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Los presidentes de la FIFA y la UEFA, Gianni Infantino y Aleksander Ceferin, en la última final de la ChampionsAFP

El Tribunal Europeo de Justicia dictará sentencia este verano sobre la Superliga y el monopolio de la UEFA

La deliberación comenzará el 11 de julio; Juventus, Barcelona y Real Madrid esperan que el fallo acabe con la «posición dominante» de FIFA y UEFA en el fútbol mundial y europeo

Después de ganar la decimocuarta Champions de su historia, el Real Madrid se juega otra final este verano. El club español ya sabe lo que es el enfrentarse al poder establecido. En 1955 creó la Copa de Europa con Jacques Goddett, director del periódico 'L'Equipe', en contra de la posición de la UEFA, que no quería cambios en su vida.

El Barcelona, que fue contactado primero por Goddett, se negó a participar en ese torneo. El Real Madrid, que fue segundo plato, lo hizo grande. Ahora, la entidad que acaba de conquistarlo por enésima vez se enfrenta de nuevo al máximo organismo del fútbol continental, apoyado por la Juventus y el Barcelona, con una postura jurídica bien fundamentada: «Europa no puede admitir monopolios en ningún sector social o económico», señalan fuentes de la Superliga.

Esta es la base legal que abrió el caso, encabezado por el juez español Manuel Ruiz de Lara, que llevó la demanda al Tribunal de Justicia Europeo. El Tribunal celebrará la cumbre en su sede de Luxemburgo los días 11 y 12 de julio con el objetivo de abordar el litigio que ha puesto los cimientos de la FIFA y de la UEFA en entredicho. Lo componen 27 jueces, representantes de las 27 naciones que forman la Unión Europea.

«Pensamos que nuestros fundamentos jurídicos tienen muchos argumentos para asegurar que hay una posición dominante en el fútbol europeo y la UE no puede aceptar ninguna clase de monopolios», manifiestan las fuentes consultadas de la Superliga.

La presión de la UEFA

El punto de partida del alegato jurídico es claro. La FIFA y la UEFA poseen una posición monopolística en el fútbol que choca de bruces con la legislación de la Unión Europea. La clave es demostrar y conseguir ante el Tribunal continental que existe esa situación predominante.

Aleksander Ceferin, que tuvo que entregar el trofeo de la Copa de Europa a Florentino Pérez hace unos días en París, presiona políticamente a todos los niveles desde hace meses para mantener la posición de la UEFA y evitar que otros clubes puedan organizar competiciones diferentes y ajenas a su control.

La amenaza

El mayor organismo del fútbol europeo amenaza desde hace tiempo a Real Madrid, Juventus y Barcelona con una sanción que les deje fuera de la Champions. Los tres clubes ya intentaron negociar a principios de año para organizar una competición de la Champions mejor y más interesante, pero se toparon con la negativa de la UEFA, que ha preparado para el futuro una liguilla de diez partidos con rivales aleatorios que surgirán por sorteo, una idea que no ha gustado a la mayoría de los equipos, aunque son solo tres los que se manifiestan abiertamente. El resto se calla pero pregunta constantemente «como va el asunto de la Superliga» porque a todos les interesa económicamente.

Veremos si el 12 de julio hay veredicto final del Tribunal o si el fallo se retrasa hasta septiembre.

El ministro francés, en entredicho

Mientras el fútbol continental espera con ansiedad la decisión del Tribunal Europeo de Justicia, el desastre organizativo de la final de la Copa de Europa en París tiene secuelas que no dejan de molestar. El duro comunicado del Real Madrid para denunciar toldo los sucesos sufridos por los 22.000 seguidores madridistas hace mella tanto en la política francesa como en la UEFA, incapaces de dirigir y vigilar el partido más importante del año.

Gerald Darmanin, ministro de Interior francés, responsable de seguridad en la final y en todo París, ha pedido perdón por lo sucedido y admite que se pudieron hacer mejor las cosas. Se encuentra políticamente en entredicho.

Darmanin ha explicado que los seguidores españoles afectados por los vandálicos sucesos pueden presentar sus demandas en la embajada francesa en la capital de España, pero en la mayoría de los casos los robos, atracos y agresiones son imposibles de demostrar, porque el delincuente es desconocido.