Luka Doncic, a cinco partidos de completar lo imposible y devolver a Dallas al trono
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En este ahora teñido de inseguridad y miedos, apenas cabe confiar en lo más corriente, en lo más tangible. Nunca el palmarés había cobrado una importancia mayor en el mundo deportivo, como levantando una muralla infranqueable entre dos mundos: los exitosos y los fracasados. Pero entre ellos y el resto la diferencia no es tanta como cabe creer. Es como si la historia del deporte, con la victoria como único eje, solo atendiera a la visión tiránica del premio final. Pero el ganador no es únicamente quien finalmente lo es, también quien lo deja todo en busca del triunfo.
Luka Doncic, con 25 años recién cumplidos, empieza a englobar las listas del talento sin triunfo, del gran jugador negado a la gloria colectiva, de la falta de anillo como motivo para eliminarle de clasificaciones sobre los mejores del mundo. Luka, realmente, no necesita refrendar su inmenso e histórico talento con la victoria, que el premio es verle y disfrutarle cada noche, pero el triunfo final, ese único afán del palmarés, lo vuelve a tener realmente cerca. Cinco partidos le separan de la gloria.
Doncic ya llevó a los Mavericks a las finales del Oeste en 2022, escenario donde cayó ante los, a la postre campeones, Golden State Warriors. Fue en su cuarta temporada, su primer gran año, al menos a nivel colectivo, en la liga estadounidense, después de fallar a los playoffs en su primer año y caer en primera ronda en el segundo y el tercero. Era, decían, el comienzo de una era en la franquicia de Texas.
Buscando mejorar el equipo, potenciarlo y hacerlo candidato, Mark Cuban, el excéntrico propietario de los Mavericks, realizó a mediados de la temporada pasada un arriesgado movimiento en el mercado que derivó en el aterrizaje en Dallas del, tanto talentoso como problemático, Kyrie Irving.
Otrora número uno del draft y campeón de la NBA en 2016 con los Cleveland Cavaliers (memorable su triple crucial sobre Curry en los últimos segundos del séptimo partido), los últimos años de Irving, pese a que nadie niega su talento, le habían sumido en un mar de dudas. Forzó su salida de Cleveland para construir su relato ajeno a la figura de LeBron James, pero ni en Boston primero ni en Brooklyn después, aquejado de lesiones y su negativa a vacunarse, logró triunfar. Llegaba a Dallas casi como su última opción de reclamar su lugar entre la más alta élite de la liga.
En esos primeros meses, sin embargo, el equipo no funcionó. Kyrie y Luka no se entendían, los secundarios no daban el nivel y el equipo estaba en la cola de la liga en lo que a defensa se refiere. Con un récord de 38-44 en temporada regular, finalizaron undécimos en el oeste, fuera de los puestos de playoffs, y ríos de tinta empezaron a correr calificando a ese proyecto como un fracaso, a Irving como a un jugador del pasado y a Luka como un producto de marketing. Ellos callaron, silenciosos, esperando que el juego hablara.
Y poco más de un año después, aquí están. 50-32 de récord en temporada regular, mejorando considerablemente la defensa (clave la aportación del novato Dereck Lively) y un camino fantástico en los playoffs, donde eliminaron en primera ronda a Los Angeles Clippers (sus verdugos en 2020 y 2021) por 4-2, y luego, en semifinales, por idéntico resultado, se deshicieron de los Oklahoma City Thunder, campeones del Oeste en regular. Ahora lideran la final de la conferencia ante los Minnesota Timberwolves, que vienen de dejar en el camino a los campeones Denver Nuggets, por 3-0. Un resultado que no se ha remontado jamás en playoffs.
Es como si todas las cualidades, que ya estaban ahí, hubieran hecho cumbre a la vez. Luka e Irving son dos talentos históricos en lo que a generación de tiro se refiere, logrando anotar bajo las más difíciles circunstancias, y los secundarios están aportando tanto en defensa como en ataque (clave el juego sin balón de Lively o los triples desde las esquinas de Washington).
Así que Dallas vuelve a estar en un territorio inexplorado en todo lo que no fuera la era Nowitzki, que es estar a las puertas de las finales de la NBA. Perdieron en 2006 ante Miami y luego se vengaron de ellos en 2011 con un histórico e inesperado triunfo. Ahora han vuelto. Seguro que si no redondean la hazaña y caen en las finales ante Boston Celtics, el mejor equipo del mundo, se les volvería a calificar con la palabra peor entendida del mundo: fracaso.