Futbol
El último baile de Isco
Las postreras apariciones del malagueño hacen pensar que desea despedirse del Real Madrid a una altura que recuerde a la que un día tuvo
Isco jugó el pasado domingo como titular ante el Granada. Lo hizo en la posición de delantero, debido a las ausencias. En su anterior etapa madridista, Ancelotti también lo utilizó en ese puesto. Una sorpresa que entonces, además, era otra. Un Isco que solía salir aplaudido del Bernabéu. En ese mismo Bernabéu que hoy está transformándose poco a poco Isco jugó re-transformado.
No se sabe lo que pasa por las cabezas de los futbolistas. Por eso, entre otras razones, se inventan tantas cosas. Isco está acusado de indolencia, quizá no sin razón, por el tribunal aficionado, que no (al menos del todo) por la sala técnica que dirige en este momento el honorable juez Carletto. «Si algo he aprendido en la vida es que nunca es tarde para nada», llegó a decir un Scott Fitzgerald desahuciado, y menos para un jugador que el otro día dio sesenta minutos de nostalgia.
El Bernabéu que se cierra
Ese Bernabéu que se va cerrando día tras día, cuyo esqueleto ya casi parece completo, es como el reloj que marca los tiempos entre un Madrid que declina y otro que amanece. El domingo Marcelo miró a su alrededor y lloró comprobando como se cierra también físicamente una carrera en el coliseo que cuando se complete será otro.
Parece una carrera contrarreloj. El estadio de la gloria de Isco se cierra y parece que se ha decidido a que por última vez el cielo abierto de Chamartín le vea bailar como solía. Aguantando esos balones como si los encerrara en una caja fuerte instantánea formada entre sus pies que luego abriera con su magia. Esto es lo que hizo Isco, y más, durante años en el Real Madrid.
Trescientos cincuenta partidos y nueve años después de su primer día, Ancelotti lo alineó por delante de Hazard y Jovic. Y por algo será. Algo habrá visto. Algo estará haciendo el jugador para incluirle más allá de la sorpresa futbolera. Una temporada de casi ostracismo, sin presencia en la Copa de Europa, que quizá el jugador se ha propuesto cambiar mirando esos cielos blancos que se están cerrando para no volver a abrirse, al menos como antes, nunca más.
El Real Madrid del futuro que se está creando ante los ojos que quizá piensen al mirar esa nave espacial en ciernes a punto del despegue, como Scott Fitzgerald, o simplemente como Isco, que si algo ha aprendido en la vida es que nunca es tarde para volver a bailar.