el marcador que detuvo el partido durante varios minutos.

En defensa, con Tavares patrullando la zona, los españoles lograban cortocircuitar las posesiones griegas, dificultándoles a la hora de generar situaciones de tiro. Mediado el primer cuarto, el Real Madrid estaba doblando en puntos a su rival (16-8). Musa, con otros dos triples, se unió al festín de su compañero croata para dejar a los blancos liderando por un espectacular 28-10.

El pánico que genera Walter Tavares en el baloncesto FIBA, un pívot tan potente, llevó a Bartzokas, entrenador del Olympiacos, a buscar colapsar la zona en su fase defensiva, proteger el aro, a costa de permitir tiros de tres. El Real Madrid castigó eso anotando seis de sus ocho intentos desde la línea de tres en el primer período. Para cuando los griegos quisieron reaccionar, expandiendo su zona de acción defensiva, se quedaron en un punto muerto en el que no llegaban a tapar ninguna de las dos zonas.

Sergio Rodríguez y Poirier durante el partido

Sergio Rodríguez y Poirier durante el partidoEFE

Intentaron reaccionar los de El Pireo en el segundo período, mejorando considerablemente sus prestaciones defensivas y logrando algún robo, pero el mal porcentaje en tiros lejanos les impedía acercarse en el marcador. Necesitando un extra, un punto de giro, los griegos aumentaron agresividad defensiva y zona de influencia... pero Sergio Rodríguez iba a asesinarles.

Dos triples, uno de ellos respondiendo a otro homónimo de Isaiah Canaan (el mejor de los griegos junto a su compatriota McKissic), y un festival de asistencias, castigando la zona, permitió al Real Madrid irse por encima de los 20 puntos, poniendo tierra de por medio y privando de emoción al espectador neutral. Al descanso el marcador era un colosal 56-37.

Rudy pelea un balón durante el partido

Rudy pelea un balón durante el partidoEFE

Salió algo dormido el Real Madrid a la segunda mitad, errando sus tiros (estuvo más de cuatro minutos sin anotar). cosa que el Olympiacos aprovechó para acercarse hasta los 12 puntos de desventaja. Ahí, de nuevo los que destacaron por encima del resto, acudiendo al rescate del Madrid, fueron Hezonja y Musa, consiguiendo canastas importantes para mantener una distancia considerable. El jugador bosnio, con un 2+1 y un triple lejanísimo, se estaba erigiendo en el mejor jugador del partido.

Pese a todo, el Madrid, principalmente en defensa, seguía estando más relajado de lo conveniente, permitiendo unos tiros que, ahora sí, los griegos estaban anotando. Una buena versión de Alec Peters, enchufando desde lejos, les llegó a dejar a diez puntos, aunque el cuarto finalizó con un 71-58.

Al último cuarto salió el Olympiacos dispuesto a morir matando, con dos triples seguidos que les mantenían a una distancia prudencial, pero el inmortal Llull volvió a aparecer en escena con una canasta magistral para reducir la revolución rival y luego forzando tres tiros libres cuando los rivales habían logrado reducir la diferencia a menos de diez puntos. No hubo mucho más.

Ni menos. El Real Madrid se impuso por 87-76 y, por tercer año consecutivo, jugará la final de la Euroliga. Y si el término maquiavélico de The Last Dance surgió en este deporte, en honor a Michael Jordan, que menos que dedicarle ese titular a lo que la vieja guardia blanca tendrá el domingo ante el Panathinaikos. La última década del Real Madrid no se entiende sin mencionar a Llull, Chacho y Rudy. Ahora, vuelven a tener a tiro la oportunidad de la gloria.

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